Reunión del pleno de la RAE, con los Reyes.

Reunión del pleno de la RAE, con los Reyes. EFE

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La RAE, por mi cipote

La Academia todavía no ha aprobado la introducción de la nueva norma "anunciada" por un académico en Twitter. La institución asegura que sólo el director puede comunicar los cambios, pero nunca "anticiparlos". 

17 julio, 2017 16:39

Desde la llegada a la dirección de Darío Villanueva, la Real Academia Española (RAE) camina hacia el futuro abandonando el papel y la incomunicación con los usuarios del idioma. En una reciente entrevista para la propia institución asegura que éste es “un momento crucial y decisivo” para la Academia: “La tarea que nos toca es la elaborar el diccionario de los nativos digitales, que coincida con la nueva cultura que se generó a partir de 1995, con el desarrollo de la red y las innovaciones posteriores añadidas a esta era tecnológica del digitalismo”.

Así, mientras se crea la nueva era del digitalismo, se define qué es la nueva cultura del digitalismo. Cada uno aporta lo que puede y entre las características inevitables de esta nueva fórmula hay una notable dosis de esencia cipotuda. En la RAE ha pillado por sorpresa, tal y como reconocen a este periódico desde la propia institución, el “anuncio” del cambio de conjugación del imperativo.

El director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, en la UIMP.

El director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, en la UIMP. Efe

La propuesta llegó a uno de los últimos plenos antes de las vacaciones de verano. Los académicos españoles confirmaron que la población utiliza mal el imperativo de la segunda persona del plural del verbo ir. Y aprobaron en esa reunión que la norma debía de permitir la posibilidad de conjugarlo mal: lo correcto es “idos”, pero a partir de 2018 se podrá utilizar con el beneplácito de los académicos la expresión “iros”. Si la Academia lo aprueba...

Un proceso en marcha

La RAE explica a EL ESPAÑOL que el proceso correcto de comunicación de los cambios en las normas que producen es distinto a lo vivido este fin de semana. A pesar de que la institución pretende acortar el proceso de incorporación de las actualizaciones, hasta el momento se tarda un par de años desde que se aprueba en pleno hasta su ejecución y publicación.

De hecho, la norma de la nueva conjugación del imperativo todavía está en el aire. En estos momentos se encuentra “en proceso de consulta en las academias americanas” y si dan el visto bueno para la alteración, se incluirá en la avalancha de cambios previstos para finales de 2017. Divulgar un cambio, sin la aprobación de todas las academias, supone una lesión al respeto del proyecto panhispánico.

Cuando un académico asegura en su cuenta personal de Twitter el cambio, sin aprobar por la maquinaria científica del lenguaje, no sólo se cuestiona la legitimidad al consenso panhispánico. También queda en entredicho la propia dirección de la RAE, responsable de comunicar cualquier cambio que afecte al lenguaje común, tal y como ha podido confirmar este periódico con la propia institución.

Sólo un director

Así ocurrió hace unas semanas cuando Darío Villanueva avanzó la incorporación del vocablo “posverdad”, durante su conferencia Verdad, ficción, posverdad. Política y literatura, en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Allí explicó que “post-truth” ha encontrado “una traducción impecable” al español. Pero sin guion en el medio, es decir, posverdad.

Villanueva es la única voz autorizada por la RAE, tal y como explica la Academia a EL ESPAÑOL, pero cuando el digitalismo se confunde con cipotudismo ocurren graves errores en el protocolo científico académico, ya de por sí cuestionado por sus arbitrariedades normativas.

Ta y como explican desde la RAE, el proceso de cualquier cambio llega al pleno por petición de particular (a través de la Unidad Interactiva del Diccionario) o de académico. En el caso del imperativo que nos toca, no se aclara cómo llegó a la casa del español. Pero su cambio fue aprobado en España. Además, las actas de las reuniones no se hacen públicas hasta pasadas 50 años de su celebración.

La RAE aclara que “no es la impresión de un académico determinado” la que altera la norma. El Corpus recoge “el uso que se hace de las palabras en los medios de comunicación”, se estudia y se debate. En los próximos meses se presentará el Corpus, con “400 millones de formas y combinaciones”, dirigido por el académico Guillermo Rojo.

Millones de clicks

A pesar de que Villanueva se ha volcado en las redes para pescar en las aguas de los usuarios del español y tratar de mostrarles que el mamotreto que vela por la norma común panhispánica es mucho más líquido y flexible de lo que aparenta, “la Academia no suele hacer anticipos de los cambios que se van a realizar porque todo está en proceso”, asegura la propia Academia. “Hay que hacerlo con cuidado”.

Por eso a finales de año se anunciarán todos los cambios que se incluirán en la edición actual del Diccionario, la 23. La versión web batió el pasado mes de marzo todos los récords y el director anunció, con orgullo, los 81 millones de consultas (alrededor de dos millones al día). Demasiados millones de consultas, incluso para el cipote del académico más aguerrido de Twitter.

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