Seguro que algún lector ha rememorado rápidamente aquella canción de Radio Futura de los ochenta. Incluso habrá tarareado por lo bajini aquella primera estrofa: arde la calle al Sol de poniente. Hace falta valor, nos conminaban, para ir a aquella Escuela, que hoy podríamos cambiar por refugio del calor.

El próximo verano será duro, y esta primavera nos confirma los peores presagios. Siendo así ya tardan las medidas para afrontarlo. Un reciente artículo del Instituto de Salud Global publicado en la prestigiosa revista The Lancet, analiza los riesgos para la salud en 63 ciudades causados por elevadas temperaturas y su relación con la disponibilidad de una adecuada red de zonas verdes en las ciudades.

El hecho combinado de las olas de calor unidos a esa burbuja cálida que se genera sobre las ciudades está propiciando graves y letales consecuencias para sus habitantes. Así, el diagnóstico de tan reconocido instituto resalta los 3º grados de sobrecalentamiento que tiene nuestra Málaga, la tercera con más fiebre urbana de todas las analizadas y la más afectada de España. Les llama la atención que nuestra ciudad, sin estar mal dotada de zonas verdes, sin embargo más de un 30% de su población vive en barrios que son islotes de calor intenso. Barrios que coinciden justamente con bajas dotaciones de arbolado, de baja renta per cápita, en consecuencia de escaso poder adquisitivo, de viviendas de los sesenta inadecuadas para estos extremos meteorológicos, en los que además abunda una población de mayores, los más susceptibles a los golpes de calor. En consecuencia sin capacidad para generar una refrigeración adecuada conforman un colectivo de especial sensibilidad que crecerá en los próximos años.

La terapia para la ciudad es más arbolado adecuadamente integrado en calles y plazas, además de una revolución arquitectónica en la que se olviden las plazas duras, y se reduzca el asfalto, el uso del cristal y de los costosos recubrimientos metálicos en fastuosos edificios. A esto habría que añadir la construcción de una red de refugios bioclimáticos que sean capaces de albergar en los momentos más extremos a la población más vulnerable. Buenos ejemplos ya los tenemos, como los diseñados y ejecutados por el profesor de la UMA Ferrán Ventura. Pero sobre todo se requiere una respuesta planificadora integral ante los nuevos desafíos climáticos.

El álbum que recogía tan sonada canción lo titulaba, con cierto aire premonitorio, la futurible emisora: La ley del desierto / La ley del Mar. Hay que añadir a tan necesarias leyes una tercera, La ley de la ciudad.