“Nada se parecía tanto a una derrota, pensó Ruiz Díaz, como una victoria”, esta frase, contenida en el magnífico Relato de Frontera “SIDI”, de Arturo Perez-Reverte, me ha recordado lo que pasó ayer 23 de julio, cuando vimos en nuestras elecciones generales que quien pierde gana y quien gana pierde, o lo que es lo mismo, que no se sabe muy bien quien ha ganado y quien ha perdido.

También, el relato de Pérez-Reverte, que recomiendo su lectura (Alfaguara, quinta edición, noviembre 2019), se dicen muchas más cosas, cuando se cuenta que Sidi Ruiz Díaz de Vivar, o sea, El Cid Campeador, guerreó después de su destierro acordado por Alfonso VI a las órdenes del Rey moro de Zaragoza Mutamán, lo que no deja de ser sorprendente. Esto es, un héroe castellano sirviendo como mercenario a un rey árabe y luchando, parece que fue ayer, contra el ejército de Berenguer Remont, Conde de Barcelona. Además, para más inri, en el ejército de Ruiz Díaz iban juntos los árabes, castellanos y leoneses, frente a las tropas en las que también se mezclaban árabes, francos (catalanes), esto es, moros y cristianos en ambos bandos. Un revoltijo fruto también de los reinos de Taifas, que ahora podrían traducirse como nacionalidades y regiones.

Han pasado cientos de años, fue en el siglo XI, cuando estos hechos ocurrieron, pero parece que fue ayer, si nos atenemos a lo que ahora sucede.

Puede decirse que la historia, una vez más, se repite con toda su crudeza, aunque no con su violencia y su sangre como entonces, como vimos ayer en unas elecciones generales que en nada resuelven y todo lo confunden. Como entonces, había dos dioses, el de los moros y el de los cristianos, ahora diremos que el de la derecha y el de la izquierda, con las nacionalidades y separatismos por medio.

Sin embargo, aunque haya dos dioses, o si me apuran, más de dos, la tierra, esto es, la patria y quienes vivimos en ella, somos los mismos, aunque tengamos diferencias, costumbres y hasta lenguas diferentes, como sucedía entonces, pero que si seguimos enfrentados no servirá para otra cosa que para autodestruirnos.

Todo el mundo se pregunta que pasará ahora y quien se llevará el gato al agua. Hay opiniones para todos los gustos y cualquiera puede hacer cábalas, conjeturas, suposiciones, maquinaciones y hasta enredos y sortilegios, pues de todo habrá o puede haber y, por supuesto, supersticiones, ya que cualquiera y mucho más los que se ponen delante de una cámara o de un micrófono, se irrogan la posibilidad no sólo de analizar lo ocurrido y sus causas, sino de profetizar lo que va a ocurrir, como si esto estuviera al alcance de cualquiera.

Por ello, habría que decir aquello de “que Dios nos coja confesados”, y aunque el horizonte de unas nuevas elecciones empiece a dibujarse en lontananza, mientras tanto habrá que seguir con la carga al hombro puesto que ni unos ni otros, mientras discuten y conspiran, nos van a salvar de los problemas más acuciantes y evitar las tareas de cada día.

No obstante, el horizonte de nuevas elecciones tampoco debe ser sugestivo, ya que una repetición electoral podría terminar en una repetición de los actuales resultados. Y estaríamos en las mismas, aunque mientras tanto todos se atribuyen el triunfo de las celebradas y como los de SUMAR, mejor dicho, como las de sumar, porque son más ellas que ellos, seguirán aplaudiendo incansables.

Yo me pregunto si no tendrán las manos encallecidas de tanto ovacionarse, aunque no sé si, además de hacer de clá, harán cosas más útiles.

En fin, ya veremos dijo el ciego, y no le faltó razón.