Elche

Joaquín Rocamora (Orihuela, 1986) es el entrenador de moda del balonmano femenino español. Ya lo era por su método de trabajo, personalidad y su forma de entender el juego, pero desde el pasado fin de semana también lo es por ganar.

El técnico ha hecho historia en el deporte ilicitano y alicantino al llevar a su equipo a conquistar un título nacional (la Copa de la Reina), algo que solo habían logrado en esta provincia el mítico Calpisa y el legendario Elda Prestigio femenino. Palabras mayores.

Apenas 48 horas  después del éxito, el oriolano atiende a EL ESPAÑOL entre homenajes y actos sociales del club con sus patrocinadores. “Yo creo que aún no somos conscientes de lo que hemos logrado y cómo lo hemos logrado”, dice el oriolano, un entrenador transversal, capaz de beber de otras disciplinas deportivas para encontrar fórmulas que le permitan mejorar su interpretación del juego.

Estudioso del ajedrez, admirador de Pep Guardiola y amigo de Tino Pérez, técnico del Movistar Inter de fútbol sala, Rocamora le cambió la piel a un equipo que peleaba por no descender y que ya gana títulos sin descuidar el ADN del CBM Elche: su cantera.

Joaquín Rocamora, el entrenador de CBM Elche, tras el partido.

“Tenemos que ser el Atlético de Madrid del balonmano femenino en España. Hay otros con más dinero y plantilla, pero tenemos que estar ahí siempre, compitiendo.  No somos los favoritos, pero si ellos fallan tenemos que aprovechar nuestra oportunidad”, explica.

Rocamora, pese a su juventud, se las sabe todas. Escaldado aún por la última final de Copa perdida, hace apenas ocho meses, el oriolano liberó de toda presión a sus jugadoras en la semana del torneo. “En dos meses habíamos ganado un partido. De hecho, los tres equipos a los que vencimos en la Copa nos habían ganado semanas antes. Estábamos mal”, confiesa Rocamora, quien optó por una  preparación poco habitual.

“Hicimos una yinkana, una cena sorpresa con las chicas, una pachanga entre cuerpo técnico y jugadoras… Fue como limpiar las cabezas, pero lo que nos dio la vida fue ganar el primer partido, que era nuestro único objetivo”, admite.

Competir

Liberado de ataduras y complejos, el Elche ya fue imparable en el torneo. “La final fue el partido que vi más tranquilo. Tras el primer día el equipo ya fue el de siempre”, señala el técnico, quien admite que perder aquella final en Málaga fue una enseñanza para todos.

“Yo aún no me perdono mi actuación aquel día. No estuve bien en nada. Ni en el planteamiento, ni en la charla, ni en buscar soluciones…”, confiesa. “Aquella derrota fue parte del proceso. Ahora no jugamos tan bonito, pero competimos mejor. Y en la élite se trata de eso, de competir”, subraya el oriolano.

El Elche y Rocamora llevaban un par de años llamando la atención del mundo del balonmano por su juego coral, dinámico y repleto de emboscadas defensivas para el rival, pero les faltaba la guinda en forma de título. “Hemos pasado de ser un equipo simpático y elogiado a ser tenido en cuenta para ganar. Ahora ya hemos cruzado esa raya de los ganadores y tenemos que ser igual de ambiciosos”, asegura Rocamora, quien añade que se acabó hablar de presupuestos para justificar las derrotas.

Diplomado en Magisterio de Educación Física, Rocamora, al que ya le gustaba de joven entrenar más que jugar, no esconde su deseo de dirigir algún día a un equipo masculino “porque soy entrenador de balonmano, en general, y me gustan  los retos”. También vincula su futuro en Elche al del presidente, Juanjo Ávila. “No me veo en el club sin él. Lo normal es que cuando él lo deje me vaya porque juntos le hemos puesto la guinda al pastel”, desvela Rocamora, tentado por varios clubes españoles y europeos.

Se habla mucho del método Rocamora, aunque el técnico desmitifica cualquier misterio. “Es normal fijarse en otros deportes y en otros líderes de grupos”, justifica el oriolano, que reconoce que a veces peca de ser “demasiado exigente y duro”. Sin embargo, esa capacidad de sacar el máximo rendimiento de sus pupilas también ha provocado un efecto llamada, ya que varias jugadoras han fichado por el Elche para “crecer” de la mano de Rocamora.

“Creo que aquí somos diferenciales en muchas cosas. En general, falta profesionalizar más el balonmano femenino. Profesionalizar no es pagar más dinero, sino que todo aquello que rodea a la jugadora en su vida esté pensado para que pueda rendir mejor. Desde cómo entrenas, a qué comes o cómo descansas. Creo que aquí sí hemos dado ese salto”, explica.

Ahora que recoge los frutos del trabajo, el preparador se acuerda de las entidades e instituciones que han ayudado al club a estar donde está. “El Ayuntamiento de Elche, la Diputación o la Fundación Trinidad Alfonso han sido determinantes y están detrás de todo el personal humano que ha logrado este éxito”, explica.  Acaba de renovar y ya piensa en la temporada que viene. “Intentaremos ponerle más guindas al pastel para que esté más dulce”, concluye. 

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