Pepe Barahona Fernando Ruso

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El hipnótico movimiento del culo de Nadia sigue el compás de una frecuencia explosiva de 180 pulsos por minuto. Su pelvis se expande y contrae una y otra vez sin aparente esfuerzo dejándose llevar por un trepidante ritmo electrónico a base de palmas y bocinas. La sensualidad aflora en cada espasmódico movimiento. Es innegable el erotismo. Quizás no pretendido, pero sí presente en la coreografía. Y ella sube, y baja, y se echa al suelo, y el meneo pendular prosigue vibrante a 180 palpitaciones por minuto. Es danza, es twerk

Nadia sabe que por muy rápido que mueva el culo, nunca podrá sacudirse el estigma que acompaña a twerk. Tampoco lo pretende. Ella prefiere bailar, y disfrutar de cada contoneo. “¿Machista? Sí, hay quien lo piensa, pero no lo es. Bailo para sentirme segura de mí misma, para aumentar el control de mi cuerpo y no para seducir a los hombres”, defiende la joven, de 19 años y estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas.

Así son las Spanish Twerk Team

Ella es una de las integrantes de las Spanish Twerk Team, un grupo de bailarinas que la prensa sensacionalista británica ha llegado a describir como las ‘chicas más calientes del mundo’. Y, sí, con su forma de moverse puede que hagan subir algunos grados la sala en la que entrenan. Puede que sea porque para ejecutar sus coreografías sea necesario tener una altísima forma física y el entrenamiento sea más duro de lo que muchos se piensan. De ahí viene el sudor.

Noemí Torrosa, bailarina de ballet y componente de las Spanish Twerk Team.

Noemí Torrosa, bailarina de ballet y componente de las Spanish Twerk Team. Fernando Ruso

EL ESPAÑOL comparte con las Spanish Twerk Team una jornada de preparación. Ensayan, ríen y, entre baile y baile, reclaman que la sociedad deje de mirarlas como objetos sexuales. Y defienden su baile, que tantos beneficios les reporta. 

“Nos hacemos fuertes bailando twerk”, reivindica Isabel Botello, conocida como Bubble BC, ideóloga y directora del grupo. Ella explica que este tipo de danza nació lejos de la sexualización que le atribuye occidente. “Viene de África, y allí lo bailan hombres y mujeres, pero cuando llegó a Estados Unidos pasó a ser un baile de chicas, aunque en origen también lo fue de la comunidad LGTB como todo el movimiento Bounce de Nueva Orleans”, detalla la joven coreógrafa, versada en todo tipo de danzas urbanas. 

Del hip hop al dance hall, ha probado todo tipo de disciplinas. Pero se queda con el twerk. “Es un estilo que propone a la mujer el autoconocimiento de su cuerpo y sus limitaciones —sostiene Isabel—, y he visto a chicas venciendo su timidez, a gente salir de depresiones gracias al twerk; porque este tipo de baile supone un crecimiento personal y realzar tus atributos como mujer, o como hombre, y eso hace que te sientas más poderosa”. 

“NO OS QUEJÉIS SI OS VIOLAN”

También para afrontar las críticas. “Sabemos que nos exponemos a ellas, pero hay límites”, puntualiza. “Hay quien nos dice que el twerk no es un baile y lo respetamos; pero lo que no se puede consentir es que nos digan que bailamos por provocar a los hombres o leer comentarios diciéndonos que si bailamos esto luego no nos quejemos si nos violan. Ahí está el reflejo de que el twerk no es machista, los machistas son los que ven con esos ojos el baile”, denuncia. 

Isabel Botello, licenciada en Comunicación Audiovisual y coreógrafa de las Spanish Twerk Team.

Isabel Botello, licenciada en Comunicación Audiovisual y coreógrafa de las Spanish Twerk Team. Fernando Ruso

Sí, el twerk se baila con el culo, con las caderas, a base de movimientos pélvicos. Su estética se caracteriza por la ropa escasa, escuálidos shorts y amplios escotes. A veces el atuendo no tapa más que la ropa interior. “Sí, hay quien lo baila y prefiere ir prácticamente desnuda, y sí, también están los movimientos explosivos de los glúteos, pero —razona Nadia— precisamente son estas cosas las que hacen que debas tener mucha seguridad en ti misma para lanzarte a bailar twerk; y una vez que tienes esa confianza, quien te ve, te respeta”.

En mitad de la sala repleta de espejos en la que ensayan, Isa, Nadia, María, Paula, Noemí o Ariel completan los ejercicios de calentamiento. No hay música. Se apoyan unas en otras para estirar. También para defender una tesis compartida.

“¿Qué tiene de malo un grupo de mujeres que están seguras de sí mismas y se lo pasan bien bailando y queriendo mostrar su cuerpo?”, se pregunta María Roldán, próxima a acabar sus estudios de Pedagogía e integrante del Spanish Twerk Team. Podrán decir lo que quieran, ella tiene clara su postura: “El twerk no es machista”.

“¿Soy más feminista si bailo twerk con un traje de chaqueta? Las mujeres tenemos curvas, culo y pechos y no tengo que tapármelos para ser más feminista o quererme más a mí misma. O para hacerme respetar”, defiende la joven de 23 años, que quiere ligar su formación académica al baile mediante la autoestima y la inteligencia emocional. 

Nadia Llopis, bailarina de twerk.

Nadia Llopis, bailarina de twerk. Fernando Ruso

Todas las bailarinas del Spanish Twerk Team tienen formación universitaria. Desde el Audiovisual a la Pedagogía, pasando por la Publicidad, las Relaciones Laborales o el Turismo. Y para sus compañeros es una sorpresa saber que aquella con la que comparte pupitre es una bailarina profesional del twerk.

“LA GENTE SE QUEDA CON EL MOVIMIENTO DEL CULO” 

“Pero claro, la gente se queda con lo de mover el culo; y culo tenemos todos, pero el de la mujer tiene esa connotación sexual”, zanja María, vehemente defensora del feminismo y apasionada adalid del twerk, más que un tipo de baile, una forma de vida que nació lejos de su Sevilla natal.

Etimológicamente, el término twerk proviene de las palabras inglesas twist (giro) y jerk (sacudida). Y fue incluido en el Urban Dictionary, una iniciativa que lleva desde 1999 recogiendo las palabras más impactantes del año. En 2013, las más votadas fueron selfie y twerk, lo que da idea de la revolución en torno a esta danza. El motivo fue la actuación de Miley Cyrus en los premios MTV, un punto de inflexión para este tipo de baile, tradicionalmente ligada a la comunidad afroamericana.

Ariel Maat, estudiante de Turismo y bailarina de twerk.

Ariel Maat, estudiante de Turismo y bailarina de twerk. Fernando Ruso

“Es que, más allá de prejuicios machistas, el twerk es un tipo de danza, y como tal es una expresión artística”, defiende Paula González, estudiante de Relaciones Laborales y Recursos Humanos. Ella, como su compañera Noemí Torrosa en el Spanish Twerk Team, proviene del ballet clásico. Una fractura en un dedo del pie la apartó de los plies y relevés. Ahora hace shake, wobble o jiggle, como se conocen a algunas de los más de cien movimientos que componen esta danza urbana.

De la contención a la explosión, del clásico al twerk. La Paula que ahora mueve su larga melena a golpe de cuello ya no es la Paula que se hacía un roete para las sesiones de ballet. Su centro de gravedad es ahora más bajo y con un ritmo vertiginoso pega su pelvis al suelo y la mueve con gracilidad. Arriba y abajo, arriba y abajo. Y sin parar de sonreír. “¡Ay! Si os vieran vuestras profesoras de clásico…”, bromean.

A ambas, Paula y Noemí, les costó desprenderse de lo aprendido para captar la esencia del nuevo baile, menos encorsetado, más fluido que el ballet clásico. Ahora han abrazado el ritmo, la estética, los movimientos, la actitud, el ambiente… “El twerk es más activo, hay más buen rollo; se lo recomiendo a todo el mundo, hombres y mujeres”, añade Paula. “Sobre todo a ellas, porque sirve para que la mujer se reivindique a través de la danza”, completa Noemí.

Paula González, estudiante de Relaciones Laborales y exbailarina de ballet clásico.

Paula González, estudiante de Relaciones Laborales y exbailarina de ballet clásico. Fernando Ruso

Y ya hay quien piensa en llevar este tipo de baile a otros entornos más alejados de los focos. Por la mente de Diana López, de 33 años y pedagoga, ronda la idea de hacer accesible esta danza a mujeres de avanzada edad. La lógica es la siguiente: si a mí me ha funcionado, por qué no a ellas. “Siempre tuve complejos con mi culete, a mí me gustaba pero a mis amistades no; y gracias al twerk he aprendido a usarlo, a estilizarlo, a sentirme bien con él y a aceptarlo”, sostiene Diana, alumna de Isabel Botello en la escuela On Dance Studio Sevilla. 

NO SOLO PARA MUJERES

Diana comparte espacio con Alberto González, el único chico en las clases. Este estudiante de Magisterio de Educación Primaria y autodidacta. “Empecé bailando en casa, solo y mirándome al espejo; hasta que me decidí por dar el paso a la academia”, recuerda. Pero antes tuvo que escuchar un sinfín de críticas de su entorno. “Que si es un baile de chicas, que es para guarrear…”. Ahora aplauden su valentía.

“Es un baile para seducir, sí; pero para seducirte a ti mismo”, puntualiza María Rodríguez, bailarina de K-pop, un baile importado de Corea del Sur, y aprendiz de twerk. “Engancha, y que digan lo que quieran”.

Delante del espejo, Isa o Bubble BC perfila las coreografías del grupo. Corrige las posturas, sugiere movimientos y aconseja al resto de las integrantes de las Spanish Twerk Team. Ensayan una vez en semana en épocas de poca actividad, aunque en verano, cuando sus actuaciones son más solicitadas, los entrenamientos llegan a tres veces por semana. O más, según dicte la agenda, en previsión de los rodajes necesarios para seguir alimentando de vídeos sus nutridas redes sociales. 

Su carta de presentación, el vídeo Revolution, ya suma casi cuatro millones de reproducciones. Y una retahíla de comentarios. 

María Roldán, estudiante de Pedagogía y bailarina de Twerk.

María Roldán, estudiante de Pedagogía y bailarina de Twerk. Fernando Ruso

“¿Machistas nos dicen? Lo dirán ellos, para mí no es un baile machista”, insiste Ariel Maat, bailarina del grupo. “No voy a negar que sí es un baile muy femenino, es sensual, y erótico, porque trabaja una parte del cuerpo con bastante potencial sexual pero no por ello debe ser machista”, defiende la joven, que estudia Grado en Turismo. “Las mujeres también tenemos derecho a vivir esa sensualidad y ese erotismo. Y con el twerk nos vamos a quitar ese estigma para poder vivir nuestra sexualidad sin complejos”.

Al final de la jornada, la temperatura de la sala en la que bailan ha ganado algunos grados. Las mejillas hace ya un buen rato que se entornaron rosáceas y la piel brilla por una película de sudor.

Delante de un ventilador, Isa, Nadia, María, Paula, Noemí o Ariel se turnan para aliviar el sofoco, aplacar el calor. Llevan horas realizando espasmódicos giros de cadera a una velocidad trepidante, expandiendo y contrayendo la pelvis a ras de suelo, aguantando estoicamente la sonrisa y moviendo el culo a 180 pulsos por minuto. ¿Machismo? No, twerk