Marián y Begoña, en su puesto de la plaza España, en Zaragoza.

Marián y Begoña, en su puesto de la plaza España, en Zaragoza. E.E Zaragoza

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Marian y Begoña, vendedoras de palmas de Semana Santa en las calles de Zaragoza: "Es bonito, nos recuerda a la infancia"

El Domingo de Ramos es uno de esos momentos en los que la infancia, los dulces y las palmas, vuelve a las calles evocando escenas que se repiten generación tras generación.

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Las tradiciones son pequeños rituales que, aunque sencillos, encierran una memoria colectiva, familiar e íntima. El Domingo de Ramos, por ejemplo, es uno de esos momentos en los que la infancia y la fe, los dulces y las palmas trenzadas, vuelven a las calles, evocando escenas que se repiten generación tras generación.

Y en medio de esa escena, hay manos que sostienen la costumbre con cariño. Como las de Marian y Begoña, dos mujeres que mantienen viva una tradición en las calles de la capital de Aragón que habla, sobre todo, de la infancia y los recuerdos.

Luchando contra "el viento tenaz de Zaragoza", ambas se refugian en su carpa ancladas con esmero y preparan su rincón de Domingo de Ramos. No es solo un puesto en la calle: "es una ventana abierta a la memoria, a la infancia, al aroma de las chuches", explica Marian. Una tradición que para ellas va mucho más allá de la venta.

Marián, de 60 años, comenzó hace unos seis o siete años a formar parte de este oficio. "Fue una manera de reinventarme", cuenta. "Pasamos de no tener trabajo a montar mercaditos. Igual vendo palmas ahora que artesanía, que prepara Begoña, o cómics, que nos encantan, en otras fechas. Es una forma de buscarse la vida... y además, es muy bonito", asegura.

Recuerdos de su niñez

Bonito, sí. Porque a ella le evoca recuerdos de su niñez, "cuando nuestros padres nos compraban chucherías para colgarlas en la palma". Señala que, aquel día, "era muy especial". "Estrenábamos ropa, nos decían que si no lo hacías se te caerían las manos”, dice entre risas, y añade que "estabas toda la mañana con tu palma y deseando que llegara la comida para poder comerte las chuches".

Junto a ella siempre está Begoña, artesana que lleva más de dos décadas creando piezas con sus manos. "Lo mío empezó hace 20 o 30 años, ya no los cuento", dice con una sonrisa tranquila.

Sus manos hábiles elaboran pequeños ramos, adornos o cruces decorativas para celebraciones "que se colocan en la solapa de los trajes". "Esto último lo llevo haciendo unos cinco años. Nos gusta. La artesanía es relajante cuando no lo haces por obligación", asegura entre risas.

Aunque las palmas grandes no las confeccionan ellas mismas, sí hacen a mano las pequeñas, con detalles delicados que "muchos abuelos buscan para sus nietos". "Me sorprende que aún se mantenga la tradición", explica Marian, "pensaba que esto ya se perdía, pero no. Sobre todo vienen muchas abuelas a comprar para sus nietos".

Y sin embargo, ambas coinciden en que la ilusión "no es la misma". "Los niños ahora tienen de todo. Esto ya no les emociona tanto como sí lo hace a los padres o los abuelos", suspira Marian.

El viento de Zaragoza

El oficio tiene su parte dura. El viento de Zaragoza no da tregua. "Un día se nos voló la carpa, las mesas, todo...", recuerda Begoña. "La gente venía con el material volando: 'Esto es vuestro, ¿no?'", rememora entre risas. Marian asiente y confirma que "lo peor es el viento. Más que el calor. Trabajar en la calle es duro".

Su jornada comienza antes de las ocho de la mañana y se alarga hasta bien entrada la tarde. Pueden llegar a vender entre 10 y 30 ramos al día, dependiendo de la fecha. Conforme se acerca el Domingo de Ramos, la demanda crece. Las horas de pie, el sol, el frío, el viento... todo forma parte del oficio que han elegido.

El puesto de palmas es solo una faceta de su universo ambulante. Ambas recorren España, y también el sur de Francia, participando en ferias de artesanía y salones de cómic. "Hemos estado en Barcelona, La Coruña, Granada, Getxo, incluso Angulema", enumera Begoña.

Más allá de las palmas, su gran pasión son los cómics. "Nos encanta ese mundo. Vendemos cómics ilustrados, historietas… en San Jorge, por ejemplo, esperamos con ilusión para montar nuestro puesto", confiesan.