No puede ser casualidad. Algo no funciona cuando hasta cinco expresidentes autonómicos -Jordi Pujol, Jaume Matas, Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Francisco Camps- andan en sumarios judiciales contra la corrupción; un exvicepresidente de España y exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, a quien se consideraba artífice del milagro económico español, se sienta en el banquillo de los acusados; o la Familia Real se ve salpicada por el juicio a la Infanta Cristina.

Podríamos seguir con el encausamiento de directivos de las antiguas cajas de ahorros, el de empresarios que la opinión pública tenía por respetables, el encarcelamiento de consejeros autonómicos o de tesoreros de distintos partidos, la imputación a granel de concejales... Pero, con ser grandes escándalos, sólo representan la espuma del problema.

No sólo en política

El engaño está a la orden del día en en España, ya sea en pequeñas relaciones comerciales, como el pago sin factura para sortear el IVA, ya en el fraude a Hacienda para eludir el pago de impuestos. Lo primero que habría que conseguir es que ese tipo de comportamientos tuviera en la calle una condena moral, algo que ni siquiera ocurre ahora.  

La realidad ha venido a ratificar que acertamos cuando entre las Obsesiones de EL ESPAÑOL incluimos la de "combatir la corrupción". Queda claro que no es un problema específicamente político. Sin embargo, es en la política donde hay que buscarle solución, con leyes que permitan combatir mejor este fenómeno y dotando de más y mejores medios a la Justicia, encargada de actuar cuando los sistemas de vigilancia han sido burlados. También con un comportamiento ejemplar de los representantes públicos que dé confianza y sirva de espejo al ciudadano.

Suena a chiste que a estas alturas el ministro García Margallo proponga, como hizo este viernes, elaborar un "libro blanco" contra la corrupción con la aportación de expertos internacionales. Largo me lo fiáis. Ya está todo inventado. Hay que avanzar en la transparencia, para que los gruesos muros de la Administración sean paredes de cristal; hay que eliminar la arbitrariedad en las contrataciones públicas; hay que devolver el protagonismo a funcionarios de carrera que han ido siendo sustituidos de forma paulatina por personas de libre designación; hay que reforzar las inspecciones; hay que fomentar el pago con tarjeta...

Récord de delitos

El Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado acaba de dar a conocer los datos de 2015 relacionados con el fraude y la corrupción, a todos los niveles. El año pasado se detuvo a 2.442 personas, con una cifra récord de 1.108 delitos detectados. Ya veremos como acaba 2016. Esta semana la empezamos con una gran operación contra la dirección de las clínicas Vitaldent, continuamos con una redada en la sede central en España del mayor banco de China, y la hemos cerrado con registros y detenciones en más de setenta empresas del país dedicadas al sector cárnico.

Sería mucho decir que en España hay una propensión a la trampa, pero la realidad demuestra que, cuando menos, es un asunto mal resuelto. Un país moderno, que pretende ser competitivo, que aspira a mantener su lugar entre las grandes democracias de Occidente, tiene que ser también éticamente sólido. O al menos, ha de poder atajar con la ley los comportamientos que se desvíen de ella. Ningún país prospera en medio de la corrupción. Acabemos de una vez con esta lacra.