Joseba Bonaut.
Hace unos días decidí entrar en la red social X para ver qué me ofrecía ese mundo lleno de polarización, visiones radicalizadas y críticas constantes. Cómo no, los mensajes de mi "línea de tiempo" estaban inundados de opiniones cinematográficas, noticias varias sobre el séptimo arte, muchas fotos impactantes y, sobre todo, descalificaciones.
La víctima de mi último viaje fue el director gallego, Oliver Laxe. Como muchos sabrán, la última película de este cineasta, 'Sirat', ha sido seleccionada por la Academia de Cine Española para competir en los Oscar en la categoría de "Película Internacional".
Como suele ser habitual, tras un más que interesante éxito en taquilla en el mes de junio, su selección ha provocado un río de opiniones negativas sobre el filme, respondiendo a la tradición española, "si la eligen, algo malo tendrá".
Lógicamente, muchas de las críticas han abundado en las redes sociales: ese patio de colegio en el que dominan los matones y escasean los argumentos. Con mucho pesar, he podido comprobar que la película de Laxe ha recibido un incremento en los improperios en cuanto se ha estrenado en Estados Unidos, en su camino a los máximos galardones cinematográficos.
'Sirat', hay que decirlo, ha gustado mucho en su debut estadounidense, y múltiples medios han entrevistado al director para conocer algo más en torno a la historia y su producción, así como sobre la visión del mundo del director español.
El público de X reacciona siempre a las declaraciones de Laxe con virulencia: "es un pedante insoportable", "su película no vale nada", o bien, "otra vez tenemos que soportar a este listillo".
En esta ocasión, lo que ha generado polémica es su afirmación de que las imágenes están muertas y que buscan decir muchas cosas, demasiadas, y que no cumplen su función de evocar algo en el espectador.
Las reacciones de esta red social revelan el escaso nivel crítico que vivimos en la sociedad española, ya que, al margen de los comentarios de brocha gorda, y que realmente no nos caiga bien una persona (sin conocerla, por supuesto), el razonamiento del cineasta es tremendamente interesante.
No sé si Laxe es pedante, se quiere hacer el místico o busca la falsa apariencia, pero sí que ahonda en una herida clara del mundo audiovisual y, por qué no decirlo, de la actual sociedad digitalizada. ¿Han perdido valor las imágenes? ¿Están llenas de ideas vacías? ¿Podemos ser libres dentro de ellas?
Ya hace 40 años, el director alemán Wim Wenders se obsesionaba con esta idea preguntándose: "¿Existirá alguna vez un arte electrónico, un artista digital?". Y, posteriormente, reflexionaba de manera pesimista: "La imagen electrónica es inflacionaria. Tengo mucho miedo a esa inflación que, dentro de una o dos generaciones, hará que no haya un solo crío capaz de ver una imagen fija, capaz de mirar una fotografía, un cuadro".
¿Somos ya esa generación? Creo que esta pregunta enlaza muy bien con la reflexión de Laxe y, se esté de acuerdo con él o no, es lícito plantear si las imágenes que vemos están muertas por falta de significado y de evocación, o si están teledirigidas a provocar la emoción por medio del estupor. Es decir, que el asombro y la perplejidad puedan arrebatar el impacto indeleble que provoca en la memoria la sencillez de la contemplación.
Para mí, este es un maravilloso debate que deberíamos tener entre todos. Pero vamos, que no parece importante. Mejor abrimos el móvil, tecleamos rápidamente unos cuantos insultos y decidimos empobrecernos hasta la "inanición intelectual". Si no hay problema, de envidia vamos sobrados.