David Foenkinos dice que el 90 por ciento de los libros que se publican no tiene ningún eco. Yo creo que se queda corto. Pero él lo debe de saber muy bien: sus tres libros publicados en mi editorial, Kailas, apenas tuvieron notoriedad, a pesar de ser excelentes. Ahora, con más de tres millones de libros vendidos tras el éxito de La delicadeza (Seix Barral, 2011), el autor francés ya es todo un referente.

No extraña, por eso, que Foenkinos se haya permitido escribir una nueva obra de título tan sugerente como La biblioteca de los libros rechazados. Tal vez ahí, en esa biblioteca tan singular, debieron integrarse El potencial erótico de mi mujer (Kailas, 2005), En caso de felicidad (Kailas, 2007) y ¿Quién se acuerda de David Foenkinos? (Kailas, 2008). Pero este “joven Houellebecq”, como en ocasiones le han llamado, ya entonces atesoraba un notable talento, y parecía más que razonable impulsarlo.

La semana próxima se presenta un libro en Madrid que debiera pertenecer al 10 por ciento que sí influye y también vende. La niña a las puertas del infierno (Kailas, 2017) se acerca como nadie lo ha hecho hasta ahora a la guerra de Siria. Óscar Mijallo, por su condición de corresponsal de TVE en Oriente Próximo y su conocimiento profundo del conflicto, novela la lucha por la supervivencia en un país devastado cuya destrucción supera ya muchos de los límites conocidos y los seis años.

En el país de Asad, ya nadie sabe con certeza contra quién lucha, ya que se superponen distintos enfrentamientos locales con sombríos apoyos internacionales a unos u otros grupos. La guerra sigue, y ya ha matado a más de 250.000 personas y desplazado a casi cinco millones.

A veces, el horror supera lo soportable, y es entonces cuando Abd Alkader Habak invierte sus prioridades e intenta rescatar a un niño que ha dejado malherido la bomba que destrozó el autobús en el que viajaba. El ataque del sábado asesinó a 126 personas, entre ellas 80 niños. La primera imagen de Habak salvando una vida infantil y la posterior, llorando de rodillas junto a otra que no pudo socorrer, con el autobús y varios vehículos en llamas detrás, nos hace preguntarnos de nuevo: ¿no aprendemos nunca?

Antonio Orejudo considera que, cuando cumples 50 años, “te das cuenta de que te has equivocado en todo”. Puede que el escritor madrileño tenga razón, pero lamentablemente poca enseñanza extraemos de ello. La humanidad en absoluto mejora con la sabiduría que podría arrancarse de sus numerosos y colosales errores. Así que tal vez no: no aprenderemos nunca.

David Jiménez, exdirector de El Mundo y su corresponsal en Asia década y media, escribió sobre Habak y sobre los reporteros que también lloran. Y sobre las extraña naturaleza del reportero de guerra, que se la juega a cambio de nada, si ese día hay un partido de fútbol “importante” o pedida de mano de infanta, como apunta.

Jiménez, que presentará el libro de Mijallo, conoce tan bien como el que más las dificultades del mundo de periodismo, la aún más compleja realidad del enviado especial a zonas de conflicto y, por supuesto, también los diversos –y tan a menudo frustrantes- escenarios que puede atravesar el impacto y la venta de libros. Autor de tres, dos de ellos en Kailas (Hijos del Monzón, 2007, y El lugar más feliz del mundo, 2013), sabe cómo se está en el 10 por ciento afortunado e improbable al que aludía Foenkinos. Sus libros merecieron ese premio. Él también.

Se acerca el 23 de abril, Día del Libro y aniversario de la muerte de Shakespeare y de Cervantes. Lamentablemente, con tragedias como la Siria asomando cada día, cabe concluir que, de ellos, tampoco aprendimos nada.