La actriz Emilia Clarke, en una de las escenas de la serie HBO

La actriz Emilia Clarke, en una de las escenas de la serie HBO E.E.

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Cómo ver 'Juego de Tronos' en Irán sin levantar las sospechas de la censura

El ‘Netflix iraní’ circula de mano en mano a través de discos duros que se venden en videoclubs clandestinos, desafiando al 'trono de hierro' de los ayatolás.

7 julio, 2017 03:58
Teherán

Al régimen de los ayatolás le ha salido un duro adversario en Poniente. El país que acabó a la fuerza con la monarquía, representada por la figura del Sha, instaurando una república teocrática en 1979, tiene ahora que enfrentarse a los Siete Reinos de Juego de Tronos. La serie estadounidense triunfa entre los más jóvenes de Irán, que esperan ansiosos el momento de hacerse con una de las copias clandestinas que circulan por los videoclubs de todo el país.

“Por 60.000 riales (poco más de un euro) puedes comprar una serie de estreno completa en HD, aunque si bajas la calidad también se reduce el precio”, explica Kian Soltani, de 17 años, quien junto a Mostafa y Hossein, aborda a los pocos turistas extranjeros que visitan Isfahan en estas fechas para hablar sobre música, series y cine. El disco duro se ha convertido en una de sus posesiones más preciadas, cargado de gigas que sortean la férrea censura del Gobierno.

Este particular Netflix iraní circula de mano en mano, aunque la primera descarga suele hacerse en el videoclub más próximo. En estos establecimientos se venden copias legales, dobladas al farsi, de algunas películas de Hollywood (con precios muy bajos, ya que no pagan ningún tipo de copyright a Estados Unidos).

Censura hasta en 'Harry Potter'

Sin embargo, nadie quiere ver una versión llena de tijeretazos y prefieren los archivos originales que se encuentran en el portátil que el dependiente guarda bajo el mostrador. “Empiezan a eliminar besos y escotes y la película acaba siendo media hora más corta”, bromean los chavales, que cuentan como anécdota que incluso en las películas de Harry Potter hay escenas eliminadas.

Más del 70% de los jóvenes que navegan por Internet utilizan antifiltros, según cifras del propio Gobierno iraní. Prácticamente todos los móviles y ordenadores cuentan con un programa VPN para engañar al servidor, haciéndole ver que se conecta a Internet desde otro país y saltándose la censura. De esta forma, acceden a todo tipo de contenidos, así como a aplicaciones que en ocasiones son bloqueadas por las autoridades, como puede ser el caso de Facebook, Twitter o YouTube.

Pese a ello, las conexiones a Internet son lentas y en lugar de descargar los archivos en sus casas, muchos iraníes prefieren llenar sus discos duros en los videoclubs y después compartirlos con los amigos. Por supuesto, en estas transferencias también hay hueco para la pornografía y Mostafa lo explica con toda naturalidad: “Por 5.000 tomanes (50.000 riales) tienes 1 GB de vídeos porno, aunque para que te pasen estos archivos tienes que conocer al dueño de la tienda o que te presente un amigo, como en un club privado”.

Una invasión cultural

La próxima descarga ya saben cuál será: Juego de Tronos, cuya séptima temporada se estrena el próximo 17 de julio. Los tres jóvenes repiten los nombres de los protagonistas como un mantra: Daenerys, Jon Snow… Han aprendido el poco inglés que saben gracias a series como esta (que suelen ver con subtítulos en farsi) y se sienten cada vez más identificados con Occidente. Una invasión cultural que ni siquiera la Guardia de la Noche puede evitar, por muchos muros que levante.

Internet escapa al control del Gobierno y son las nuevas generaciones quienes saben cómo usar estas herramientas, pese a la barrera del idioma. En los colegios de Irán el inglés es una asignatura residual al dar prioridad al árabe, que deben conocer (aunque no les guste hablarlo, por la animadversión entre los persas y los árabes) para leer el Corán. Sin embargo, cada vez son más los que intentan aprender inglés, ya sea para estudiar en el extranjero o para comunicarse a través de las redes sociales con gente de otros países.

Las plataformas más populares en este país son Telegram, con más de 14 millones de usuarios, e Instagram. Casi todos los jóvenes iraníes tienen una cuenta en esta última red social, aunque la mayoría de los perfiles están cerrados (hay que enviarles una solicitud de amistad para poder ver las fotografías que cuelgan) por miedo a las represalias. Allí las chicas aparecen sin el velo, algo demasiado atrevido para los más conservadores, que tratan de poner coto a un comportamiento que consideran “inmoral”.

Cerca de una decena de ‘instagramers’ fueron detenidas por la Guardia Revolucionaria por ese motivo en mayo de 2016. Hacer ‘scroll’ por los perfiles en las redes sociales de los jóvenes iraníes ayuda a entender cómo es este país lejos de los focos, algo que contrasta con los mensajes oficiales que justifican el uso obligatorio del velo islámico en los espacios públicos y que se pueden leer cerca de muchas mezquitas de Irán: “El hiyab es como la concha que protege a la perla”.

Alcohol y fiestas privadas

“Irán es completamente diferente de puertas para dentro que de puertas para afuera”, explica otro joven iraní -quien prefiere que no se publique su nombre- mientras cuenta que cada noche hay una fiesta en alguna casa privada en Teherán. Allí, pese a estar prohibido, se bebe alcohol de contrabando (principalmente botellas de whisky y vodka, que se venden a precios bastante altos) o elaboraciones caseras, como el arak, que llega a alcanzar los 70 grados.

Los jóvenes de las grandes ciudades quieren que también se produzca un cambio a pie de calle. Casi todos aseguran haber votado a Rohani en las últimas elecciones presidenciales y confían en que eso sirva para que el político -de corte moderado- construya puentes con el resto del mundo en sus próximos cuatro años de mandato. De la misma forma, esperan que cumpla con su promesa de buscar “una mayor igualdad entre hombres y mujeres”.

Rohani tendrá que lidiar de nuevo en su segundo mandato con el sector más conservador, que encabezan los líderes religiosos del país, para cumplir con su programa aperturista. Lo hará bajo la atenta (y seria) mirada del ayatolá Jomeini y el líder supremo, Jamenei, cuyas fotografías llevan décadas colgadas en cada edificio del país.

Ellos aún ocupan el trono de hierro en Irán, pero se empiezan a respiran nuevos aires en la antigua Persia. Habrá que esperar a la próxima temporada para ver si se produce algún buen giro argumental. Kian, Mostafa y Hossein ya tienen sus discos duros preparados.