Javier Linacero en su floristería.

Javier Linacero en su floristería. E.E

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Javier se jubila y busca nuevo dueño para su negocio: "La floristería lleva aquí unos 50 años, sería una pena cerrarla"

La céntrica floristería Linacero en la Avenida Goya, se traspasa por 45.000 euros.

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Zaragoza
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A sus 76 años, Javier Linacero mira por fin de frente a la jubilación; y lo hace después de casi medio siglo entre flores, ramos y clientes que ya forman parte de su propia biografía.

Su floristería, un negocio histórico de barrio, busca ahora un relevo que garantice su continuidad y evite que uno de esos comercios de toda la vida desaparezca del mapa urbano.

"Yo creo que llevo unos cincuenta años con la floristería", resume Javier con naturalidad. Sus inicios fueron con un pequeño puesto de flores en una época en la que apenas había floristerías y el clavel era prácticamente el único producto que se vendía.

"Tenía unos carros de hierro fundido blancos en el Mercado de las Delicias", recuerda. Con el tiempo compró el local actual, lo mantuvo cerrado durante más de un año mientras lo preparaba y, a partir de ahí, comenzó la etapa más estable del negocio.

Hoy, tras décadas de trabajo diario, ha colocado los carteles de 'Se traspasa'. La oferta incluye todo el negocio: mobiliario, cámaras frigoríficas, planta, cerámica, vidrio, estructuras y hasta accesorios para bodas.

El traspaso está fijado en 45.000 euros y el alquiler mensual en 800. "Los locales por aquí están por mil euros para arriba. Yo pido menos porque pretendo que al que se quede no le cueste pagar", explica.

Javier insiste en que el local no se vende. "Es mío, pero lo que quiero es traspasar y alquilar. Y, sobre todo, que siga siendo floristería".

Javier atendiendo a un cliente.

Javier atendiendo a un cliente. E.E

De hecho, reconoce que ha rechazado propuestas para instalar otro tipo de negocios. "Después de tantos años, me daría mucha pena que se cerrara. Se montó para esto y quiero que continúe", sentencia.

Uno de los valores más importantes del establecimiento es su clientela fiel, construida durante décadas. "Viene mucha gente del barrio, pero también clientes que llaman por teléfono o encargan por correo o por ordenador, sobre todo empresas de polígonos", cuenta. Los pedidos van desde ramos para regalo o nacimientos hasta encargos para el cementerio, cubriendo prácticamente todas las ocasiones.

Los clientes, al enterarse de su próxima jubilación, reaccionan con tristeza: "Me dicen que qué pena, que qué va a pasar", relata.

Javier intenta tranquilizarlos: "Les digo que no, que aunque se quede alguien nuevo, yo estaré un poco pendiente". Vive a apenas cien metros del local y está dispuesto a ayudar al futuro responsable del negocio. "No tengo inconveniente en venir ratos para enseñarle, sobre todo si no sabe mucho de floristería; y presentarle a los clientes", asegura.

El interés por el negocio existe, en las últimas semanas han pasado por la tienda entre seis y siete personas interesadas. Sin embargo, no todos pueden asumir el traspaso: "Hay gente que se retrae porque no tiene el dinero", admite, aunque defiende que el precio es ajustado: "Solo en planta, mobiliario y equipamiento hay mucho valor. He visto otras floristerías pedir 60.000 euros, y nada que ver con cómo está esta tienda".

Con la experiencia que le dan los años, Javier observa con preocupación la situación del pequeño comercio: "Veo muchos locales vacíos. No hay mucha alegría, cuesta vivir y se nota la carestía", reflexiona.

Aun así, considera que la floristería sigue siendo una actividad viable, apoyada en fechas clave como el Pilar, Todos los Santos, San Valentín, el Día de la Madre o la Navidad: "Son momentos al año en los que se trabaja bien".

Mientras espera al relevo adecuado, Javier sigue abriendo cada día la persiana, rodeado de flores y de anécdotas con generaciones de clientes.