Andros Lozano Fernando Ruso

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La espigada silueta de Didí aparece envuelta entre el bullicio de gente que pasea por la zona comercial y de restaurantes del puerto de Málaga. Son cerca de las siete de la tarde. “Hola, amigo”, dice al estrechar la mano y quitarse las gafas, dejando tras de sí el rostro de un marroquí que habla un casi perfecto castellano.

A Didí se le nota cansado por la celebración del Ramadán, que cumple a rajatabla. De día ayuna; de noche, festeja. El hombre es delgadísimo y alto. Mide metro ochenta y no pesa más de 65 kilos. Viste caro: polo de Hugo Boss; zapatos esparteños de Tommy Hilfiger, bolso de Emporio Armani... En la muñeca izquierda luce un Rolex de 7.000 euros.

Su ‘oficio’ como piloto de las lanchas del hachís permite a Didí todo tipo de lujos. EL ESPAÑOL se cita en exclusiva con el que para muchos es el mejor lanchero en el mundo del narcotráfico, donde su figura es mítica por su efectividad. Ni tira droga al mar cuando le persiguen los helicópteros de la Agencia Tributaria o las lanchas de la Guardia Civil, ni tampoco roba a nadie que le hace encargos. Pero él, humilde, asegura que sólo está entre los cuatro o cinco mejores. “Competimos entre nosotros, como en la Fórmula 1”, explica.

Didí lleva un Rolex de 7.000 euros en su muñeca izquierda.

Didí lleva un Rolex de 7.000 euros en su muñeca izquierda. Fernando Ruso

Didí nació en Tetuán en el seno de una familia acomodada. No necesitaba traficar para vivir sin estrecheces. Sin embargo, una adolescencia conflictiva lo llevó a convertirse en un adicto a las lanchas y a ‘volar’ con ellas sobre el mar del Estrecho de Gibraltar. Su hábitat son las aguas que dividen Europa y África.

Este narco, al que apodaron Didí durante su infancia, subió a bordo de una ‘goma’ del hachís por primera vez cuando tenía 16 años, aún imberbe. Ahora, siendo un treintañero, casado y con hijos, lleva media vida en el negocio del tráfico de drogas.

Con más de un centenar de viajes a su espalda y dos pasos por prisión, escoge a conciencia cada trabajo que hace. Si le llaman a cualquiera de sus tres móviles para pilotar una lancha, cobra 30.000 euros por viaje. “Como mínimo”, dice. En cambio, si él pone la mercancía, usa sus propias ‘gomas’ y se encarga de comprar voluntades a ambos lados del Estrecho, la rentabilidad se dispara hasta los 2,5 millones.

El encuentro con él dura casi tres horas. Tras un año siguiéndole el rastro, el reportero se cita con el ‘narco’ en la capital malagueña, donde trata de pasar desapercibido entre ‘movida’ y ‘movida’, como llaman en su jerga al traslado de mercancías. Para conceder la entrevista exige que se cumplan dos condiciones: que no se revele su identidad -”puedes poner mi apodo, que no me compromete”- y que no aparezca su rostro ni en foto ni en vídeo.

Narco.

- Antes de nada. Dígame: ¿es posible este negocio sin la connivencia de las autoridades marroquíes y españolas?

- Sería posible, pero no a este nivel de producción y de tráfico. En Marruecos no hay ningún problema para sacar el hachís: compramos a los productores de las montañas, a los policías que hay por las carreteras, a los militares de las playas y hasta la Marina Real que vigila la costa. Todo el mundo cobra, y por adelantado. Reducimos el riesgo a cero. No hay posibilidad de pérdida. ¡Si hasta los propios militares nos custodian cuando cargamos las ‘gomas’!

- ¿Y en España?

- En España es diferente. Pagamos a guardias civiles para que hagan la vista gorda. Es nuestra forma de trabajar. Luego, si alguno de nosotros cae detenido, damos dinero a jueces y fiscales para que se nos imponga una fianza asumible o para que dejen pasar los años y se nos archive el caso. A veces también cobran directores y subdirectores de prisiones, quienes nos ayudan a reducir penas diciendo que tenemos buen comportamiento.

- ¿En serio?

- Claro. A los guardias civiles solemos pagarles 120.000 euros por trabajo. [Hace casi tres semanas, un capitán de la Guardia Civil en Coín (Málaga) fue detenido por colaborar con narcotraficantes]. Normalmente, se compra a una o varias parejas que sabemos que van a patrullar durante la noche del traslado por la zona en la que queremos descargar la droga. Si son un equipo, se reparten el dinero. Eso es sencillo. Ellos lo negarán, claro, pero es cierto.

- ¿Y con jueces y fiscales, cómo lo hacéis?

- A través de abogados reconocidos por defender a narcos. A través de ellos se les ofrece cobrar dinero. Los conocen de los juicios pero, sobre todo, de las fiestas que les organizan (risas). Son ellos quienes entregan el dinero a cambio de que el fiscal solicite, por ejemplo, una rebaja en la cantidad a pagar para salir con fianza.

- Pero no será tan sencillo, la Justicia sigue sus propios mecanismos.

- Es más sencillo de lo que piensas, aunque no todo el mundo acepta, sólo unos pocos. El fiscal que te toque sólo tiene que presentar un escrito ante el juez alegando que no existe riesgo de fuga ni de destrucción de pruebas, y que tampoco se genera alarma social. Durante la instrucción, el juez suele atender las peticiones fiscales. Pero claro, depende del juzgado al que vaya a parar tu caso. Si el abogado no conoce a nadie allí, te comes la prisión.

- Entonces, ¿existen los favores judiciales a narcotraficantes?

- Por supuesto, pero es muy complicado que eso salga a la luz. Se trata de dinero negro, de conversaciones privadas entre amigos… Pero sí, los hay. Yo pagué 24.000 euros para que un amigo saliera de la cárcel bajo fianza. Le entregué el dinero a su abogado, que lo repartió entre un fiscal y un juez. A las pocas semanas estaba en la calle.

El narcotraficante, mirando una embarcación de la Guardia Civil en el puerto de Málaga.

El narcotraficante, mirando una embarcación de la Guardia Civil en el puerto de Málaga. Fernando Ruso

"Llevo más de cien viajes"

Didí sabe bien lo que es una prisión, por donde ha pasado dos veces. La primera, estuvo casi dos años encarcelado en la penitenciaría de Alhaurín El Grande (Málaga). Allí llegó a principios de 2004. Lo detuvieron con 1.200 kilos de hachís en una playa malacitana. Aunque le cayeron tres años y medio de condena, salió poco antes de cumplir dos. “Por buena conducta, ya me entiendes”. La segunda fue en 2012. Quedó libre hace sólo unos meses. Desde entonces, de nuevo está activo.

- ¿Cómo fueron sus inicios en el negocio del narcotráfico?

- Me subí a una lancha como copiloto a los 16 años. Me encargaba de los radares para señalarle al piloto nuestra ubicación exacta y la zona de entrega en la playa [andaluza] en la que debíamos hacer la entrega.

- ¿Cuánto cobraba?

- Era a finales de los años 90 y principios del nuevo siglo. El negocio entonces era más sencillo y se pagaba bien. De media, cobraba unos dos millones de pesetas. Cuando llegó el euro [2002], entre diez y doce mil euros.

- ¿Y cuándo dio el salto a piloto de ‘goma’?

- Fue a finales de 2005, cuando salí de la cárcel por primera vez. A los pocos días de quedar en libertad piloté una lancha por primera vez. Como sabía usar los radares, no necesitaba copiloto. Sólo llevaba a dos tíos para que me fuesen echando la gasolina en el depósito. Cobré 30.000 euros.

- ¿Cuántos viajes ha hecho ya?

- Más de cien. Al principio los contaba, pero ya no. He perdido la cuenta.

- ¿Qué se siente a bordo de una de esas ‘gomas’?

- Mucha adrenalina. A mí me encanta este mundo, necesito la acción. Se trata de sentirme más veloz que nadie. No te pueden atrapar las lanchas de la Guardia Civil ni de la Agencia Tributaria.

- ¿Ha sufrido muchas persecuciones?

- Tres o cuatro veces, pero nunca me cogieron, gracias a Dios. Siempre logré huir a aguas internacionales, donde no me pueden seguir. Cuando se hartan de esperar, vuelvo yo, a través de esa ruta o de otra. Además, si por algo confían en mí es porque no tiro la droga al mar. Hay que tener huevos para no hacerlo cuando tienes un ‘pájaro’ en el cogote.

- ¿Cuánto tarda en llegar desde Marruecos a España?

- Si es a la zona del Campo de Gibraltar (Cádiz) o Málaga, en hora y media o dos horas está hecho el trabajo. Pero todo depende de la vigilancia, del mar, del punto al que vaya a hacer la entrega… Una vez tardé dos noches, casi 24 horas, en llegar desde una playa entre Tetuán y Alhucemas hasta Almería. Fueron 250 millas. Durante las horas de luz estuve en aguas internacionales. Por la noche, alijamos en la playa.

- ¿Cómo evita las cámaras del SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), que recorren toda la costa andaluza?

- A veces entramos despacio, para no dejar estelas en el mar por la velocidad y no calentar el motor, que es lo que detectan… Cuando salen a por nosotros, ya estamos en la playa. Cogen a uno de cada cien. Además, utilizamos señuelos para despistarlos.

Didí se adentró en las fauces del narcotráfico cuando los narcos de Ceuta (españoles y marroquíes residentes en la ciudad autónoma) ubicaron su centro de negocios en Tetuán y sus alrededores. Fue en la década de los noventa del siglo pasado. Él, un adolescente al que le gustaba la calle, conoció a la gente de ese mundo y quiso formar parte de él.

Perfil de Didí, el narco que cobra 30.000 euros por trabajo.

Perfil de Didí, el narco que cobra 30.000 euros por trabajo. Fernando Ruso

En Tetuán, frente a las costas de la Península, los narcos crearon una estructura de negocio con sus propios precios y normas. Durante el encuentro, Didí aporta cifras: un teniente o un capitán del Ejército marroquí cobran 12.000 euros. Luego, lo reparten entre su subalternos. Un alto cargo de la Marina suele embolsarse en torno a 15.000 euros. Los policías de las carreteras que van desde la montaña hasta la costa, unos 8.000.

- ¿Siempre ha trabajado para los demás?

- No. He trabajado mucho para los mayores narcotraficantes del país, quienes me llamaban para llevar hasta la Península su mercancía. Saben que es complicado que falle. Pero he tenido dos lanchas propias. Con ellas, el negocio es mayor.

- Cuénteme…

Varias veces cargué 3.000 kilos. Si el kilo de hachís está a 2000 euros, son 6 millones de euros de facturación. Tras pagar a todo el mundo, me gané unos 2,5 millones.

- ¿Hizo muchos viajes con sus propias lanchas?

- Seis, pero no siempre con esas cantidades. Tenían dos motores de 300 caballos. Eran flechas en el mar. Llegaba a costa a 60 nudos de velocidad [en torno a los 110 km/h].

- ¿Y ya no las tiene?

- No. Una la tuve que rajar y que quemar en mitad del mar, a unas 15 millas de la costa marroquí. Nos avisaron de que se aproximaba un buque de la Marina de mi país con altísimos cargos del Ejército. Los militares nos dieron la alerta. Es mejor que mi rey [Mohamed VI] no vea nada de esto. Aunque es consciente de lo que pasa en el Estrecho, sólo actúa con dureza casi siete u ocho años. Quema plantaciones, detiene a narcos… Pero es por pura propaganda de cara a Europa, para que se sepa que actúa contra nosotros. La otra la vendí en 2012 a un conocido de Ceuta.

- Tendrá un patrimonio inmenso…

- En Marruecos tengo tres casas, tierras, dos taxis trabajando legalmente para mí, tres coches… Pero no tengo todo lo que he generado ni todo lo que he ido comprando. No sé cuántos coches he tenido exactamente. Cuando era un veinteañero me gastaba seis o siete mil euros durante una noche en alcohol, mujeres y discotecas. Igual que me llegaba el dinero, lo quemaba.

"En 2009 me secuestraron"

Didí habla con tono pausado. Parece que nunca se altera. Quizás esa serenidad es la que le hace ser el más rápido y escurridizo de los pilotos de las lanchas del Estrecho. Este ‘narco’ explica que nunca va armado a bordo de una lancha. “Hay un código no escrito al respecto. El que lleva armas es que quiere robarte. Sólo llevo las mías cuando voy a cerrar tratos”, explica.

Didí tiene dos motos de agua que también le reportan miles de euros. Contrata a chavales sin empleo y de escasos recursos de pueblos gaditanos como Vejer, Barbate o Conil para que vayan desde el río Palmones (en el Campo de Gibraltar) hasta Marruecos. De allí se traen entre 160 y 200 kilos de hachís. Les paga 10.000 a cada uno. Él, sin apenas arriesgar, se embolsa en torno a 100.000 euros limpios.

Este hombre tetuaní hizo su último trabajo hace tres meses. Lo llamaron a uno de sus tres móviles, que los cambia -tanto el dispositivo como el número- cada dos semanas. Así evita ‘pinchazos’ policiales.

El interlocutor de Didí le pidió que llevara una lancha con 60 fardos de hachís, unos 1.800 kilos, desde Oued Laou, a unos 40 km. al sur de Tetuán, hasta Málaga. Tardó dos horas en ir y volver partiendo desde la costa de la ciudad andaluza. Cobró 30.000 euros y a bordo subió 100 kilos de droga propia, que luego él se encargó de distribuir.

- ¿Por menos de 30.000 euros no trabaja?

- No, no merece la pena arriesgar mi libertad por menos dinero. Otros trabajan por kilo, porque a veces las lanchas llevan mucho peso y sale más rentable. Pero yo les doy seguridad. Por eso pongo precio fijo.

- ¿Puede meter su propio hachís a bordo, aunque no sea su lancha?

- Sí, pero en pequeñas cantidades. Al dueño le interesa que tú lleves mercancía a bordo para que la cuides como si fuera tu vida.

- ¿Le llaman con mucha frecuencia para ‘trabajar’?

- Todos los días. Si no es para pilotar, es para organizar traslados. Pero ahora, con mi mujer y mis hijos, sólo trabajo cuando quiero. Tengo dinero suficiente para vivir varias vidas en Marruecos y muy bien en España.

Aunque Didí asegura que “durante los viajes no hay violencia”, reconoce que sí existe en el entorno del negocio del narcotráfico. Él sufrió un secuestro en 2009. Tuvo que pagar para que lo soltaran. Este ‘narco’ cuenta que desde principios de 2010 se han instalado varias bandas de rusos y de franceses marselleses entre Cádiz y la Costa del Sol. “Se dedican al secuestro de traficantes y de sus familiares. Antes no ocurría”, dice. “Me da miedo que esto se parezca a México o Colombia”, apostilla.

Viñeta que recrea algunos de los pasajes descritos por Didí durante el encuentro.

Viñeta que recrea algunos de los pasajes descritos por Didí durante el encuentro. Jon G. Balenciaga

Son cerca de las nueve y veinte de la noche y Didí comienza a impacientarse. Ha de acudir hasta la mezquita Ál Ándalus, la principal de la ciudad de Málaga, donde lo acompañamos. Allí, antes de entrar para el cuarto rezo del día y romper el ayuno del Ramadán con la caída del sol, el ‘narco’ explica al periodista que durante cada travesía siempre lleva presente a Alá, su Dios. “Le pido que me acompañe y que me proteja, aunque no esté muy de acuerdo con lo que hago. Encima de una goma estoy entre la vida y la muerte, y la cárcel. Necesito su ayuda”.

- ¿Y su familia, qué opina?- se le cuestiona antes de despedirse.

- Mi mujer lo sabe y me respeta. Mis hijos sólo saben que tenemos dinero. Piensan que tengo negocios que funcionan bien.

- ¿Y si alguno quiere seguir su camino?

- Cuando crezcan, allá ellos. Aún son niños. Si se meten en este mundo, trataré de sacarlos. Pero no podré controlarlos, como mis padres no pudieron conmigo. Si se deciden por el narcotráfico, les podré aconsejar y ayudar.

- ¿Abandonará alguna vez este negocio?

- No creo. Ya no lo hago por dinero, aunque se gane mucho. Lo hago por satisfacción personal. Lejos del mar y de las lanchas no me siento bien.

Luego, Didí se adentra en Ál Ándalus. Su estilizada figura se pierde entre los fieles que acuden a la llamada del muecín desde el alminar de la mezquita. Adentro, entre fervorosos de Alá, se esconde un mito entre los narcotraficantes, el mejor piloto de las lanchas del hachís.