Europa se enfrenta a un serio problema: tras dos décadas desde el inicio de la revolución internet, la representación de las compañías europeas en la red es ridícula. Las pocas compañías nacidas en el continente europeo que en algún momento fueron capaces de ofrecer alguna esperanza de competir con las norteamericanas o asiáticas, como Skype, Booking.com, Zendesk o Evernote, fueron rápidamente adquiridas o participadas por fondos de capital riesgo para convertirlas en norteamericanas, o escogieron desplazarse ellas mismas a Silicon Valley.

¿Qué problema tiene Europa que inhibe claramente el desarrollo de la que es, a todas luces, la economía del futuro? Un buen artículo en profundidad en The Guardian, “In search of a European Google”, se adentra en el análisis de las razones que hacen que el continente europeo no esté funcionando a la hora de proponer alternativas en la red. Con escasísimas excepciones, las empresas que realmente dominan la red son norteamericanas o asiáticas, pero nunca europeas. Mientras el valor combinado de las tres mayores compañías de internet norteamericanas, europeas o africanas es de 0.75 billones, 0.5 billones y 50.000 millones de dólares respectivamente, el de las europeas es únicamente de 25.000 millones.

Para Europa, combinar personas con buenas ideas y formación adecuada con un mercado de capital riesgo que funcione y con un entorno legal propicio, en el marco de un mercado con reglas sencillas y accesibles resulta completamente inviable. Europa es un confuso conglomerado de países con lenguas y marcos legales completamente diferentes entre sí. La inmensa mayoría de las empresas de comercio electrónico europeas operan únicamente en uno o dos países, porque intentar hacerlo en más se vuelve una pesadilla.

La burocracia generada por un Parlamento Europeo en manos de los lobbies de empresas tradicionales, que genera normas que posteriormente deben trasponerse a la legislación individual de cada país, da lugar a un entorno imposible de navegar, complejo e inseguro. Si tienes una idea que amenace a alguna industria tradicional, Europa la detendrá. Mientras el gobierno norteamericano refuerza las leyes que protegen la neutralidad de la red como forma de proteger la capacidad ecualizadora de internet, el Parlamento Europeo, confundido por el lobby de las telecomunicaciones, vota a favor de permitir que estas empresas puedan hacer lo que quieran y manejar la red a su antojo, con capacidad para convertir en inviable toda aquella idea que no parta de su entorno.

Es triste, muy triste. En el entorno que marca el futuro, la vieja Europa es eso... vieja. Pinta entre poco y nada. Y nada hace pensar que se vaya a corregir esa tendencia.