Al elegir el tema de mi artículo de esa semana, lo primero que hice fue evitar los temas más controvertidos del momento: el asesinato de Tailandia y el caso Rubiales-Jennifer Hermoso, que de hablar de estos temas ya se ocupan profusamente los miembros del gobierno y sus múltiples terminales mediáticas, con lo que intentan ocultar la dramática situación económica y política que estamos viviendo en España.

Ni siquiera me voy a ocupar de analizar el “no es no” con el que Pedro I el Mentiroso ha despachado las sensatas peticiones que quien ganó las elecciones le planteó a quien, por mucho que intentó disimularlo las perdió. Para el Presimiente no existen las líneas rojas.

Hoy he preferido hablar de un tema mucho más doméstico pero muy importante para los vallisoletanos como son nuestras fiestas de septiembre, y digo de septiembre porque aunque siempre se celebraron en este mes, no siempre lo hicieron coincidiendo con la festividad de nuestra patrona la Virgen de San Lorenzo, sino con la festividad de San Mateo, que a pesar de los muchos años que se celebraron bajo su advocación, nunca fue el patrón de Valladolid, honor que los vallisoletanos adjudicaron al Santo Regalado, patronazgo, por cierto, que compartimos con los toreros.

Y una vez más voy a explicar a quién lo quiera entender que, cuando decidimos, no sin riesgo, cambiar las fechas de las ferias, no lo hicimos caprichosamente sino después de una reflexión profunda y un análisis concienzudo después de vivir casi sesenta años las fiestas de San Mateo.

Desde siempre, las ferias en Valladolid se reducían a los toros, los carruseles y los guiñoles para los más pequeños, las representaciones teatrales en el Calderón y las compañías de revistas en el Pradera, para los más “osados”. Y eso sí, los estudiantes, tanto los más pequeños como los universitarios todavía disfrutaban de las vacaciones estivales. Bueno, todos, salvo los que tenían que comparecer en las convocatorias de septiembre, hoy inexistentes, para intentar salvar alguna asignatura que quedó pendiente en junio.

Y al analizar por qué celebrábamos a San Mateo, concluí que se le atribuía al Santo su ayuda en apagar el incendio de devoró una buena parte del centro de la ciudad, ayuda, dicho sea en honor a la verdad, que llegó un tanto tarde a la vista del destrozo que provocó.

Pero la realidad, en mi opinión es muy otra: Valladolid, como buen padre de las provincias castellanas muy vinculadas a la agricultura, celebraban sus fiestas a finales de septiembre, una vez que los agricultores habían terminado sus faenas y cobrado sus cosechas y se desplazaban a la capital. Pero los tiempos cambian, y la progresiva modernización de las faenas agrícolas hace que, a día de hoy, las tareas del campo se terminan en julio y agosto y la progresiva industrialización de la provincia, cambiaron el panorama provincial.

Convencido de que ésta y no otra fue la razón de las fechas elegidas, y después de sufrir durante décadas el frío y la lluvia que acompañaban a nuestras patronales, en el año 1.999, inaugurando la feria gastronómica de las Casas Regionales, inauguración harto complicada por el viento y la lluvia, la entonces presidenta de la Casa de Navarra me preguntó por qué celebrábamos San Mateo que no era nuestro patrón. Esa misma tarde tuvimos problemas por la lluvia en la corrida de toros, y después de la misma, en la tertulia taurina de la entonces Televisión Valladolid se me ocurrió decir que estaba pensando cambiar las fiestas a la festividad de la patrona. Al día siguiente, el alcalde y buen amigo, Tomàs Rodríguez Bolaños, ya en la oposición municipal, se me acercó y me dijo: “Javier, te he visto anunciar que estás pensando en cambiar las fechas de las ferias y quiero que sepas que si lo planteas en el Pleno te voy a apoyar”.

Dicho y hecho, y después de analizar a través de la AEMET (no recuerdo si ya se llamaba así), y comparar la temperatura y la lluvia en la semana de la Virgen y del Santo de los últimos 25 años, y consultar con mi equipo envié una carta a 250 asociaciones inscritas en el Ayuntamiento preguntándoles su opinión. Contestaron 127, de ellas 124 a favor del cambio y 3, (la agrupación de feriantes, los estudiantes de Alternativa Universitaria y una peña taurina), en contra. Poco después el Pleno Municipal aprobó la propuesta, que incomodó a pueblos y ciudades cercanas al hacer coincidir nuestras fiestas con las suyas.

Y esa es la historia de la Feria y Fiestas de Nuestra Señora de San Lorenzo, con lo que la gente disfrutó de las fiestas como nunca lo había hecho, y las calles, ya ocupadas por las casetas de la Feria de Día, se llenaron de vallisoletanos y visitantes.

Hoy, 1 de septiembre, el ordenanza de la alcaldía, Alberto Vidal, que acaba de jubilarse, al que en ocasión similar, el chupinazo del arranque de hace unos años, al enredarse el cohete con la bandera del balcón municipal le reventó el tímpano será el elegido por el alcalde para lanzar el de este año.

Acto seguido, la periodista deportiva Alba Oliveros pronunciará el correspondiente pregón, al que asistiré en directo a la invitación que me cursó el alcalde, y darán comienzo las casi mil actividades que están programadas para disfrute de vallisoletanos y visitantes. Y entre las actividades, quiero destacar la recuperación de los festejos taurinos y el Trofeo Taurino San Pedro Regalado, tributos que exigió VTLP a los socialistas para votar como alcalde a quien perdió las elecciones en 2015.

Desde aquí deseo que la Virgen de San Lorenzo nos acompañe en estos días, que para sufrir la situación que se nos viene encima ya tendremos tiempo.

Hasta la semana que viene y … ¡Felices fiestas!