Goya pintó el cuadro Duelo a garrotazos inspirado en las luchas fratricidas entre españoles. En España la disputa es sistémica, un mal endémico. Hace ya bastantes años, en una cena a la que asistí, preguntó un periodista a Manuel Fraga por el "problema de León" parafraseando lo que en la monarquía de Alfonso XIII se vino a denominar "el problema catalán". En aquella ocasión irrumpió en el salón la leonesa Carmen Estévez, esposa de Fraga, para urgir retirada y fin de la velada con un "¡Manolo, es ya muy tarde!". El León de Villalba comentó con gracejo: "Ven ustedes, el problema de León lo tengo yo en casa".
El leonesismo es un gran filón para la información y el columnismo periodístico. La disputa a palos es una fecunda mina, como las de Bembibre. Sobre las reivindicaciones leonesistas se ha escrito tanto que no hay suficiente papel en el reportorio Aranzadi. No es mi intención emprender una cruzada a palo limpio contra el leonesismo. Cumpliría mejor los cánones del columnismo de éxito si lo hiciera, pero siempre he sido un verso suelto y ya no tengo cuerpo para rimas.
No tengo vocación alguna por la crítica política, sino por el análisis y la opinión. No voy a tomar el garrote para atizar a todo lo que se mueve. Para eso no he venido a parar a esta casa de El Español-Noticias de Castilla y León, que generosa me acoge. Siempre pensé que es facilón hacer columnismo dando palos a diestro y siniestro. "Se torea como se es", decía Juan Belmonte. Y uno torea toscamente con la pluma, pero siempre con la muleta bien planchada por la mesura. Como columnista de opinión acaso tenga menos porvenir que el paralítico de Cafarnaúm, antes del milagro de Cristo. La moderación es ahora en España un estigma como la lepra.
A sabiendas, he dado prelación escrita a León sobre Castilla. Dese carta de naturaleza a lo que ha sentenciado la historia. León ya era reino cuando Castilla condado, que tanto nos restriega el leonesismo. León parió al Reino de Castilla. Y juntos se inmolaron para crear una nueva nación y protagonizar las más brillantes páginas de la historia de España, incluida la Reconquista y el Descubrimiento de América, que inmortaliza la frase: "Por Castilla y por León, nuevo mundo halló Colón".
El leonesismo ha creado una incierta historia de desafectos. Quienes profesan su fe, rezan un credo que proclama que en Castilla no se quiere a León. Es un sentimiento falaz, tanto como el difundido por el independentismo catalán que adoctrina de sufrir desamores por el resto de España. No es una buena estrategia el llanto y la quejumbre en la que se ha instalado esa parte de la sociedad leonesa. Es una senda para perdedores, la ruta a ninguna parte. Como tampoco caer en el demagógico 'Valladolid nos roba'. Tan sin fuste, como una historieta repetida hasta la saciedad en León. Es bulo que Fasa-Renault no aterrizó en esa ciudad por la oposición del obispo Almarcha. La ciudad del Pisuerga ganó la fábrica por idea del ingeniero militar Jiménez Alfaro y el impulso del alcalde Santiago López.
Cuando hay un conflicto, los mediadores aconsejan practicar la escucha activa. El leonesismo debe soltar sus cuitas, como en la freudiana terapia de la evacuación y oiga quien tenga que hacerlo. Castilla y León tienen muchos mares pendientes de navegar juntos. No nos empeñemos en descalabrarnos a golpe de garrote. Como en el anuncio navideño de El Almendro: vuelvan ustedes a la casa de todos. Pero que no sea solo por Navidad.