Noticias relacionadas
A Vladimir Putin (69 años) no le gusta que hablen de su vida privada, mucho menos de la sentimental. Es algo que debe de compartir con muchos mandatarios pero, al contrario que la mayoría de ellos, cuando a Putin no le gusta algo, actúa. No sólo manda atacar a civiles en Ucrania, como está haciendo con la actual invasión, sino que hace lo propio con quien informa sobre lo que no debe.
Que se lo digan si no a Gregory Nekhoroshev, editor del periódico Moskovsky Korrespondent. No lo busquen en internet, no existe. Cerró el 19 de abril de 2008, siete días después de publicar que el presidente de la Federación Rusa se había divorciado de su mujer desde 1973, Lyudmila Shkrebneva, y se iba a casar con Alina Kabayeva, exgimnasta rítmica -ganadora de una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas-, diputada del Parlamento ruso -por el partido de Putin- y mucho más joven que el mandatario.
El periódico no lo cerró el Gobierno, al menos no tal cual. Fue el dueño del grupo matriz del que dependía que, a través de la agencia rusa Interfax, declaró: "He tomado la decisión de dejar de financiar y por lo tanto imprimir el periódico tanto por el gran gasto que supone hacerlo como por desacuerdos con la estrategia del equipo editorial", dijo Artem Artemov. Nekhoroshev no se calló. A su juicio, el Kremlin estaba detrás.
El periodista David Herszenhorn lo dejó claro en un artículo del New York Times: "Los periodistas rusos dicen que es más fácil escribir sobre asuntos de seguridad nacional que sobre la familia Putin, y en el ambiente parece flotar una amenaza no verbalizada de repercusiones serias para aquellos reporteros que investiguen demasiado en estos temas".
Tres despidos en RBC
Según la emisora Voice of America, en 2016, tres editores del grupo de medios ruso RBC fueron despedidos por publicar material sobre activos propiedad de Putin. Esto ha podido influir en que se publiquen menos informaciones sobre su vida privada en medios rusos, pero también en que las que ven la luz en periódicos sensacionalistas, sobre todo extranjeros, se hagan eco de todo tipo de rumores: al mandatario ruso ya se le ha atribuido la paternidad de tres hijos extramatrimoniales.
Putin no esconde su aversión a que su vida privada salga a la luz. Días después de la publicación de Moskovsky Korrespondent, el presidente dio una rueda de prensa conjunta con Silvio Berlusconi. Allí, fuera de la rigidez rusa, un periodista le preguntó a su presidente por los rumores de divorcio. "Lo que usted está diciendo no tiene ni una sola palabra de verdad", declaró.
Poco después, cuenta el NYT, Putin se relajó un poco y añadió algunas palabras a su respuesta. "En otras publicaciones de ese tipo se ha mencionado a mujeres exitosas, jóvenes y guapas", dijo con una sonrisa. "No creo que sea una sorpresa si digo que sí, que me gustan todas, y me gustan porque son mujeres rusas". A continuación, por si no había quedado claro, definió a sus compatriotas como las "más talentosas y hermosas" y en un guiño a su anfitrión, concedió: "Esto es algo que sólo pueden cuestionar las mujeres de Italia".
Para sorpresa de los periodistas, Putin continuó hablando. "La sociedad tiene el derecho a saber cómo viven los personajes públicos pero, incluso así, hay un límite: la vida privada, que nadie tiene derecho a traspasar". Concluyó así su inesperada perorata: "Nunca me ha gustado la gente que, con narices infectadas y fantasías eróticas, se meten en los asuntos privados de otras personas".
El 2012 se estrenó el documental Yo, Putin. Un retrato, del periodista alemán Hubert Seipel, que tuvo un acceso al presidente ruso no visto hasta la fecha. Sin embargo, se le hizo una advertencia: su vida privada, ni tocarla. Pero la película habla inevitablemente de la vida personal del dirigente, retratándolo como una persona muy sola, que pasaba más tiempo con sus guardaespaldas y su perro que con la familia.
Por esta razón, durante la presentación del documental, a Seipel se le preguntó si en el año largo que había compartido con Putin había aunque sea visto a la familia del presidente o éste estaba tan aislado como sugería su obra. "Esta pregunta tiene truco", respondió el director. "Es muy sensible y le prometí no exponerle mucho en ese sentido. Pero la familia existe. Le llaman por teléfono. Están disponibles".
Seipel añadió que atribuía esa especial sensibilidad de Putin a un "estilo soviético" que difiere mucho de las prácticas occidentales de exponer a las familias políticas al escrutinio público.
Un divorcio amistoso
Pero Putin acabó con esa sensibilidad de golpe y porrazo en 2013. Asistía con su mujer a un concierto y fue interceptado por una cadena de televisión en el descanso. Así, de manera casual -aunque nada es casual con Putin y olió a acción programada-, ambos anunciaron sonrientes que ya no vivían juntos y que su matrimonio había terminado. "Siempre seremos amigos", dijo Lyudmila.
Han pasado casi 9 años desde entonces y, oficialmente, Putin no ha vuelto a tener pareja. Su portavoz, Dmitry Peskov, declaró tras el divorcio que no había otra mujer en la vida del presidente. "Es muy fácil echar un vistazo rápido a la agenda de Putin y entender que no hay espacio para relaciones familiares en su vida, que está totalmente ocupada con sus responsabilidades como jefe de Estado", dijo.
Vladimir y Lyudmila se conocieron en 1980, cuando fueron presentados por un amigo común en la entonces Leningrado, actual San Petersburgo. Ella trabajaba como azafata; él en la temida -con razón- KGB. Juntos han tenido dos hijas, las únicas reconocidas por Putin. La protección de su intimidad es aún mayor que la del presidente. Poco se sabe de Maria y Yekaterina Putina, de 36 y 35 años de edad y lo que se sabe son rumores nunca confirmados: que la mayor, Maria, es investigadora médica y vive en Moscú con su esposo holandés, identificado por los medios como Jorrit Faassen y que la pequeña, Yekaterina, fue bailarina acrobática y lidera un instituto de investigación sobre inteligencia artificial en la Universidad de Moscú. Los rumores dicen que en 2013 se casó con un multimillonario ruso, Kirill Shamalov, pero la pareja se divorció en 2018.
La mayor se vio envuelta en serias dificultades en 2014, cuando familiares de los pasajeros del vuelo 17 de Malasyan Airlines abatido en Ucrania por un misil ruso en julio de ese año, hicieron público que residía en la localidad holandesa de Voorschoten y ella tuvo que regresar a Moscú, ante el temor de recibir represalias por parte de sus vecinos. La mayoría de las víctimas del accidente, incluyendo a 80 niños, eran neeerlandesas. Por supuesto, nada de esto fue confirmado por el Gobierno ruso.
En 2014 la hija mayor de Putin tuvo que regresar de Holanda por miedo a la reacción de sus vecinos tras el derribo de un avión en Ucrania
Pero además de Maria y Yekaterina, los medios han atribuido a Putin tres o más hijos ilegítimos. La primera es la que más dolió al presidente. Su supuesta existencia fue difundida por Proekt, un medio ruso de periodismo independiente, que publicó que Putin fue amante de una mujer llamada Svetlana Krivonogikh en 1999, en pleno matrimonio con su esposa. El medio desveló también que fruto de esa relación había nacido Luiza Rozova, la primera hija ilegítima y nunca confirmada del mandatario.
"Su amante se benefició desde entonces de nuevas perspectivas profesionales y recursos económicos", escribió en The Washington Post Roman Badanin, exredactor jefe de la publicación. En la misma se asegura que así como hay decenas de fotografías de Krivonogik, todas las que hay públicas de su hija tienen algo en común: no se le ve la cara por su increíble parecido con Putin. Por supuesto, el Gobierno ruso bloqueó la web de Proekt, a la que no se puede acceder desde Rusia.
Volvamos a 2008 y a la noticia que provocó el cierre del periódico Moskovsky Korrespondent. Esa relación nunca fue confirmada, pero la carrera de la mujer que se decía iba a casarse con Putin, la gimnasta Kabayeva, fue mejorando con los años. En 2014 fue nombrada directora del National Media Group, uno de los principales grupos mediáticos de Rusia, dueño del Canal 1 y, por supuesto, progubernamental.
¿Embarazo clandestino?
En 2018, hubo fuertes rumores de que Alina estaba embarazada y algunos medios publicaron que dio a luz a gemelos. La revista Forbes recoge la creencia generalizada -así la califica- de que Putin y Alina llegaron a formar una familia y que tienen entre dos y cuatro hijos. Durante casi tres años, estuvo desaparecida, pero en verano de 2020 apareció en la televisión estatal para denunciar a los jueces de los Juegos Olímpicos de Tokio que, a su juicio, habían hecho mal al no darle la medalla de oro a la gimnasta rítmica Dina Averina. En dicha aparición, se vio que la deportista llevaba un anillo que podría asemejarse a una alianza. Varios años antes, el archienemigo de Putin, Alexei Navalny, ya difundió en su redes sociales que ambos se habían casado, lo que el entorno del presidente desmintió.
Navalny ha dejado claro que él no va a seguir la máxima de Putin de no hablar de su vida privada, aunque el corazón no es lo que más le interesa. El opositor prefiere denunciar la corrupción del mandatario, explícita según el estilo de vida que Navalny se ha dedicado a difundir -lo que le ha valido estar en la cárcel en la actualidad-. Pero la línea entre el corazón y el dinero es a veces difusa y la primera examante asignada a Putin, Krivonogik, es el mejor ejemplo de ello.
Su nombre sí salió en medios que no se hacen eco de rumores ni cotilleos. En concreto, en aquellos que publicaron en octubre de 2021 los llamados Papeles de Pandora. En esa filtración masiva de documentos, se demuestra que Krivonogik se convirtió en 2003 en dueña de un apartamento en Montecarlo que costó entonces 4,1 millones de dólares y que hoy probablemente valga mucho más. La fecha no sólo coincide con la época en la que supuestamente estaría en el punto álgido de su relación con Putin, sino también con el nacimiento de la supuesta hija ilegítima del líder ruso.
El apartamento lo compró a través de una compañía offshore y, según los papeles, Krivonogikh acumulaba una asombrosa cartera de activos en Rusia, tal y como denunció Proekt. Todo apunta a que esa ingente cantidad de dinero no sería de ella -que entre otras cosas, trabajó como señora de la limpieza-, sino de su amante.
Putin es considerado el hombre más rico de Rusia. Según el portal Celebrity Net Worth, tiene un patrimonio neto valorado en 70.000 millones de dólares. Otras fuentes apuntan más alto: su fortuna superaría los 200.000 millones de dólares, según publicó Forbes. Paul Klebnikov, el fundador de Forbes Rusia, recibió un disparo en las calles de Moscú en 2004 mientras investigaba la suerte de los primeros rusos oligarcas. El banquero ruso exiliado Sergei Pugachev (al que apodaron "el banquero de Putin") dice que "cualquier intento de calcular su fortuna no tendrá éxito. Será la persona más rica del mundo hasta que deje el poder".
"Cualquier intento de calcular su fortuna no tendrá éxito. Será la persona más rica del mundo hasta que deje el poder"
Putin nunca ha hecho ostentación pública de su riqueza. En 2017, poco después de que el mandatario difundiera unas fotografías suyas en vacaciones pescando salmones en Siberia, en un descanso naturalista y austero -y muy masculino, por qué no decirlo-, Navalny hizo lo propio sobre las que denominó como "verdaderas vacaciones" del presidente. Así, compartió un vídeo con unas imágenes aéreas, realizadas con un dron, de una lujosa mansión, diseñada por el arquitecto finlandés Uno Ullberg, en una isla escondida cerca de la frontera con Finlandia.
Allí habría pasado Putin sus segundas vacaciones. Según las imágenes, la casa dispone de baños de mármol e incrustaciones de oro, sauna, sala de billar y más. También una piscina climatizada gigante y una lujosísima oficina amueblada con el águila rusa de dos cabezas grabada en oro sobre el escritorio.Todo ello perfectamente protegido y blindado para evitar miradas indiscretas.
Villa Sellgren, que así se llama la mansión secreta, aparece inscrita a nombre del empresario ruso Sergei Rudnov, hijo del que fue uno de los íntimos amigos de Vladimir.
Así, dentro del absoluto ostracismo que impera en torno a las finanzas del presidente, todo parece indicar que su riqueza está ligada a la de los millonarios rusos que tienen negocios en el exterior. Los nombres son familiares y uno destaca por encima del resto: Roman Abramovich, al que Reino Unido acaba de anunciar que va a deportar del país, donde suele residir y donde tiene varias propiedades millonarias.
Forbes fue más allá y dio crédito a la teoría de Bill Browder, un financiero estadounidense que ha realizado muchos negocios en Rusia y está detrás de las leyes Magnitsky (que permiten a los gobiernos imponer sanciones específicas a los infractores de los derechos humanos congelando sus activos), insiste en que después de arrestar a Jodorkovski -el dueño de Yukos y hombre más rico de Rusia hasta su detención-, Putin hizo un trato con los principales oligarcas del país.
"El trato fue: 'Me das el 50% de tu riqueza y te dejaré quedarte con el otro 50%", explica Browder. "De no hacerlo, se quedaría el 100% de la riqueza y el otro hombre acabaría en la cárcel". Basándose en esas matemáticas, Browder calculó en 2017 que Putin sería el dueño de 200 mil millones de dólares, es decir, la persona más rica del mundo en ese momento. El cálculo de Browder fue simple: sumó los valores netos de todos los oligarcas rusos y los dividió por dos.
Así las cosas, no es de extrañar que Europa pretenda sancionar a Putin por su invasión a Ucrania a través de donde más puede dolerle: el bolsillo. Este mismo viernes la Unión Europea ha anunciado que ultima la inclusión del presidente ruso, Vladimir Putin, y de su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, en su lista negra de dirigentes sancionados por su responsabilidad en el ataque militar "injustificado" y "no provocado" de Rusia contra Ucrania. La decisión se ha adoptado durante la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada este viernes en Bruselas, según ha informado la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas.
A última hora de la noche de este viernes, EEUU anunció una decisión similar: impondrá sanciones contra el presidente ruso, Vladímir Putin, el ministro de Exteriores ruso, Sergéi Lavrov, y otros altos funcionarios del país. Se trata de una medida muy inusual en la Casa Blanca, pero se decidió algo similar con Nicolás Maduro en Venezuela y Basharal-Assad en Siria.