Alicante

La séptima temporada de Élite aún no se ha estrenado y Cristina Rodríguez ya está embarcada en la octava y en otra serie más de Netflix. La diseñadora de vestuario nacida en Benidorm disfruta el éxito con el que define como su juguete y que le ha dado visibilidad mundial al ser una de las series más vistas. Y con la fuerza de ese reconocimiento alza la voz por la profesión: "Un dire de foto gana tres o cuatro veces más que yo".

En una pausa del rodaje de la historia ambientada en el selecto instituto Las Encinas, Rodríguez aprovecha para analizar lo que supone la nueva entrega. "Para mí ha sido, por muchas razones, el trabajo de mi vida", asegura. Que esté entre las series de televisión más vistas de la historia cuenta, "pero lo importante no es eso, porque al final tú no eres consciente de que se ve en el mundo entero, ¿sabes?".

Rodríguez valora "que es mi juguete". "Yo ahí me divierto, hago un poco lo que quiero. Confían en mí, tengo peso", razona. En una serie de excesos, desde el icónico uniforme que creó hasta los vestidos que eligen para las fiestas han marcado tendencia. "Nosotros los de vestuario siempre nos quejamos de que no nos dan el valor que tenemos, porque somos importantísimos, pero luego cualquiera opina", explica.

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Y ella tiene muy claras sus ideas como para que alguien venga a subestimarlas. Más cuando a lo largo de siete temporadas ha creado una imagen particular. "Es la primera vez que he sido yo en estado puro", destaca sobre este trabajo. "Mi cabeza ha podido hacer lo que le gusta que es jugar, no tener miedo", señala. E insiste en que "no me gustan los prejuicios, no me gustan las etiquetas". Y así ha ido construyendo la fantasía de jóvenes ricos que viven a todo lujo y a los que las marcas quieren vestir en la vida real.

Aunque no siempre fue así. "La primera temporada costó mucho que nos dejaran", recuerda de aquellos inicios en 2018. Nadie sabía entonces quién era Ester Expósito o Arón Piper y prestar ropa para un rodaje ya no era habitual. Hasta que una plataforma global la convierte en un fenómeno "y mucha gente nos llama".

Uno de ellos es la casa Valentino, apunta. Lo que le ha permitido vivir, junto al día de su boda, uno de "los mejores días de mi vida: irme a Milán a hacer el shopping, entrar en sus instalaciones, meterme en sus almacenes —porque a mí un almacén es lo que más me gusta en el mundo— y que me dejen llevarme lo que me diera la gana".

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No todas las jornadas de trabajo son así, claro. Pero porque también se encuentra con que "hay marcas grandes que son muy buenas para ponértelas, pero malas para Élite porque son aburridas, son normales, es ropa normal que la llevamos todos". "Y Élite, no tiene ropa normal", puntualiza.

Eso abre las puertas a los emergentes que experimentan, "que hacen locuras, que están con nosotros, que los llamamos y colaboran con nosotros". "Así que sí que es verdad que está Valentino y luego una marca que lleva poquito. Eso es maravilloso, porque Élite no solamente hace que actores jóvenes que no los conoce nadie de repente se conozcan el mundo entero y tengan una carrera internacional. También las marcas".

El mundo de Élite le permite crear fantasías gracias a las múltiples fiestas que aparecen en cada temporada. De Le Bal en la cuarta a la de máscaras con que despedían la sexta, se muestra risueña y orgullosa porque "hicimos cosas espectaculares". En la séptima que arranca ahora promete que "también tenemos alguna que otra fiesta diferente, quizás un poquito más convencional, pero nosotros le hemos dado nuestro toque" porque "todo tiene nuestro sello".

Ese sello conseguido a lo largo de estos cinco años tuvo pronto prueba del impacto cuando se convirtió en uno de los disfraces más vendidos, como destaca Rodríguez. Este año han sacado una colaboración con Lacoste en la que el cocodrilo aparece con el ribete rojo que ella creó para los uniformes. "Son cosas que te regalan la vida", valora.

Pero Rodríguez también se pone seria cuando aborda el reconocimiento al diseño hecho. "Se está intentando que los diseñadores de vestuario tengan derechos como los tienen los músicos, como los tiene el guionista", porque "ellos cobran un tanto por ciento pequeño porque son los creadores, pero nosotros no tenemos ningún derecho. Tú da lo mismo que con eso vendan cien millones, hagan colecciones otros… Tú no tienes ningún derecho y eso es algo que tenemos que cambiar porque nosotros somos creadores".