La investigación de la trama de corrupción más escandalosa de la democracia ha dado un salto cualitativo tres meses después de que Anticorrupción pidiera que la Audiencia Nacional asumiera la causa. El alud de pruebas sobre la trama organizada por los Pujol para enriquecerse con las comisiones que obtenían a cambio de contratos amañados han propiciado que el magistrado José de la Mata dé un paso que puede ser decisivo.

El expresidente de la Generalitat y su esposa tendrán que declarar por fin en la Audiencia Nacional imputados por blanqueo el 10 de febrero, en virtud de un auto que ratifica las exclusivas de EL ESPAÑOL desde que, el mismo día en que nacimos, desvelamos la existencia de un documento que probaba que Jordi Pujol i Soley era el verdadero propietario del dinero controlado por su hijo mayor.

Dos décadas de comisiones

El relato de hechos en que se apoya el juez, que ya investigaba al primogénito y a su ex mujer por el mismo delito, confirma punto por punto lo publicado hasta ahora sobre la corrupción organizada durante dos décadas de poder casi absoluto en Cataluña. Jordi Pujol, su mujer y sus siete hijos han sido titulares de hasta diez cuentas en Andorra, y basta reparar en la evolución de los ingresos en efectivo realizados para comprobar hasta qué punto su enriquecimiento estuvo ligado al ejercicio de su cargo.

El análisis comparativo sobre los ingresos en metálico es tozudo: Jordi Pujol inició su último mandato como presidente de la Generalitat en octubre de 1999 y dejó de serlo en diciembre de 2003. En ese periodo él y su familia inyectaron la friolera de 11,4 millones de euros en efectivo en sus cuentas andorranas.

Sin poder, los ingresos se desploman

Sin embargo, los cinco años siguientes, coincidiendo con las dos legislaturas en las que Convergència perdió la Generalitat a manos de Maragall y Montilla, las entradas de dinero en metálico en esas entidades sumaron sólo 1,2 millones de euros. Es decir, los Pujol vieron desplomarse hasta el 90% de sus ingresos en cash cuando el patriarca abandonó el poder.

La curva que describen los gráficos -progresivamente ascendente mientras Convergència consolidaba su hegemonía y descendente cuando perdió la Generalitat- ilustra a la perfección que este desorbitado enriquecimiento se debió exclusivamente a la comisiones recibidas mientras la familia controló las adjudicaciones públicas.

Cada miembro tenía un rol

De hecho, el auto del juez De la Mata hace hincapié en que las investigaciones policiales desmontan la coartada de la herencia -alegada por Pujol y sus hijos con versiones contradictorias-; dan al traste con la hipótesis de que el enriquecimiento fue fruto de los réditos obtenidos en inversiones; dejan claro que la familia ha actuado "como una organización" en la que "cada miembro tenía un rol"; que el dinero entraba mediante ingresos en billetes y mediante transferencias desde el extranjero realizadas por contratistas; y que luego existía toda una red de ingeniería financiera para moverlo por paraísos fiscales y blanquearlo.

En este punto, el juez no sólo tiene claro que la riqueza de los Pujol no pudo deberse en ningún caso a los honorarios del expresidente catalán, sino que llama la atención sobre cómo "el reforzamiento de los sistemas de prevención de blanqueo" hizo que la familia "avanzara en la metodología utilizada para canalizar los ilícitos".

Mas olvida su papel en el pujolismo

Si sumamos a los ingresos en billetes los procedentes de transferencias, el botín amasado por los Pujol sólo en Andorra superaría los 30 millones de euros en 175 operaciones diferentes entre 1990 y 2010. Los datos son tantos que no es de extrañar que el juez haga referencia en su auto a la "intensidad de los indicios" incriminatorios.

Artur Mas, guardián de los secretos de la familia Pujol y de Convergència, ha intentado apelar al patriotismo los catalanes en su discurso de fin de año y se ha cuidado mucho de mencionar la corrupción, como si no fuera con él. Lo cierto es que los Pujol se enriquecieron mientras él ostentaba altas responsabilidades como conseller de la Generalitat. Le resultará muy difícil que, a la luz de los hechos, los catalanes puedan olvidar hasta qué punto el pujolismo, del que él ha sido protagonista y heredero, fue una cleptocracia.