La antitelevisión que premia a la televisión: así son los Premios Iris

La antitelevisión que premia a la televisión: así son los Premios Iris

Televisión

La antitelevisión que premia a la televisión: así son los Premios Iris

23 octubre, 2015 00:53

Ya se ha convertido en una tradición. La Academia de la Artes y las Ciencias se disponía esta pasada noche del jueves a premiar a lo mejor de la televisión sin saber hacer un producto televisivo. Un año más, la gala emitida por TVE dejaba en entredicho unos premios que deberían tener un gran prestigio después de tantos años. Unos premios que pierden todo su potencial por una gala que no avanza, evoluciona o corrige errores. Una gala que no aprende o no quiere aprender.

Este año, María Casado era la maestra de ceremonias para los televisivos y académicos presentes. Sola delante de un escenario que no le quedaba grande pero que a veces se hacía inmenso cuando los premiados querían llegar al atril. La comidilla de la noche.

La cosa no empezaba muy bien. Casado intentó buscar una fórmula para que los galardonados no se enrollasen mucho en sus discursos. Una explicación que terminó siendo más aburrida que los agradecimientos más largos. Pero entonces apareció Peppa Pig, un dibujo animado que no hacía más que reforzar la idea de lo perdidos que parecen estar en esta gala infantiloide.

Arrancaron los premios. Una veintena de nombres y homenajes sin entretenimiento, el fin de la televisión. Una gala que dio vergüenza en numerosas ocasiones, más allá de la mala realización que corría por sus venas. Un mal trabajo de arriba a abajo. Poco cuidado. Desde el atril lleno de huellas o una iluminación que sólo generaba sombras hasta un guión rancio y anticuado.

El programa concedió un homenaje a aquellas cadenas que están de celebración. La llegada de la televisión privada y la huella que dejó Jesús Hermida en la pequeña pantalla fueron santo y seña de esta particular gala. Reportajes que duraron varios minutos y que los espectadores aprovecharon para ir al baño. Hubo momentos en que se echaba de menos que TVE tuviese publicidad. Y es que, viendo las imágenes de los años 90 que recordaban el nacimiento de Antena 3, ya no se diferenciaba lo que era del siglo pasado de lo que era la gala actual.

La gala tuvo que hacer frente al hecho de no tener imágenes de Telecinco. La guerra está lejos de enterrar el hacha de guerra. Mientras se vieron interminables reportajes de Antena 3 y de Canal+ por la llegada de la televisión privada, Telecinco no tuvo su propio homenaje. Parecía un tema tabú. Cada vez que se nombraba El Príncipe, única producción de Mediaset España nominada, aparecía una imagen estática de la serie.

“Es la fiesta de la televisión”, dijo Manuel Campo Vidal en su discurso. Pero más bien se puede pensar que es la fiesta del propio Campo Vidal. Una fecha anual en la que reunirse con sus amigos pero no aporta nada más allá de lo que podría ser un comunicado al final de la noche. Sin música, sin entretenimiento, sin humor, sin chispa. Y esto no puede ser la televisión que premia a la televisión.