'No hay Hernando bueno'. Esta frase cristalizó hace tiempo en mi cabeza con las apariciones, a veces sucesivas, de un Hernando y otro Hernando. Por lo general, el Hernando peor era el que aparecía, el que estaba en el foco. Momento en el cual se tenía la impresión de que era mejor el otro Hernando. Pero no tardaba en aparecer también el otro Hernando, con lo que perdía la ventaja lograda durante su desaparición.

Los Hernandos son un balancín de Hernandos, de manera que cuando uno baja (al aparecer) el otro sube (al desaparecer), y viceversa. Si fuese por cada Hernando, solo aparecería (y bajaría) el otro Hernando. Pero el trabajo de los dos, que es el mismo trabajo, les obliga a aparecer con frecuencia; casi siempre poco antes, o poco después, del otro Hernando.

Llama la atención que en plena crisis del bipartidismo los dos grandes partidos hayan puesto como portavoz parlamentario a un Hernando: Antonio Hernando el PSOE y Rafael Hernando el PP. Antes se ensayó con las Sorayas, pero la cosa ha cuajado con los Hernandos. Al sistema de turnos en el poder de Cánovas y Sagasta, en la Restauración del XIX, le llamó Umbral "sagastacanovismo". Hoy podríamos hablar de "hernandohernandismo", aunque no referido al poder, sino a las portavocías: nuestro siglo no da para más.

En estos tiempos en que el PP y el PSOE solo se diferencian en que uno dice 'sí' y el otro 'no', ha sido maravilloso ver que tanto el que decía 'sí' como el que decía 'no' era un Hernando. Cada uno se mostraba muy firme (incluso muy gallito) en su 'sí' o en su 'no', pero ambos desde la hernandidad.

Esta era la situación, cuando la cosa se ha movido por parte de un Hernando. El desplazamiento del PSOE, no hacia el 'sí' pero al menos hacia fuera del 'no', va a ser escenificado, según ha decidido la Gestora, por el Hernando que antes decía 'no'. El socialista Mario Jiménez dejó las cosas claras: Hernando ha sido y será una "correa de transmisión". Peliaguda palabra esa de "correa", en alemán "gürtel", en la semana en que Francisco Correa ha cantado contra el partido al que ahora debe retirarle el 'no' ese Hernando...

La confluencia de Hernando y Hernando bajo el mismo paraguas en el desfile del 12 de Octubre lo sintetiza todo. Era el Hernando del PP el que protegía amorosamente del chaparrón al Hernando del PSOE, y este se dejaba. Al aparecer a la vez, ningún Hernando cobró ventaja sobre el otro Hernando. ¿Es la imagen de la restauración definitiva del bipartidismo? De momento es la estampa, preciosa, del hernandohernandismo: semilla de la concordia nacional no quizá entre los libres, pero sí entre los iguales. En el aniversario del Descubrimiento, un Hernando descubrió al otro Hernando. Y viceversa.