El secuestro de la libertad colectiva

La escuela de Atenas, pintada por Rafael Sanzio.

La escuela de Atenas, pintada por Rafael Sanzio. CC

Por Guillermo De Miguel Amieva

No hay un Estado democrático sin forma y materia democrática. Parece obvio. El río sin cauce -forma- no es río, sin el agua -materia- tampoco. Nos hemos acostumbrado a pensar que tenemos democracia porque ostentamos derechos (reunión, asociación, libertad, etcétera...). Estos constituyen la materia de la democracia, el agua con el que se llena el cauce. Pero el cauce democrático, hoy inexistente, requiere un Estado que formalmente separe los tres poderes del mismo y que se sirva de elecciones representativas.

El poder ejecutivo debe ser elegido directamente por los ciudadanos. La legitimidad original está en el pueblo, no en la cámara legislativa. El actual secuestro que el poder legislativo realiza del ejecutivo, al que tiene en funciones, nunca se produciría si ambos poderes estuvieran separados, es decir, si eligiéramos nominalmente a nuestro presidente.

Por otra parte, el poder ejecutivo, no puede legislar. Es una aberración. Quiero decir que el ejecutivo no puede entrar en la parlamento, sentarse y legislar. Al ejecutivo le cumple la administración del Estado y la ejecución de las leyes. Nada más. Los diputados, por otra parte, deben elegirse representativamente, no proporcionalmente. Deben representar a la sociedad civil y no a los partidos. Y, precisamente, es ésto último es lo que ocurre.

Por su parte, el poder judicial debe ser elegido entre operadores jurídicos (jueces, fiscales, abogados, secretarios, procuradores), además, le corresponde tener presupuestos propios y policía judicial a la cual ordenar la investigación de los delitos. En un Estado formalmente democrático no puede haber Ministerio de Justicia. Esto implica un secuestro claro de las funciones del poder judicial.

Lo que quiero decir -en voz alta- es que tenemos derechos y libertades, pero estos no pueden canalizarse correctamente en un Estado cuya forma no es una democracia, sino una dictadura de partidos. Cambiar esto exige no solo reformas, sino la apertura de un periodo constituyente. Es nuestra libertad colectiva, no la individual, lo que nos han quitado. Gracias. En su mano, lector, está cambiarlo.