Marco Alar

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'Rebeldes y libres': magasIN adelanta el primer capítulo del libro de Lydia Cacho

La periodista, escritora y activista de los derechos humanos mexicana publica su libro el 25 de enero. Un repaso a la diversidad del feminismo.

22 enero, 2023 01:34

La Esfera de los Libros publica el 25 de enero Rebeldes y libres, el nuevo libro de la periodista Lydia Cacho, siendo el primero que ha investigado y escrito en España. En estas páginas, la autora se entrevista con cientos de menores de dieciocho años acerca de sus sueños, sus aspiraciones, sus miedos, sus reivindicaciones, su identidad sexual… Chicas diferentes que opinan abiertamente y exponen sin tapujos sus maneras de pensar el feminismo.

Un feminismo «de brazos abiertos» que las incluya a todas, siempre con más preguntas que respuestas. EL ESPAÑOL presenta en exclusiva su primer capítulo.

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«Es la lucha por la igualdad» (Violeta, quince años).

«Yo creo que más bien es por la equidad, no por la igualdad, porque no todas podemos tener en plan… lo mismo. Hay gente que necesita más y gente que necesita me- nos, el feminismo es justicia; por ejemplo, hay una imagen muy popular para explicarlo: hay tres banquitos, y si la niña más alta tiene el mismo banquito que la más bajita, una no va a ver lo mismo que ve la otra, entonces es mejor darle a cada una el banquito que necesita para que todas puedan estar a la misma altura. Si una niña no puede ir a la escuela, no va a tener las oportunidades de otra que sí tiene educación» (Alba, quince años).

«Pienso que, si todas fuésemos feministas, el machismo desaparecería más rápido. No entiendo que aún haya personas que no creen que las chicas tenemos derecho a ser libres, a no tener miedo de la violencia» (Martina, once años).

«Yo no sé si decir que soy feminista, es que machacan mucho por decirlo… Ya sé que gracias a las feministas podemos estudiar y ser más libres; mira, vale, el tema es que los chicos creen que ser feminista es igual a ser machista en mujer, y eso es mentira. Yo todavía no soy capaz de explicarlo bien, siento que soy feminista, pero no sé explicarme» (Carla, trece años).

«El feminismo dice que es la igualdad; yo como musulmana no me siento incluida cuando ellas hablan. Sí quiero que tengamos los mismos derechos, que dejen de pensar que por- que somos de otra raza, religión o color de piel pues que no somos tan iguales, ¿me entiendes?» (Basima, catorce años).

«Para mí es que las mujeres lleguemos a ser igual que los hombres. Que no haya ningún tipo de desigualdad social para ninguno de los géneros. Básicamente, eso es el feminismo para mí» (Cris, trece años).

El Diccionario de la lengua española de la Real Academia (DRAE) define el feminismo como: «Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres».

Hay muchas formas de ser feminista, es importante conocer cómo piensan los diferentes grupos de lo que en todo el mundo se llama «movimiento de mujeres». Para empezar, digamos que las cosas han cambiado muchísimo gracias a las primeras mujeres que se rebelaron contra la desigualdad y el machismo porque no les dejaban salir solas a la calle, estudiar en la escuela y menos ir a la universidad; se les prohibía votar y ser elegidas como candidatas políticas; como ya sabemos, las mujeres no podían ni siquiera divorciarse, ser dueñas legales de su propia casa o recibir la herencia de su familia, siempre debían tener a un hombre a su lado para controlar sus vidas, su dinero y su comportamiento. Esas reglas de la vida se engloban bajo el nombre de patriarcado, porque son normas basadas en el poder del padre que manda, es decir, de los hombres que controlan la política, las leyes, la economía, la religión, la guerra, los cuerpos de las mujeres y niñas y las pautas de comportamiento de la sociedad.

Para recordar que cada vez hay más chicas feministas, ima- ginaos esto: en el año 2000, las feministas convocaron a las mujeres a salir a las calles de España. En Madrid asistieron mil personas; en 2017 se juntaron cuarenta mil y en 2018 acudieron ciento setenta mil personas a la marcha para exigir justicia, igualdad y un alto a la violencia de género. El año más impresionante fue 2019: el 8 de marzo se reunieron trescientas setenta y cinco mil personas entre la plaza de España y el paseo del Prado.

'Rebeldes y libres', escrito por Lydia Cacho

'Rebeldes y libres', escrito por Lydia Cacho

¿Os imagináis el estadio Santiago Bernabéu totalmente lleno? Pues caben dentro ochenta y una mil personas; eso significa que las feministas habrían llenado cinco estadios de fútbol —solamente en Madrid—, para gritar juntas que su voz y sus derechos son importantes. Además, miles más asistieron a marchas, manifestaciones y conciertos en el resto de España.

Nadie tiene la propiedad intelectual del feminismo, aunque lo cierto es que resulta muy importante entender lo que no es el feminismo. Ana, una chica originaria de Cádiz, tiene quince años y expresa así sus dudas: «Yo siento que soy feminista y entro a discusiones con chicas feministas en TikTok; me gusta que podamos hablar de las cosas, como lo de Carla Galeote que habló en su TikTok y en su Instagram del caso de Kira y de los sacerdotes que abusan de chicos en las escuelas; en ese caso, habló de un cole en Barcelona. Ella evitó decir el nombre del abusador para que la Iglesia no la demande y para que la plataforma no le cierre su perfil. A mí tampoco me da la gana de callarme cuando veo injusticias y violencia machista, o sea, soy feminista, y, bueno… no soy activista, siento que aún no estoy lista, aunque algunas amigas de mi hermana mayor digan que, si no vas a las marchas y así, no eres feminista de verdad. Yo pienso que cada una tenemos nuestros tiempos para convertirnos en quien quere- mos ser, tipo, una mujer con integridad y eso. Por eso, yo pregunto todo el tiempo en qué feminismo encajo yo. Eso es lo que más quisiera entender ahora».

Los feminismos

La definición general plantea que el feminismo es un conjunto de movimientos y posturas ideológicas, tanto a nivel individual como colectivo, que buscan alcanzar, desde la acción política, la equidad de género para las mujeres sobre los dere- chos y libertades que se les han negado históricamente. Hay un solo movimiento que aspira a la libertad para las mujeres y en él caben muchas corrientes. Hay quienes se identifican con más de una de ellas. Veámoslas por orden alfabético.

Feminismo abolicionista: se concentra en la lucha contra la explotación comercial y sexual del cuerpo femenino y de todas las formas de trata y esclavitud de las mujeres y niñas. Uno de sus objetivos principales es evidenciar cómo la prostitución y la pornografía promueven y normalizan la explotación de las mujeres. También se opone a la subrogación gestacional (vientres de alquiler) porque lo consideran una forma de esclavitud humana.

Feminismo anarquista: el anarcofeminismo es una filosofía política de la lucha por la igualdad de género que se basa en las ideas anarquistas, es decir, que cuestiona el poder y la fuerza del Estado sobre las vidas de las mujeres. Pone en tela de juicio los diferentes modos de control social que son expresión propia del patriarcado.

Feminismo autónomo: cuestiona la institucionalidad del feminismo que se ha dado desde la política mundial, la burocratización del movimiento feminista a través de la creación de organizaciones no gubernamentales vigiladas por el Estado. El feminismo autónomo nace de las reflexiones de mujeres racializadas, negras y caribeñas que se oponen a su exclusión desde la visión capitalista y colonialista.

Ciberfeminismo: promueve los espacios de inclusión femenina a través de la educación tecnológica, el diseño industrial y el acceso al ciberespacio. Corriente feminista que plantea que las mujeres han sido el pilar fundamental para el desarrollo tecnológico y dejarlas atrás en la educación tecnológica creará una brecha de desigualdad aún mayor que la que ya existe. A la gente se le olvida que la madre de internet es una mujer llamada Radia Joy Perlman.

Feminismo cultural: originalmente las mujeres que no querían meterse en discusiones políticas o activismo se llamaban feministas de la cultura, es decir, buscaban impactar la cultura desde su ámbito personal sin dedicarse necesariamente al activismo. En la actualidad, este concepto engloba tendencias que proponen que la mujer es moralmente superior al hombre y ve un vínculo entre la maternidad y la fuerza de la naturaleza.

Feminismo de la diferencia: parte del psicoanálisis y del concepto de la otredad (alteridad). Considera a la mujer como un ser absolutamente otro, es decir, como un ser específico que no puede ser igualado al hombre. Asume la exploración del inconsciente como un mecanismo para la construcción de la identidad femenina. No aspira a igualarse con el poder masculino sino a utilizar las características únicas de las mujeres para crear una nueva estructura social que no esté basada en el patriarcado.

Feminismo decolonial: analiza y critica las categorías del feminismo colonial que nació desde la exclusión y la colonización capitalista. Cuestiona los conceptos de democracia, Estado moderno, heteronormatividad. Le dan importancia a otras formas de conocimiento feminista no institucional, como el arte, la historia oral y la práctica política.

Feminismo disidente: muchas feministas de diferentes corrientes se consideran disidentes (que están en desacuer- do parcial o total) de algunas corrientes feministas. Promueven la igualdad de derechos, pero se distancian de algunas ideas feministas.

Ecofeminismo: propone la unión del movimiento ecologista y feminista, pues dicen que las mujeres son quienes promueven el cuidado de la naturaleza como guardianas del ecosistema. El patriarcado oprime a las mujeres y a la naturaleza con el capitalismo. El ecofeminismo tiene ideas marxistas que consideran el origen del patriarcado capitalista como agente opresor y promotor de la desigualdad.

Feminismo factual o científico: se basa en la biología y la psicología evolucionista. Se opone a la idea de que las únicas diferencias entre hombres y mujeres sean culturales, pues reconoce las diferencias biológicas. Señala que estas variaciones no justifican la desigualdad entre los géneros, y es necesario construir una sociedad inclusiva en materia de derechos.

Feminismo filosófico: desde las ciencias sociales reflexiona sobre ideas, conceptos y la función de las mujeres en el orden social. Propone la revisión de la historia de la filosofía. Gracias a este movimiento, hemos aprendido a analizar y comprender mejor las categorías de análisis, para plantear ideas científicas y hacer análisis de datos concretos que explican cómo funciona la discriminación hacia las mujeres. La filosofía y la filología nos han ayudado a analizar el lenguaje y a cambiar sus formas para erradicar la discriminación.

Feminismo de la igualdad: basado en la idea de que los roles asignados a ser mujer y ser hombre son constructos culturales; como esos roles son consecuencia de un condicionamiento social, pueden cambiarse y crear una cultura donde logremos la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Feminismo lésbico: plantea que el origen de los roles de género es la heteronormatividad (que todas debemos ser heterosexuales). Propone que la opresión machista solo puede eliminarse a través de la estructura sostenida por mujeres solidarias.

Feminismo liberal: es contrario al marxista porque argumenta que es gracias al sistema capitalista y al liberalismo económico que las mujeres pueden independizarse y liberarse de la opresión patriarcal. Promueve que las mujeres sean reconocidas y aceptadas en actividades y trabajos que históricamente se han asociado a los hombres. Fomenta la igualdad de oportunidades.

Feminismo marxista o socialista: dice que la opresión hacia las mujeres surge del sistema capitalista que es impulsa- do por el patriarcado creando condiciones económicas establecidas para perpetuar la desigualdad y la pobreza. Argumenta que el capitalismo es una herramienta patriarcal en esencia y de él surgen las políticas sociales y económicas que discriminan y oprimen a las mujeres.

⯈  Feminismo masculino: hombres que apoyan al movimiento feminista y sus valores en la lucha por la igualdad de género. Cuestionan los efectos nocivos del patriarcado en el colectivo masculino al crear modelos de masculinidad que promueven las violencias, el machismo, la opresión y la represión de la expresión individual de cada hombre. Hay debates sobre si esos hombres son profeministas o feministas.

Feminismo negro: surgió en la lucha de los derechos civiles en los años sesenta, en que las mujeres negras —afrodescendientes— unidas a las marchas feministas vieron que ellas, además de vivir el machismo y la desigualdad, se encuentran bajo el yugo del racismo y la presión de clase y raza. Nace del concepto de interseccionalidad que muestra que el sexismo, el clasismo y el racismo están estrechamente unidos. Así, cuando luchamos por los derechos de las mujeres negras, en realidad, también lo hacemos por todas las personas oprimidas por la discriminación de género y raza. Aquí están los feminismos de las mujeres indígenas, de las mujeres cafés-no blancas y de todas las razas no caucásicas que han sido históricamente discriminadas desde el pensamiento y la cultura occidental. A las mujeres no blancas nos llaman racializadas. La poeta feminista negra lesbiana norteamericana Audre Lorde fue una de las pioneras en señalar el racismo en el feminismo con frases como: «¿Cómo explicáis que las mujeres que os limpian las casas y cuidan a vuestros hijos mientras vosotras asistís a congresos feministas sean en su mayoría mujeres pobres y de color?».

Feminismo poscolonial: estudia y reflexiona sobre la condición de las mujeres en ámbitos geopolíticos poscoloniales (todas esas islas o países que fueron colonizados por Europa). Analiza cómo ha impactado la cultura de los colonizadores en la construcción social de la población colonizada. Cuestiona el racismo, el machismo, el clasismo desde el prisma de la opresión cultural y política y cómo la sociedad colonizada ha adoptado los valores de su conquistador.

Feminismo radical: comenzó en los años sesenta y propone hacer una revisión total de las estructuras políticas económicas y sociales para desactivar el sistema que oprime a las mujeres y niñas. Radical significa «lo relativo a la raíz», es decir el feminismo Radfem no es extremista, más bien analiza en profundidad las raíces históricas, sociales, culturales y emocionales del ordenamiento sociopolítico y económico del que nacen las prácticas de discriminación como el clasismo y el sexismo entre otras.

Feminismo separatista: propone la separación de hombres y mujeres como única forma para que las mujeres alcancen su potencial. Existen dos tendencias en el separatismo: el general y el lésbico.

Transfeminismo: parte de la idea de que el género es una construcción social creada para oprimir a las personas en función de los roles y códigos que mantienen el orden social que controla los cuerpos y las conductas. Busca la liberación junto a la igualdad y equidad para todas las personas transexuales y transgénero, aplicable también a las mujeres cisgénero.

FEMINISMO

«Corriente de pensamiento en permanente evolución por la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre ambos sexos. Constituye una forma diferente de entender el mundo, las relaciones de poder, las estructuras sociales y las relaciones entre los sexos».

Cibercolectivo «Mujeres en Red» 

Las olas feministas básicas

No creo que el tema de las olas o etapas sea algo estático. Hay muchas ideas y nociones que quedan fuera de estas definiciones, pero como las chicas lo habéis preguntado, aquí tenemos una visión muy general de cómo han ido avanzando los movimientos feministas.

Desde los comienzos de la civilización, se fueron descubriendo los roles y responsabilidades de hombres y mujeres. Los filósofos griegos, primero, y después la Iglesia determinaron que los nacidos hombres, es decir con genitales masculinos, eran los únicos con derecho y acceso a la educación, la cultura y la política. Los creadores de la democracia dictaminaron que las mujeres, sus hijas e hijos debían de vivir bajo el mando o tutela de los hombres.

Más tarde…

El prefeminismo

Antes de que aparecieran las primeras teorías feministas que ayudaron a entender la desigualdad y las diversas opresiones entre hombres y mujeres, ya las mujeres de la Antigüedad se rebelaron individualmente ante el monopolio de la cultura y la política. También las chamanas o sanadoras de diversas razas a las que en algunas culturas llamaban brujas o hechiceras, se opusieron a las formas en que el patriarcado excluía a las mujeres de la medicina aprendiendo a usar y mezclar hierbas y pociones para curar a las personas enfermas. Hay cientos de ejemplos de mujeres de la Edad Media que llevaron a cabo acciones que les costaron la vida y que ahora calificaríamos como acciones feministas.

La primera ola. Las desigualdades legales

En el siglo xviii se afianzó claramente el poder patriarcal como controlador universal de la división de sexos y de las tareas asignadas a hombres y mujeres. A pesar de que durante la Ilustración los hombres y las mujeres unieron sus esfuerzos para hablar de igualdad socioeconómica y las mujeres fueron muy importantes para este movimiento, después de la Revo- lución francesa los hombres se olvidaron de las mujeres y escribieron el primer tratado de lo que ahora llamamos derechos humanos. El problema es que lo denominaron «Declaración Universal de los Derechos del Hombre». Cuando las intelectuales se quejaron, sus amigos simplemente les dijeron: «No os preocupéis, cuando decimos hombre, incluimos a las mujeres también, simplemente no hace falta nombraros». Fue la primera revolución que universalizó el borrado de las mujeres en los tratados políticos por las libertades.

Entonces la francesa Olympe de Gauges tomó el documento y lo reescribió en femenino llamándolo «Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana», exigiendo la igualdad jurídica y legal para las mujeres.

En Inglaterra, Mary Wollstonecraft escribió el libro Vindicación de los derechos de la mujer, que está considerado el texto fundador del feminismo, pues ahí se dice por primera vez que la diferencia entre el género masculino y femenino no es algo natural como les habían dicho, es más bien el producto de la cultura y la educación; Mary exigía la educación igualitaria, y cuando las mujeres se enteraron del contenido de esta obra comenzaron a juntarse para hacer su propia revolución sin armas. Como castigo por fundar la revolución feminista Olympe de Gauges fue guillotinada mientras que muchas de las seguidoras de Wollstonecraft acabaron en la cárcel. Los gobiernos en Europa, a través del Código Civil Napoleónico, promulgaron leyes escritas que prohibían que más de cinco mujeres se reunieran y les exigieron que debían obedecer a sus esposos; además, dejaban claro que las mujeres no tenían ni derechos políticos ni sociales; así que los prohibieron directamente. Es decir, el primer código de derechos civiles de Europa promovía abiertamente la discriminación por género para impedir que las mujeres se politizaran y exigieran la libertad e igualdad que ellas mismas lograron con la Revolución francesa. Obviamente, estas mujeres eran blancas y privilegiadas, porque tenían tiempo libre y acceso a la cultura para leer, escribir y hablar de política, mientras que en los libros no aparecen las rebeliones de las mujeres pobres y de otras razas que no tenían acceso a la cultura y a su difusión.

Segunda ola. Desigualdades estructurales

Las mujeres se dieron cuenta de que, en cuanto empezaban a exigir sus derechos civiles y a poner en papel la idea de que ambos géneros deben ser igualitarios, los políticos hacían leyes más duras para silenciarlas, pues no querían que todas supieran que la igualdad era una posibilidad. Así que pensaron que, además de las ideas y la cultura, había que hacer política y votar para detener a los patriarcas creadores de las duras leyes machistas. Se llamaron a sí mismas las sufragistas, organizaron acciones sociales y estrategias que comenzaron en Estados Unidos y en Inglaterra.

En 1848 las americanas Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton se unieron a la lucha para eliminar la esclavitud humana y se dieron cuenta de que en Europa las mujeres no tenían derecho a participar en el movimiento antiesclavista, solo los hombres. Entonces organizaron en Seneca Falls lo que se considera la primera convención de derechos de la mujer y publicaron la «Declaración de sentimientos» para reivindicar los derechos civiles y políticos de las mujeres. El camino fue largo, pero en 1920 se logró el voto para las mujeres blancas (las mujeres de otras razas y colores de piel quedaron excluidas). En 1851 la exesclava negra norteamericana Sojourner Truth hizo público el discurso «¿Acaso no soy una mujer?», con el cual dio inicio al movimiento abolicionista feminista racializado, es decir a las mujeres de otras razas no blancas dominantes en Europa y América.

Y junto a todas estas reivindicaciones, Flora Tristán marcó un importante hito, ya que fue la primera que dijo: «Esperen un momento, las mujeres obreras son doblemente discriminadas por su género, pero también por su situación económica», así que el feminismo de pronto ya se cuestionaba la raza, la clase económica y la condición laboral; por eso a Flora la llamamos la madre del feminismo socialista.

No todas las feministas estaban de acuerdo, así que se fueron agrupando en dos corrientes principales: la del feminismo por la igualdad, que planteaba que una vez que hubiese igualdad la sociedad cambiaría, y la del feminismo antisistema o de la diferencia, que se inclinaba por cuestionar los principios del capitalismo patriarcal y transformar el sistema por completo para lograr modificar la narrativa social entre hombres y mujeres.

Tercera ola. Movimientos identitarios

A partir de aquí, millones de mujeres comenzaron a ver que se abrían nuevos horizontes para poder estudiar y liberarse. En 1949 la filósofa francesa Simone de Beauvoir publicó El segundo sexo y animó a miles de mujeres a retomar la lucha activa, porque su libro les recordaba que, para ser consideradas como mujeres, más allá de haber nacido con matriz, ovarios y pechos, ellas tenían que aceptar todas las reglas sociales de lo que era «ser mujer»: sumisión, obediencia, femineidad, belleza, etc. Simone escribió que el hombre se concebía como la medida de todas las cosas, es decir, la sociedad es androcéntrica y las mujeres son «lo otro que no es hombre».

En 1963, la socióloga americana Betty Friedan publicó el libro La mística de la femineidad en el que cuestionaba el valor de la cultura que publicita que las mujeres solo alcanzarán la felicidad siendo buenas esposas, guapas, buenas amas de casa, estando al servicio de los otros. Junto a miles de mujeres, Betty fundó la organización NOW (National Organization for Women). Con ella nacía el feminismo liberal que propone que no hay que pelear únicamente por eliminar la opresión de las mujeres, sino que se debe trabajar por la igualdad entre ambos sexos. En los años 1960/1970 cada vez más mujeres en el mundo se concienciaron de que debían procurar la libertad y la inclusión política y laboral de las mujeres. Fue entonces cuando se empezó a hablar de salarios iguales para trabajos iguales entre hombres y mujeres, de la importancia de la paridad política, es decir, que se permitiera y promoviese la participación de la misma cantidad de mujeres que de hombres en política.

Conforme el feminismo se hizo más popular, los diferentes movimientos de mujeres del mundo comenzaron a comunicarse cada vez más. Miles de mujeres supieron que había que escribir mucho sobre el aprendizaje y sobre la desigualdad de género para poder educar mejor a toda la sociedad. Y aunque ya había mujeres feministas periodistas, fue en los años setenta cuando nació el feminismo con perspectiva de género, raza y clase. Entonces se documentaban los avances sociales y políticos y mucha gente conservadora decía: «Pues ya está, ya tienen igualdad, trabajan, se visten como quieren, toman anticonceptivos y entraron en la política. Ya no se necesita el feminismo».

Pero las mujeres de clase media y las activistas se dieron cuenta de que había que dar a conocer la violencia contra mujeres y niñas en el ámbito doméstico, y dijeron: «Si no nos liberamos del yugo de la violencia en el amor y la familia, muy poco cambiará». Estas son las feministas radicales, que procuraban ir a la raíz del problema y trabajar por la liberación de las mujeres: libres para elegir, para vivir, para amar, para trabajar en igualdad de condiciones y oportunidades.

Estas feministas consiguieron crear una cultura de protección para ayudar a las mujeres y niñas a liberarse de la violencia, la opresión y el control patriarcal y tener más libertad, y así, en todo el mundo se fomentó la creación de centros de atención a mujeres víctimas, casas de acogida, guarderías y talleres de educación sexual, es decir, espacios de libertad.

En la tercera ola se cuestionó el género binario: hombre/ mujer y empezó la defensa de los derechos y reivindicaciones de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero, intersexuales, queer (LGBTTIQ). Se trata de lo que Ochy Curiel denomina feminismo decolonial en el que se plantea: «El régimen heterosexual toca todo tipo de relación social, no solamente la práctica sexual, sino que instala la lógica del matrimonio, de la familia nuclear, la ideología de la diferencia sexual que tiene efectos en todas las relaciones sociales, incluso de personas LGTBTTIQ+».

En el siglo XXI las mujeres jóvenes han aprendido que hay muchas formas diversas de vivir el feminismo y de ejercer su activismo; es importante recordar que, al igual que lo que sucedió cuando Olympe de Gauges y otras feministas alzaron sus voces y fueron perseguidas por los patriarcas del poder, aún hoy en día hay mucha gente que se opone a la igualdad y que hace pasar por feministas una gran cantidad de acciones que son producto de las reglas del patriarcado, de la esclavitud y la opresión y que, como si fuese algo fácil de comprar o digerir, nos los venden como actos progresistas.

«El feminismo de la diferencia plantea la igualdad entre mujeres y hombres, pero nunca la igualdad con los hombres, porque eso implicaría aceptar el modelo masculino».

Nuria Varela

Las herramientas del feminismo

Todas las chicas a las que entrevistamos para este libro tienen muy claro que el feminismo es importante, aunque la mayoría, en algún momento de las entrevistas, ha dicho que le es difícil elaborar sus argumentos sin confusiones o contradicciones, que de pronto hay demasiada información y sienten que necesitan mayor claridad. Para eso es fundamental leer a las feministas, en especial a las que desde la práctica nos ayudan a entender cómo procesamos lo que pensamos, lo que observamos, lo que sentimos, lo que vivimos y todo aquello que soñamos para el futuro colectivo.

La filósofa y escritora Dahlia de la Cerda nos da una clave importante, pues dice que «el feminismo se compone de la teoría, la agenda, la praxis o práctica, y las reivindicaciones».

La teoría es un conjunto de reglas, principios y conocimientos. El conjunto organizado de ideas que explican un fenómeno, deducidas a partir de la observación, la experiencia o el razonamiento lógico.

Por ejemplo, luchar por el acceso al aborto legal forma parte de la agenda política, al igual que presionar para que existan leyes contra la violencia de género que incluyan a mujeres de todas las razas y clases y condiciones sociales, leyes que reconozcan las complejidades del acceso a la justicia entre las diferentes mujeres.

Visibilizar que la sangre menstrual no es impura, o que un cuerpo con celulitis y no delgado es bello, o que las mujeres pueden tener vello en todo el cuerpo y es su decisión estética, son reivindicaciones. Por ejemplo, decirle a una mujer «qué guapa estás» no es ni microfeminismo ni reivindicación, es simplemente un acto de amabilidad.

La praxis (o sea la práctica) es más complicada, porque, dice Dahlia, necesariamente exige congruencia entre el pensar y el hacer, el decir y el tratar a las otras personas de una forma justa e igualitaria.

La teoría no la define un solo grupo, aunque la corriente predominante de las mujeres que tenían acceso a la educación y la lectura promovió durante décadas las lecturas clásicas del feminismo blanco norteamericano y europeo burgués, es decir, las mujeres que hablaban y escribían eran las que tenían privilegios, dinero y posibilidad de recibir educación. Hoy en día hay un creciente número de teóricas del feminismo de diferentes razas, edades y cosmovisiones; podemos decir que los feminismos se nutren de más mujeres y niñas de diferentes edades y con ello se enriquece la polifonía para que ellas elijan quién les habla desde sus realidades.

Millones de mujeres se unen en un movimiento para defender sus derechos, pero no todas son feministas ni se identifican con lo que conocen de la filosofía del feminismo. Un porcentaje absolutamente menor de la población mundial lee filosofía feminista, muchas menos viven el relato académico como una proyección de su propia realidad. No todas se mueven para hacer activismo y participar en marchas, manifestaciones o revueltas.

Para entender la rebelión de las mujeres y niñas es indispensable escuchar su narrativa, conocer su origen, su raza, su historia y los privilegios que han tenido —o de los que han carecido como mujeres—; solo así alcanzamos a entender el caleidoscopio de visiones feministas que cruzan sus caminos con cada acto de reivindicación.

Por ejemplo, en España entrevisté a chicas de Ecuador que viven en una situación de pobreza, y tanto ellas como sus madres han trabajado en empleos precarios como la limpieza doméstica; hablamos con las niñas que se rebelan en la Cañada Real contra las injusticias, el racismo, el machismo y la violencia de las mafias que gobiernan ese sitio; con las migrantes marroquíes, las saharauis, bolivianas, nicaragüenses, cubanas y nigerianas que huyeron de la exclusión o la pobreza y la violencia; todas ellas son ciudadanas españolas y cada una vive esa ciudadanía de forma muy distinta. Ellas no se identifican con todo lo que cuentan las chicas españolas blancas que no tienen problemas económicos permanentes y nunca han vivido con miedo a morir. Pero todas ellas tienen en común un proceso de análisis y cuestionamiento importante del relato del feminismo de clase media española.

Lo interesante es que las ciento setenta y seis chicas entrevistadas me han dicho que quieren escuchar y entender a las que no conocen y que viven otra realidad en el mismo país. Quieren saber si hablan el mismo lenguaje cuando se refieren, por ejemplo, a la palabra «machismo y a los actos machistas».