Enrique de Santiago Opinión Noticiascyl

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Opinión

Una España, un archivo y una traición

8 octubre, 2018 17:55

Todos, o casi todos, en algún momento de nuestra vida, hemos padecido situaciones de ultraje, ya sea por sufrir las maniobras oscuras que el adverso realiza en los juzgados y tribunales, ya sea porque violentan tu intimidad con un robo en la vivienda, en el despacho, en algún lugar privado, por sentir la extralimitación en el ámbito sanitario, por un o una desagradable actuación de tu interlocutor/a, o por mil y una situaciones en las que nos hemos sentido desagradablemente invadidos en lo más íntimo.

Esa violación de la propiedad se defiende con uñas y dientes, con toda intensidad, y para ello recordar los tiroteos que en muchos pueblos se han vivido por temas de propiedades, en cuántas películas está admitido el asesinato en defensa de la propiedad,… un nuevo sin fin de escenarios que en el devenir del día a día hemos observado alguna vez.

En 1999, se dio carta de naturaleza al Archivo General de la Guerra Civil, que se nutría del Archivo Histórico Nacional, creado durante la guerra civil para almacenar la documentación incautada durante la misma, de forma que su contenido es, básicamente, del lado republicano, con una referencia o sección dedicada a la masonería proveniente, igualmente, de requisas a los mismos.

Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que en el citado archivo existe una documentación del bando perdedor que el vencedor quería conservar y, en su caso, utilizar para la represión y que, llegada la democracia, ha servido, hasta el presente, para el resarcimiento del bando perdedor, como fundamento documental útil para la obtención de pensiones, reconocimiento de medallas de guerra, etc. En cualquier caso, documentación de la Guerra Civil que habla del pasado de este país sin más que datos.

Ab initio, fue Jordi Pujol el que comenzó a pedir la ruptura de dicho archivo y la recuperación de los denominados “papeles”, encontrándose en frente tanto a Felipe Gonzalez como a Aznar, a Jesús Málaga (alcalde de Salamanca del PSOE), como a Julián Lanzarote (alcalde de Salamanca del PP), hasta que, el “memo solemne” de José Luis Rodriguez Zapatero, muñidor del revisionismo histórico y de ruptura del engranaje constitucional y de liquidación del pacto histórico de la transición, fue quien rompió la unidad del archivo, penetró en sus entrañas y, cual ladrón de poca monta, con nocturnidad y alevosía, violó la propiedad que en su seno se encontraba.

Salamanca, sus ciudadanos y, muy especialmente uno de ellos, Policarpo, iniciaron una campaña de recuperación pacífica, legal y jurídica de dichos documentos y, como no podía ser de otro modo, los Tribunales, tras años de lucha, le dieron la razón; pero, como todo lo que tocan los políticos, de nada sirvió y la mácula se mantiene, todos le dan palmaditas en la espalda, la ofrecen buenas palabras, pero todos, sin excepción, le dan la espalda.

Ahora, en la nueva etapa, Policarpo se rodea de Mario Conde (la crítica: cómo te juntas con este o con aquel), de Hermann Tertsch (la crítica: Pero cómo estas con este o con el otro),… y, así, podíamos seguir uno a uno con los nuevos integrantes… pero, y tú ¿Qué haces por la defensa de esa unidad? Qué fácil es criticar, vilipendiar y pasar, pasar, pasar sentado ante el televisor, abobado con la mierda que nos dan para después sólo criticar.

España, como su archivo, como su Constitución, como la soberanía nacional, como la madre, como la libertad, es sólo una, indivisible y debemos defenderlas, con la vida si fuere preciso, como defenderíamos a nuestra madre si estuviere en peligro. Por eso, cuando se mofan de Policarpo o de cualquiera de los que defienden tan egregias misiones, sólo hacen que ensalzarlo. Se dirá que es de derechas o fascista, pero no hay fascismo, ni posición política para el que defiende a su madre (patria, nación, soberanía, archivo, símbolos). No, no son buenos tiempos para quienes quieren a su madre, póngasele el apellido que se quiera.