Algo va muy mal en el mundo si el cambio de propietario de una empresa es percibido como una amenaza global para la democracia. Desde que empezaron a surgir informaciones sobre el interés de Elon Musk de hacerse con Twitter, usuarios y medios han inundado la conversación pública con advertencias de todo lo que podría salir mal con el empresario a los mandos de la red social.

Su carácter excéntrico y su alegato a favor de su propia definición de la libertad de expresión podrían transformar la naturaleza de Twitter tal y como la conocemos y convertirla en un foro aún más salvaje de lo que ya es. Sin embargo, aunque hay usuarios desesperados por encontrar una gran alternativa, en realidad tendría que darles más o menos igual quién lo posea, ya que lo que debería preocuparles son las leyes que rigen las redes sociales en general.

Una regulación sólida es la única forma de proteger los derechos de usuarios y clientes de los caprichos de los dueños de turno de cualquier negocio, sea quien sea el propietario y el sector al que se dedique. Por eso, en lugar de echarnos las manos a la cabeza con el cambio de titularidad de Twitter, deberíamos estar observando de cerca los pasos que la Unión Europa está dando para legislar las grandes plataformas digitales.

Y es que la compra de la red social del pájaro ha coincidido (¿casualidad?) con el acuerdo de la UE sobre la futura Ley de Derechos Digitales (DSA), que pone especial énfasis en la moderación de contenido en plataformas online de gran tamaño, como Facebook, YouTube y, efectivamente, Twitter.

Entre otras cosas, la norma, que entrará en vigor hacia finales de 2023 o principios de 2024, impondrá severas multas a las compañías que permitan la difusión de contenidos ilegales e incluso podría prohibir los servicios en caso de infracciones reiteradas. Y, por si fuera poco, la versión británica de la DSA podría llegar a imponer penas de cárcel a los directivos de empresas digitales que no cumplan con su regulación.

Nadie tiene del todo claro qué pretende Musk con esta compra, pues ha afirmado que no le interesan los rendimientos económicos y que su objetivo se centra en luchar contra la censura. Y dado que también ha insistido en que promoverá el derecho a la libertad de expresión "de acuerdo a las leyes", no debería estar demasiado molesto con la nueva regulación europea.

Sin embargo, de momento parece que no sea pronunciado sobre ella, algo sorprendente dado que le encanta opinar sobre cualquier cosa. Así que puede que esté empezando a ser consciente del titánico reto que supondrá cumplirla.

Revisar cada tuit publicado cada instante por sus cientos de millones de usuarios requerirá las mejores herramientas

Revisar cada tuit publicado cada instante por sus cientos de millones de usuarios requerirá las mejores herramientas de detección automática y un ejército de moderadores humanos capaces de monitorizar tal volumen de contenido. Y, aunque se supone que las grandes plataformas ya funcionan así, la realidad es que todas son enormes coladeros de odio, abusos y desinformación.

Eso sí, el CEO de Tesla y SpaceX es famoso por conseguir lo que se propone y por revolucionar industrias enteras. Así que su actual capricho por Twitter podría ser justo lo que necesitamos para acabar con esta oscura era en la que las redes sociales han provocado genocidios, manipulaciones electorales, traumas en adolescentes y el aumento generalizado de la polarización y el extremismo a nivel mundial.

No se trata de que Musk sea un adalid de la mesura y la concordia, sino de que para poder seguir jugando con su nuevo juegue tendrá que agachar la cabeza ante Europa. Y, aunque puede que se canse del pájaro azul antes o después, lo importante es que, gracias a estas futuras regulaciones, dará igual quién sea el nuevo dueño de Twitter, ya que tendrá que ajustarse a las normas sí o sí.

El caso de Twitter y Musk es un gran ejemplo de que no se puede dejar todo en manos del libre mercado. Necesitamos leyes que protejan a los ciudadanos de los intereses de los empresarios y accionistas, esos que dicen poner al cliente en el centro, pero, en realidad, solo miran por sus beneficios. Recuérdelo la próxima vez que piense que papá Estado no hace nada bueno por usted.