“We´re Rednecks, we´re rednecks, we can´t tell our ass from a hole in the ground” Randy Newman

Cualquiera que haya atendido al análisis de los principales medios sobre los resultados de los grandes eventos electorales de este año llegaría a la conclusión de que los que votaron mayoritariamente, sea en el Brexit, o en EEUU, eran algo parecido al Fernando Esteso de La Ramona. Una especie de división entre esa población urbana, joven, “cool” que sí que sabe lo que debe de votar, y los zombis de The Walking Dead que no terminan de comprender las fantásticas ventajas del pensamiento único socialdemócrata y de la burocracia.


En EEUU el partido demócrata ha perdido más de diez millones de sus propios votos desde 2008 y su Yes, We Can, y más de 6 millones desde 2012, y eso no es una casualidad. La monstruosa expansión monetaria y fiscal, duplicar el endeudamiento, subir impuestos y coste de la sanidad (un 75%) y una política proteccionista que ha hecho a EEUU campeón de limitaciones a la globalización demuestra que el voto no solo no ha sido pro Trump, sino que ha sido -sobre todo- anti Obama-Clinton.

Pero siguen contándonos el cuento de que es un voto de los viejos, paletos y tontos contra la “globalización y el neoliberalismo”. Claro, por eso votan a un empresario cowboy. ¿Protesta contra la “globalización”? Desde 2008 ningún país del G20 ha introducido más medidas proteccionistas y anti-comercio que EEUU () … Más que India, Rusia, Brasil, Argentina o China.


¿Protesta contra el “neoliberalismo”? Si a subir impuestos (442 subidas) , aumentar la intervención pública a niveles no vistos desde Roosevelt y subvencionar sectores improductivos a mansalva llaman “neoliberalismo”, que venga Dios y lo vea.


¿Protesta de los paletos? Trump recibió 42% del voto femenino, 10% del voto afroamericano y 30% del voto latino. Trump recibió el 37% de los votos de los “millennials”, entre 18 y 29 años (datos Bloomberg y CNN). Pero, sobre todo, señores, los “listos, guapos y jóvenes” (nótese la ironía) se quedaron EN SU CASA y no votaron a la candidata que los politólogos e ideólogos de salón les pusimos enfrente.


La evidencia de la administración Obama ha sido que, si bien los errores del periodo conservador anterior fueron muy claros, los resultados han sido atroces para esos que rápidamente engloban en la categoría de paletos que no tienen ni idea y que son, precisamente, los que han pagado los costes de los destrozos de Bush y Obama, los que han levantado a Estados Unidos tras las recesiones, trabajando, creando empresas, esforzándose y pagando impuestos. La idea de que no tenemos nada que aprender de los que han conseguido que esos “millennials” tuvieran prosperidad a pesar de las vicisitudes, que no tienen nada que enseñarnos los que han sostenido sus negocios, visto ciclos y aprendido de unas y otras políticas, es simplemente hilarante.

Porque, señores, en el peor de los casos, Estados Unidos con o sin Trump siempre será mucho menos proteccionista que lo que se nos vendría encima con los populismos europeos.


Cuanto más se esfuerza el pensamiento único socialdemócrata en acallar e ignorar la voz de esa población que está harta de pagar en impuestos los costes de las soluciones mágicas, de aguantar lecciones de personas que jamás se han arriesgado, más “sorpresas” electorales nos llevaremos.


Porque de los que tenemos poco que aprender es de cierta parte de una generación que se autodenomina la “mejor preparada” y, sin embargo, cree en los Reyes Magos de la intervención masiva y las ideas mágicas, que ignora la historia para alabar atrocidades como el Leninismo y que, desde el privilegio, desprecia el esfuerzo, trabajo y experiencia de los que les han puesto los algodones entre los que se han criado mientras tenían la desvergüenza de hablar de miseria, falta de oportunidades y crisis. Y que, encima, son mucho más proteccionistas e intervencionistas que el diablo Trump.


Porque, señores, en el peor de los casos, Estados Unidos con o sin Trump siempre será mucho menos proteccionista que lo que se nos vendría encima con los populismos europeos. Es más que probable que Trump sea lo que llevo temiendo y alertando desde hace tiempo y que, ocurra lo que ocurra, la administración sea incapaz de evitar una recesión que lleva gestándose desde el megaestímulo y la política de promover la mala asignación de capital, pero esos 59 millones de votos, esos “viejos, paletos y tontos” que no votan lo que les decimos los privilegiados, al menos tendrán más dinero en su bolsillo. Y, lo que es más importante, los diez millones que creyeron en Obama y rechazaron votar a Clinton, también.


Me tranquiliza mucho que Paul Krugman prediga que Trump nos lanzará a una recesión global (curiosamente, ralentización creada por estímulos defendidos por él). Porque si el señor que dijo que la Argentina de Kirchner era un modelo para Europa (lean “down Argentina way”), que internet iba a ser una moda pasajera, y que las políticas de Zapatero eran las adecuadas dice que Trump va a crear una recesión, es probable que ocurra lo contrario. Tenemos un “contrarían trade” muy interesante.

En España, gracias a esos “viejos, paletos y tontos” -que no tienen nada de esos tres calificativos-, gracias a esos mayores, a los emprendedores, a los autónomos, y gracias a los jóvenes que no creen en el populismo comunista redentor hemos evitado caer en el desastre que asola Grecia o Portugal con sus ideas de Señorita Marx-Pepis, y volvemos a ser un ejemplo de moderación ante un mundo que se radicaliza.

Nos encontramos, desde Brexit a Trump, ante la respuesta a una política de creciente burocratización, no de neoliberalismo. De inmigración que no sufre ninguno de los políticos que la promueve porque en sus barrios no se asientan las comunidades problemáticas. Nos encontramos ante el fallo estrepitoso -como una escopeta de feria- de la única política económica seguida desde hace muchos años: La represión financiera.


El ciudadano medio no entiende esa represión financiera, pero la sufre. Endeudarse y gastar sin freno, destruir al ahorrador vía devaluación y tipos ínfimos, subir impuestos y pasarles la factura a las generaciones venideras tal vez es algo que no perciba como una agresión -que lo es- deliberada para perpetuar sectores endeudados e ineficientes. Pero ese ciudadano, que tras ahorrar durante años lo poco que podía oye que se lo quieren quitar en impuestos, que cuando se desloma para que su empresa o negocio crezca le insultan, sabe que algo pasa. No solo le es más complicado conseguir sus objetivos de prosperidad, sino que ve que las promesas mágicas le dificultan aún más la salida.


Debemos recuperar las políticas de oferta, promover que la renta disponible aumente, bajar impuestos, ofrecer servicios de calidad eficientes y facilitar el crecimiento. No limitarlo desde la glorificación de la burocracia. Tenemos mucho que aprender de estos viejos, de estos tontos, de estos paletos, que ni lo son ni, si lo fueran, dejarían de tener derecho a mostrar su descontento. Y no volver a fallarles, a ellos y a sus nietos, perpetuando los desequilibrios de nuestros excesos empobreciendo a los creadores de riqueza.

Es triste que al populismo se le pretenda combatir con mayor populismo. Pero en algún momento nos daremos cuenta de que la prosperidad y el crecimiento vienen del ahorro y la inversión, de fomentar el emprendimiento y la meritocracia, de dejar que se desarrollen las empresas. Lo que esos “viejos, paletos y tontos” hicieron y han conseguido para todos nosotros. Y que el futuro no se va a mejorar desde la burocracia, el papanatismo, la deuda y el gasto.

El futuro se construirá cuando los supuestos “jóvenes, cultos y modernos” (ejem) se sienten -nos sentemos- a aprender de esos mayores sin un cazo en la mano, sino siguiendo su ejemplo, y todos juntos dejemos de creer en soluciones mágicas.  Eso sí, si pensamos que la solución a estas “sorpresas” electorales es más represión financiera, más burocracia y más ataque al mérito, tendremos más que sustos. Debemos aprender de los que nos han dado todo para que los errores de la historia no se repitan.