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El saturado sistema penitenciario brasileño hacía mas de dos décadas que no vivía una masacre similar a la sucedida en el complejo penitenciario Anísio Jobim (Compaj). Ocurrió el pasado fin de semana, entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, cuando la abarrotada cárcel de las afueras de Manaos, la capital del estado de Amazonas, vivió una sangrienta rebelión que se saldó con 56 presos muertos (con varios cuerpos mutilados y decapitados) y 130 fugados. En las horas previas a la barbarie, una gran fiesta de fin de año impregnaba de aparente alegría la prisión gracias a varias concesiones: permitieron la entrada de mujeres para pasar la noche con algunos de los presos, liberando el acceso a una visita por recluso, previa presentación del documento de identidad. También se dio otra concesión especial: la entrada de hielo a la cárcel. Sin hielo no hay bebidas y sin bebidas no hay fiesta.

Empecemos esta historia por el final. 12 agentes penitenciarios fueron retenidos como rehenes junto a 74 presos. Entre los retenidos había violadores, traficantes de drogas y asesinos. Varios miembros del Primer Comando Capital fueron descuartizados. Entre los reclusos mutilados identificados por el Instituto Medico Legal Brasileño figuran Megavivier Vieira, preso por tráfico de drogas y llevar arma de fuego; Artur Gomes Peres, por violar a más de 15 mujeres e infectarlas con VIH; Raijean Encarnação Medeiros, condenado por diversas violaciones; Dheik da Silva Castro, preso por tráfico de drogas y robo; Francisco Pereira Pessoa Filho, por violar a menores y asesinar a una niña; Rafael Moreira da Silva, en la cárcel por traficar con drogas y asesinar a varios ancianos.

Había riesgo de fuga en fechas como Navidad y Año Nuevo. Se reforzó la seguridad en las penitenciarías, pero no lo suficiente para evitar el desastre. La tragedia fue una suma de errores, entre ellos permitir la fiesta de Nochevieja, que sería la previa a una matanza iniciada en la tarde del domingo.

Pero no es un incidente aislado. Tan solo unos días después, el pasado jueves 5 de enero, tenía lugar otra matanza, ésta en la penitenciaría agrícola de Monte Cristo, en el brasileño estado de Roraima. Aquí, 33 presos fueron asesinados.

La matanza vivida en la prisión de Manaos junto a la fuga masiva de presos tuvo un efecto inmediato en la población de la capital amazónica. El miedo se adueñó de la ciudad, los vecinos relatan el pavor al salir a la calle ante la alarma por una onda de violencia.

Las luchas entre bandas criminales en la penitenciaría agrícola de Monte Cristo tuvo un precedente reciente: el pasado 10 de octubre hubo un enfrentamiento entre facciones rivales con un balance de 10 presos muertos, algunos de ellos quemados y decapitados, de la misma forma que sucedió en la cárcel de Manaos.

Los hechos

La masacre de Nochevieja comenzó en el horario de visita, terminó casi 17 horas después. Mientras el motín empezaba en una de las unidades del centro, en otra se desencadenaba una huida masiva. Los miembros de la seguridad del centro no daban crédito a lo que sucedía, pero nadie entraba en la prisión para frenar la masacre. "Este de aquí es Bruninho, PCC", se escucha decir a uno de los homicidas en uno de los vídeos grabados durante las ejecuciones. En el Compaj de Manaos hay dos organizaciones criminales enfrentadas: el Primer Comando Capital (PCC) y la Familia do Norte (FDN).

Instantes después le cortaba la cabeza al preso ya sin vida. En otra grabación se podía ver a un recluso ataviado con guantes quirúrgicos exclamando "todos son PCC". Había estallado la rebelión, una revuelta que podía suceder en cualquier momento: las prisiones brasileñas están en manos de los presos. Las facciones criminales controlan los presidios y, pese a que Brasil se acostumbró a tratar el tema de seguridad pública separado del sistema de prisiones, lo que allí sucede puede afectar a las calles y viceversa. Las facciones criminales actúan en ambos lados y se reparten territorios.

Cuerpos mutilados en el complejo penitenciario Anísio Jobim de Manaos, Brasil.

Cuerpos mutilados en el complejo penitenciario Anísio Jobim de Manaos, Brasil.

Un nombre propio surgió durante el motín, el del juez Luis Carlos Valois, un magistrado conocido por muchos de los presos por su trabajo en las cárceles. En muchas ocasiones Valois se ha convertido en amigo de los presos al ser visto como voz para encarar el mundo de los que perdieron la libertad. Es el juez de la división de ejecuciones penales, el último brazo del Estado para aquellos que están confinados a un mundo de supuestas privaciones, encargado de ser el puente hacia la hipotética libertad.

Los presos pidieron que interviniera el propio juez Valois como interlocutor para negociar el fin del motín. Horas después, el diario brasileño Estadao publicó un articulo en el que insinuaban posibles lazos del mismo con una de las organizaciones criminales, poniendo automáticamente en peligro la vida del magistrado. El polémico juez a menudo ha utilizado las redes sociales para comentar cuestiones polémicas como la legalización de la marihuana y en esta ocasión, sus comentarios tras lo sucedido dejaron perplejos a todos. Valois fue el primero en ver los cuerpos troceados amontonados entre charcos de sangre. Consiguió que los presos dejaran el área donde se encuentran los detenidos en régimen semi abierto, y tras una madrugada de negociaciones, logró poner fin al motín.

"Cuando estaban entregando los rehenes vi los cuerpos muertos. Era una escena dantesca", comentó el juez Valois. Según el magistrado, los presos muertos fueron troceados y sus miembros esparcidos por la puerta del presidio. "Parecía un container de brazos y piernas. Una escena chocante", publicó en su propio perfil de Facebook.

Así es esta peligrosa cárcel

Antes de convertirse en prisión, el Compaj era una colonia agrícola. Fue inaugurada en 1982 y como la mayoría de los centros penitenciarios del país vive al filo del desconcierto, convirtiéndose en escenario de barbaries como la desencadenada tras la Nochevieja.

La conmemoración en la prisión empezaba en un ambiente abarrotado, un espacio diseñado para 454 personas y que en la fecha del motín concentraba a 1.224 reclusos. La cárcel de Manaos no es un caso aislado: en Brasil las prisiones están superpobladas, los presos comparten espacios en los que a menudo no se pueden ni tumbar en el suelo, ostentando la cuarta plaza en cuanto a mayor población carcelaria del mundo con mas de 622.000 presos en todo el país. En un día normal escasea la comida y la violencia es el denominador común. En el Compaj de Manaos, las dos organizaciones criminales organizaban sus respectivas celebraciones: el Primer Comando Capital (PCC) juntaba a sus miembros para festejar la entrada del año nuevo mientras que los integrantes de la Familia do Norte (FDN) disfrutaban de su respectiva conmemoración.

Es la segunda peor masacre penitenciaria de Brasil, solo superada por el episodio de Carandiru (1992), en la que murieron 111 presos.

Es la segunda peor masacre penitenciaria de Brasil, solo superada por el episodio de Carandiru (1992), en la que murieron 111 presos.

Las autoridades estatales afirman que el conflicto fue motivado por las peleas entre las dos facciones criminales rivales, una situación extrapolable no solo a las prisiones sino al país en sí. Las distintas organizaciones criminales controlan diferentes espacios, como las conocidas favelas de las principales ciudades del país. Mientras que en la prisión de Manaos el dominio lo ostenta la Família do Norte, el PCC es la organización que más crece en Brasil. No se trata de un problema localizado ni de una situación puntual. La rebelión del Compaj no parece ser un acto espontáneo, fue premeditado.

Pocas horas antes del inicio de la rebelión, decenas de detenidos consiguieron fugarse de otra prisión de Manaos, el Instituto Penal Antonio Trinidade, en un intento por distraer la atención de lo que sucedería después en el complejo penitenciario Anísio Jobim. Se pretendía asesinar a los presos rivales y para ello interesaba que las negociaciones fueran lentas. No se hicieron exigencias difíciles, pues la intención era exterminar la facción rival.

Los vídeos de la masacre

El motín avanzaba y los vídeos de la masacre ya circulaban por internet. Mientras, la cárcel del Amazonas empezaba a llenarse de familiares que no entendían lo que sucedía tras los humeantes muros. El juez encargado de las negociaciones lamentaba: "No creo que consigamos saber quien mató a quién". Los familiares no recibían información por parte de las autoridades. La angustia y la desesperación se adueñaban de los presentes. El propio juez Valois afirmaba estar tan chocado por lo que estaba viendo al decir: "Todavía no sé qué impacto va a tener esto en mí".

Según Camila Nunes, doctora en Sociología por la Universidad de Sao Paulo, el PCC no tiene un carácter revolucionario, es más bien una organización conservadora con valores como el machismo y el repudio a los homosexuales. Sus métodos en ocasiones difieren de otras facciones criminales y algunos los comparan a una organización con un funcionamiento empresarial.

Creada en 1993, actualmente es la mayor facción criminal del país. Se fundó precisamente dentro de una cárcel y siempre ha estado ligado a grupos de presos. Se estima que hoy forman parte de la organización unos 130.000 representantes, tanto de dentro como de fuera de Brasil. Un grupo organizado que encarga rebeliones, fugas, rescates, asaltos, secuestros, asesinatos y tráfico principalmente de marihuana y cocaína. Durante años se había dado un acuerdo tácito entre facciones dentro de las cárceles para no perjudicar el comercio de drogas, pero recientemente ese pacto se había roto.

"El episodio de Manaos no es una sorpresa. Ya estaba anunciado desde mediados de 2016 cuando hubo una ruptura y las principales facciones de Brasil se declararon la guerra, provocando rebeliones con un elevado número de muertes", explica la socióloga Nunes sobre lo ocurrido.

El poder de la Familia do Norte está concentrado en la región norte de Brasil, mientras que el PCC tiene una presencia nacional más diseminada, pero la importancia de la región donde sucedió la rebelión es clave: es ahí donde se encuentran las principales rutas de la cocaína. "El control de la cocaína es el plano de fondo, digamos económico, de la disputa feroz y violenta entre FDN y PCC", afirma la socióloga.

Las rebeliones en prisión no son una novedad, pero sí lo es la repercusión de lo que sucede dentro de los recintos con la proliferación de dispositivos móviles. Un ejemplo son los macabros vídeos filmados por reclusos en los que aparecen las mutilaciones y los asesinatos. La Policía Federal brasileña ya tiene conocimiento de quiénes son los principales líderes de la masacre. Precisamente un selfie hecho para festejar la barbarie ayudó a las autoridades a identificar a los cabecillas. 

El selfie gracias al cual las autoridades han podido identificar a los principales líderes de la masacre.

El selfie gracias al cual las autoridades han podido identificar a los principales líderes de la masacre.

Después de la rebelión de la cárcel de Manaos se han encendido las alarmas y se ha intensificado la atención en las prisiones de todo el país ante la amenaza de represalias. Por su parte, en el estado de Amazonas, donde sucedió la matanza, se reabrirá una cárcel para transferir y mantener seguros a los presos ligados al PCC, que siguen recibiendo amenazas. Fuentes gubernamentales ya han expresado el interés de racionalizar el sistema penitenciario poniendo en marcha un plan nacional de seguridad a la vez que combaten el narcotráfico y el tráfico de armas en las fronteras, males endémicos en Brasil.