Rozalén posa tras su entrevista con EL ESPAÑOL.

Rozalén posa tras su entrevista con EL ESPAÑOL. EL ESPAÑOL David Morales

Reportajes

Rozalén: "Tras morir mi padre, hice la terapia de choque de encerrarme en casa y ponerme su ropa"

"En el cortejo no soy nada de aplicaciones, lo que me gusta es esa parte de acercarme a la gente y olerla" // "Con mi expareja a lo que aprendimos sobre todo es a hablarlo todo muchísimo. Hablamos tanto de las emociones que no se acabó todo, sino que se transformó en otra cosa".

27 abril, 2024 02:24

Rozalén, más allá de ser una de las artistas más reconocidas en España, tiene muy buen cartel. Es decir: cae bien, la gente del sector la respeta y nadie habla mal de ella. ¿Cómo lo logra, cómo se cuela por debajo del arco que forman las espadas en alto? Será siendo ella, será siendo buena gente sin dejar de apostar por lo suyo: "Haz lo que sientes y ofrece el hombro", le canta a su sobrino en una de sus canciones de El abrazo (Sony Music), el disco que acaba de publicar.

Ha estado cuatro años escribiendo estas piezas, que están llenas de su vida misma. Abraza con las letras a sus amigos, a su ex ("lo que me ha pasado con mi expareja, que seguimos queriéndonos, es que hablamos tantísimo de las emociones que no se acabó todo, sino que se transformó en otra cosa") y, muy sentidamente, a su padre, al que perdió hace ahora dos años: "Yo tuve un momento de decir ‘por favor, que se me muevan los vasos’. Y señales así tan bestias no las he visto, pero sí he sentido su presencia".

Como amor y odio son haz y envés de una misma flor rara, también ahora tiene más claro Rozalén lo que rechaza. Para empezar, la posesión en el querer ("lo decían las abuelas, si una mujer parecía soltera, es que tenía un buen marío"), la falta de feromonas en el aire del presente ("muchas de mis amigas han ligado por Tinder, pero creo que es especial mirar a los ojos y olernos, porque la química es parte de esto"), y los consejitos paternalistas que encierran un cierto machismo: "Hay algo que me ha pasado mucho, muchos cantautores varones me han dicho ‘te he escrito la canción de tu vida’".

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Rozalén lo baila todo -aunque confiesa que no todos los ritmos se le dan bien-, pero cuando más disfruta es cuando pierde "el miedo a hacer el ridículo". Está conectada consigo misma, y por eso puede ser sincera durante las entrevistas, y no decir palabras huecas. Cada vez se parece más a sus mayores, cuenta, y planta romero y lavanda y tomillo por todo su jardín para que le crezca la infancia por doquier: "Ya no están pero estoy yo, y hago lo que hacían ellos. De esa manera los traigo de vuelta". Hablamos en la sede de su casa discográfica, en la Castellana de Madrid.

Rozalén posa tras su entrevista con EL ESPAÑOL.

Rozalén posa tras su entrevista con EL ESPAÑOL. David Morales EL ESPAÑOL

PREGUNTA: Todo el disco está dedicado a la fuerza del abrazo. Un abrazo es una casa. ¿Qué abrazo le hace sentir más en casa?

RESPUESTA: Yo creo que es importante que muchas parcelas de la vida estén cubiertas. Porque imagínate que tengo el abrazo maravilloso de una familia, pero no tengo el de los amigos, el de una pareja… Si está todo completo, mejor. Y el abrazo propio también es muy importante. Los abrazos, cuanto más número haya, y de diferentes tipos, mejor.

P.– Y de calidad.

R.– Y de calidad. Como decimos los castellanomanchegos, abrazo apretao. Eso sienta muy bien.

P.– En Lo tengo claro canta "mi hogar está donde estés tú", y también "y aunque sin ti no muero, el sendero contigo es mucho más bello". Es una red flag morir si nos falta alguien, pero ahora, porque bien que hemos cantado "y morirme contigo si te matas…".

R.– Claro, y yo también cantaba y me parece un temazo Sin ti no soy nada, de Amaral. Creo que evolucionamos todos: hay canciones de mi primer disco que ahora escribiría de otra manera. Me acuerdo de una que digo "me entrego a ti", y ahora no sé si diría de esa manera "me entrego a ti". Me parece bonito decir "aunque sin ti no muero, el sendero contigo es mucho más bello", y aunque parece que le está quitando romanticismo, es al contrario. A pesar de que las cosas puedan ir cambiando, nos elegimos. Si la vida es compartida, todo se va a multiplicar. Creo que eso puede quitar la parte tóxica que tiene que ver con la posesión y los celos.

P.– En otra canción, en Tuya, hace precisamente un alegato contra el amor entendido como posesión: "Amo el calor, y la dulce pasión de tus labios, pero también quiero que entiendas que no quiero ser parte de tu obsesión". ¿Quiénes nos amarran? ¿Qué perfil siente esa necesidad? Y ¿por qué nos dejamos?

R.– Esta canción es como el Txoria Txori, de Mikel Laboa, que dice algo así como "yo me enamoré del pájaro, si le corto las alas deja de ser el ser del que me enamoré". Si me quieres, quiéreme libre, extiende mis alas. Hay un dicho popular que dice "arboleda bien plantada siempre parece arboleda, y la mujer del buen marío siempre parece soltera". Eso lo decían las abuelas, si una mujer parecía soltera, es que tenía un buen marío. Todo eso me hace pensar: no tienes que cambiar si te emparejas con alguien, tienes que seguir siendo la esencia de siempre. Y si te quieren así, es la forma más bonita de querer.

P.– Me parece un disco más sensual este, cantas "sácame la pena, mueve mis caderas al suave golpe de tu compás". ¿Es bailonga?

R.– Claro, soy bailonga, disfrutona. Y me encanta bailar, aunque haya ritmos que baile regular.

P.– ¿Y qué ritmos se le dan mejor?

R.– Yo es que bailo todo. Y soy mucho de bailar haciendo el tonto, perder el miedo al ridículo me encanta. Por eso también en la canción a mi sobrino le digo "y cantes aunque sea desafinado, y bailes aunque no sepas". Creo que estamos perdiendo lo que antes se hacía más, y lo que hacen en lugares con menos recursos, que es cantar y bailar todo el rato. Yo lo estudié en Musicoterapia después de Psicología: lo curativo que es cantar y bailar. Por eso lo hago todo lo que puedo.

P.– También le canta a su sobrino "Sé buena gente, haz lo que sientes y ofrece el hombro". ¿Cómo se supera ese miedo a que se hagan daño y la tentación de meterlos en una urnita de cristal?

R.– Claro. Creo que también es importante aceptar eso de "sabes bien que te protegeré, pero tú solo tienes que aprender a caer". Yo de momento no soy madre, pero el tema de la sobreprotección sale mucho con mis amigas madres, comparamos cómo nos educaron a nosotras y cómo se está educando ahora. Yo entiendo que cuando sea, que no sé si lo seré, si tengo ya ese pánico con mis sobrinos o con mis animales, también querré que nunca le pase nada. Soltar eso tiene que ser dificilísimo.

P.–"En una noche cualquiera" canta a volverse a enamorar con la luna de cómplice, una noche "de esas que no esperas nada". ¿Todavía nos podemos enamorar en los bares? Hace eones que no me pasa. ¡Está casi hasta mal visto acercarse a alguien ahora para ligar!

R.– (Ríe tímida). En la parte del cortejo (se vuelve a reír, más fuerte pero también con timidez) yo no soy nada de aplicaciones, lo que más me gusta es esa parte de acercarme a la gente y olerla.

Rozalén, durante la entrevista con EL ESPAÑOL

Rozalén, durante la entrevista con EL ESPAÑOL David Morales EL ESPAÑOL

P.– Cambia todo.

R.– Todo cambia. Muchas de mis amigas han ligado por Tinder, pero creo que es especial salir a la calle a que te pasen cosas. Mirar a la gente a los ojos, y olernos, porque la química es parte de esto. Parece que nos estamos alejando de la vida real. Por eso reivindico el abrazo y las cosas simples de la vida, que puedan suceder.

R.– Y lo sorpresivo, ¿no? Que las cosas nos puedan sorprender. A mí nunca me ha funcionado lo de las aplicaciones porque no es sorpresa, vas predispuesta a que suceda.

P.– ¡Claro! Cuando no esperas nunca nada de nadie, es cuando fluye mejor. Como no tienes expectativas, la vida te sorprende constantemente. Hay que relajarse. Y salir a que te pasen cosas.

R.– En "Llévame" canta "llévame de nuevo hasta el edén, donde yo pueda ser yo, te mantenga la mirada y nos queramos sin temor". ¿Qué hace falta para quitarnos las máscaras en el amor?

R.– Bueno, la inspiración para esta canción viene de un viaje por la costa pacífica de Colombia. Fui con Entre Culturas para visitar proyectos relacionados con la paz. Es una zona bastante compleja, son todo afrodescendientes y todo el tema del conflicto colombiano sigue muy presente, por eso destaco todo el tema de la no violencia y de la paz y que no haya temor para ser quien quiera cada uno ser. Hay muchos lugares donde aún cuesta eso.

P.– Para usted son muy especiales esos viajes, ¿no?

R.– Son los que me hacen estar realmente al tanto de lo que pasa en el mundo, porque a mí me están pasando cosas maravillosas, me rodea de gente mu bonica, pero si no salgo de verdad a ver lo que pasa, no puedo escribir. Y me hace valorar mucho más mi vida. Me acuerdo de que la primera vez que fui a los campamentos saharauis, cuando llegué a casa y abrí el grifo y la dejé correr para que saliera caliente (allí me tenía que bañar con un tarrito así de pequeño), jamás había valorado abrir el grifo del agua. Me sienta muy bien, se me va la tontería de golpe.

P.– Tiene algunos versos hermosos en Entonces, como "Terminando todos juntos en la cama en las noches en que hubo miedo". "Curaban las heridas de mis labios con aceite de oliva". Siempre vamos a tener una punzada con nuestra niñez, pero a algunas personas se les enquista para siempre. ¿Cómo se cura la infancia, como escribe Luis Ramiro?

R.– ¡Es que creo que no quiero curarla! Además conforme me he ido haciendo mayor me he dado cuenta de que he tenido una pedazo de infancia… Y pienso eso, que toda mi vida es infancia. Sí que guardo esa nostalgia que duele, pero me hace darme cuenta de lo feliz que he sido también, y de mi suerte. Tanto esta canción como la de mi padre me provoca una lágrima, pero con una sonrisa. Y eso también me hace querer volver a esas cosas sencillas. Ojalá a mis sobrinos les pueda enseñar esas cosas que no valoré de niña y ahora me doy cuenta de que son grandiosas.

P.– Como los olores: el romero, el tomillo, la lavanda.

R.– Claro, ¿ves? Cada vez que iba para el pueblo me quejaba: "Ya huele a monte, el romero, el tomillo, la lavanda…". Yo ahora en mi casa hago cosas que hacían mis abuelos. Mi jardín, mi huerta (¡porque yo tengo huerta!), están llenos de lavanda, romero y tomillo. He acabado plantando los olores de mi infancia en mi casa, estoy haciendo conserva de tomate, como hacía mi abuela. Ya no están pero estoy yo, y hago lo que hacían ellos. De esa manera los traigo de vuelta.

P.– A su padre le canta "estás protegiendo de cerca, enviando la fuerza, señalando el camino, advirtiendo el peligro con viajes de ida y vuelta desde la eternidad…". ¿Lo ha sentido? ¿Le ha notado ahí?

R.– Pues mira. Claro… En todos los duelos… Yo tuve un momento de decir ‘por favor, que se me muevan los vasos’. Necesitaba una señal de verdad, que me dijera que estaba aquí. Y señales así tan bestias no las he visto, pero sí he sentido su presencia. Yo hice la terapia de choque de encerrarme en casa, ponerme su ropa -que aún olía a él-, poner su foto, las velas… Tenemos aquí (se señala el corazón) algo tan poderoso que nos va a hacer traer de vuelta a quien nos dé la gana, y hay que saber usarlo, y sentir ese abrazo. Y luego lo que sí me han pasado han sido casualidades que dices… ¡Ostras!

Rozalén posa para EL ESPAÑOL tras la entrevista.

Rozalén posa para EL ESPAÑOL tras la entrevista. David Morales EL ESPAÑOL

P.– De esto que dices: esto ya es mucho.

R.– Sí. ¿Sabes una cosa que me pasa? Los números. Mi padre murió el 17 de febrero de hace dos años, y el número once se me está repitiendo mucho, el once once… Y me lo he tomado como una señal de que él está. En momentos complicados en los que me estoy acordando de él aparece el número once. Seguramente eso lo esté creando yo, pero me da igual, porque es algo que me hace sentir bien y protegida. Y quiero pensar que hay un lugar donde él va y viene cuando lo necesitamos.

P.– También hay otros tipos de duelo, como el de decir adiós a amores, a amigos, que ya no están en nuestra vida porque hemos decidido separarnos. Canta: "Aunque caminemos en otra dirección te cuidaré de lejos (…) y desearé para ti siempre lo mejor". ¿Qué hace falta para cerrar bien una historia y poder desearnos lo mejor? ¿Cómo se llega ahí?

R.– Es que, claro, como hay tantísimas canciones de desamor… ¡Rata inmunda!

P.– ¡Rata de dos patas!

R.– ¡Rata de dos patas! Sí, pues yo tenía muchas ganas de precisamente hacer una canción de amor a lo que todo el mundo conoce como desamor. Y creo que lo que me ha pasado con mi expareja, que seguimos queriéndonos, ha sido gracias al arma poderosa de la palabra. Mi padre siempre decía -encima, claro, viniendo del sacerdocio- "la palabra es Dios", y quien tiene el don de la palabra es la persona más poderosa del mundo. Y con mi expareja a lo que aprendimos sobre todo es a hablarlo todo muchísimo, hasta las cosas que no se suelen hablar en pareja. Hablamos tantísimo de las emociones que no se acabó todo, sino que se transformó en otra cosa. Y el dolor fue un poquito menor. Y ahora con mi actual chico lo tengo clarísimo, cuando la palabra está por encima de todo, todo fluye de una forma súper amable.

P.– Pelea en Mis infiernos contra los que le cortan la voz: "El paternalismo de señoros me sigue haciendo dudar de mi obra". ¿En qué momentos y con qué tipo de personas siente ese paternalismo machista? ¿Le sigue pasando?

R.– Ufff. Si es que está clarísimo. Muchas veces te dicen lo que tienes que decir, cómo tienes que decirlo, y te lo dicen de una manera como si fueras una niña pequeña. Encima sé que muchas veces es desde el cariño.

P.– Pero, ¿gente conocida, desconocida?

R.– Mira, hay algo que me ha pasado mucho y que ahora me ha dejado de pasar bastante porque lo he hablado con ellos. Hay muchos cantautores varones, y muchos de ellos me han dicho ‘te he escrito la canción de tu vida’, o ‘te he escrito una canción’. Yo les dije "no os dais cuenta de que entre vosotros no os lo decís, pero a mí me lo decís todos".

P.– Es que la canción de su vida la tendrá que escribir usted.

R.– Exactamente. Y me encanta que muchos compañeros me hayan dicho que en eso les he hecho pensar. Sobre todo al principio lo notaba muchísimo, me decían cómo tenía que decir las cosas, cómo ser mejor, y entre ellos no pasaba. Pero ya te digo que ya no me pasa tanto.

P.– Habrán aprendido de su pedagogía cariñosa.

R.– Siempre con cariño, con mucho amor y con respeto.