Repartir sentimientos

Por Félix Jacinto Alonso Holguin

España es un conjunto de pueblos, más o menos grandes, con una población en total de más de 45 millones de criaturas humanas. Nuestra familia siempre tiene un arraigo al lugar donde nacieron, se criaron, viven o vivieron. Ese sentimiento es algo que nadie puede hurtar.

Año 1991, Amusco, provincia de Palencia, comunidad autónoma de Castilla y León, España. Una pareja de hermanos llevaban una tienda de comestibles. Dos días por semana traían pescado al pueblo. Teodoro, “Teo”, iba por los pueblos cercanos con un vehículo adaptado para transportar alimentos con garantías sanitarias. La mayoría de ellos contaban con una población inferior a 300 habitantes. Recuerdo con cariño Amayuelas de Abajo con 3 habitantes y Amayuelas de Arriba con 36 ciudadanos.

En lugares puntuales detenía el turismo industrial, hacía sonar el “pito” y lugareños salían a comprar sardinas, boquerones, bacaladitos, truchas... o anillas de calamar, entre otros placeres del mar. Una sonrisa para todas las “Marías”, cariñoso hasta el tuétano. Nunca conocí a Teo enfadado. Un buen muchacho. Nosotros, los Guardias Civiles, encargábamos de un día a otro el pescado. Cuando volvíamos de patrullar a pie, desde el apeadero de Renfe a un par de kilómetros del pueblo -había pasado Roldán por nuestro “Cuerpo” y la gasolina escaseaba-, junto con el correo, nos llevábamos un kilo de sardinas: 5 solteros menores de 24 años se alimentaban con el mínimo común conocimiento de los fogones. Eso sí, el sentimiento cariñoso de esas localidades y sus gentes fue tremendo: sencillos, buenos y nobles.

Año 2011, Escañuela, Jaén, comunidad autónoma de Andalucía, España. Localidad de apenas 1000 criaturas. Rodeada de olivos en sus colinas, este lugar entrañable del corazón del “oro líquido”, no dispone de panadería. Una joven de la localidad cercana de Porcuna pasea con su vehículo adaptado al transporte de pan. Cada cien metros, aproximadamente, hace sonar el claxon. Hacia las 14'15 horas es cuando suele llegar a casa de mis suegros. Sabe de memoria nombres, dolencias, gustos, incluso si comen los nietos en casa o bien hay forasteros: las raciones de pan es algo muy raro de alterar. Los paisanos conocen a la panadera igual; incluso intercambian novedades de ambas localidades. Por ello, dudo con razón que, el sistema de mensajería instantáneo “Guasáp” sea un invento del extranjero.

-Será que no se patentó en su momento aquí.

Año 2016, Cigales, Valladolid, comunidad autónoma de Castilla y León, España. Un poco más de 5000 habitantes; lugar donde está asentada mi familia y donde he estado empadronado más de 25 años. Las idas y venidas por diferentes destinos, así como estabilizar y formar familia, ha hecho que ahora viva en Madrid, que es un pueblo al sureste de Cigales, un poco más grande, con metro y medida propia: 20 minutos. Allí, en Cigales, tengo a muchos seres queridos, familia y amigos; unos en vida, otros en el descanso eterno, rodeados de viñas y tierras sembradas de cereal.

Tenemos la Iglesia de Santiago Apóstol. Llamada la Catedral del Vino por su monumentalidad y esplendor; sus dos torres parecen ser el camino más corto para llegar al cielo, desde aquella bendita tierra.

Hace unos días, desde una ideología política de color morado, con un lema en primera persona del plural, quizá copiada y traducida de tierras de América del Norte, se ha tildado a varios cigaleños de “derecha rancia”. Además, hemos sido adjetivados algunos con un conglomerado de términos para quitar importancia a nuestros pensamientos. A saber: “ésos no viven aquí”. Sí, sí, señalados por nuestro nombre o apellido; similar a como se hizo en Alemania con ciudadanos judíos o bien, más recientemente, en España con algunos periodistas desde dicha ideología “morada”.

He reflexionado mucho; he pensado mucho más y estoy buscando los términos para expresarme correctamente para que, con alguna dificultad, esa gente que nos “señala”, comprenda perfectamente algo muy sencillo:

Ustedes podrán ganar las elecciones. Quizá destruir aquello que nuestros padres levantaron con grandes esfuerzos. Puede que -permitan me resulte harto difícil de creer- hacer mejor las cosas que de sus precedentes, a esta calamidad anunciada por “vos”: los referentes internacionales están luchando por la primera posición en llevar a quiebra a sus respectivos países. Ahora bien, ustedes no conseguirán nunca, nunca, nunca de los “jamases”, entregarnos un carnet de “demócrata”... y, mucho menos, repartirnos sentimientos de pertenencia a Cigales, nuestro -también de ustedes- pueblo.

En todos los pueblos que he vivido, “naidie” nunca ha osado indicar a un paisano de allí con el epígrafe “ése no vive aquí”.

Madrid es un pueblo un poco más grande, ya dije; Amusco tiene grandes gentes y “pescadero” a Teo; Escañuela, pequeña de población y grande de corazón; y Cigales, queridos todos, es el pueblo al que siempre quiero volver... pese a ésos de “morado”, que no son “naidie” para repartir sentimientos.