El no de los humanos

Por Félix Jacinto Alonso Holguin

La confianza en los semejantes disminuye por momentos, acciones u omisiones ocurridas en la propia existencia. La cultura, dependiendo del lugar y tiempo donde se encuentre el individuo, proporciona herramientas de convivencia bastante dispares.

La disposición de unos miembros a ayudar a otros es fundamental dentro de la especie humana. De hecho, esa colaboración o cooperación, provoca que vayamos avanzando en los años, en los decenios... hacia un estado del bienestar mejorado, respecto de aquél que nuestros antecedentes tuvieron.

Nací en Valladolid, en el seno de una familia cristiana y dentro de un colegio llamado “San Francisco de Asís”. Posteriormente, estimé oportuno presentarme y aprobar la oposición al Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil. Era el año 1990... hace apenas 26 años. Esos antecedentes hacen que sea muy difícil aprender a decir “no” a casi cualquier cuestión...

Hoy he recordado un diálogo de novela y película El Padrino, de Mario Puzo.

"Cuando Hagen se hubo marchado, Michael dijo en tono de broma a su padre:
-Del mismo modo que me has enseñado las demás cosas, enséñame a decir que no a la gente.

El Don tomó unos segundos antes de contestar:

-No puedes decir «no» a las personas que aprecias, al menos con frecuencia. Ése es el secreto. Cuando tengas que hacerlo, haz que parezca que dices «sí». Aunque lo mejor es conseguir que sean ellos mismos quienes digan «no». Pero eso es algo que se aprende con el tiempo. De todos modos, yo soy un hombre chapado a la antigua, mientras que tú perteneces a la nueva generación. No me hagas demasiado caso".

Esta mañana, festivo en Madrid, he tragado un desayuno infumable. Anunciaba un buen amigo que, el diario El País, entrevistaba a José Luís Urrusolo Sistiaga. Igual a ti, no te suena mucho; en cambio, para todos los Guardias Civiles, Policías y resto de seres humanos que hemos sufrido la barbarie terrorista, sí es conocido, desgraciadamente, muy conocido. Durante sus años en libertad, antes de ser detenido, participó en treinta atentados, responsable directo de dieciséis asesinatos y dos secuestros.

En diciembre de 1991, la cámara de un cajero automático de un banco grabó su imagen en compañía de otro terrorista; volvieron a pasar delante y mataron a dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía: D. Francisco Javier Delgado, de 27 años, y D. José Antonio Garrido, de 28 años. Sin planificar, simplemente porque se encontraron con ellos... se dieron la vuelta y les asesinaron.

Seré más concreto; éstos son los nombres de sus víctimas:

Secuestros de Diego Prado y Colon de Carvajal y Emiliano Revilla.

Ricardo Tejero Magro,­ Edmundo Casal Pérez-Serrano, Andrés Muñoz Pérez, Valentín Martínez Sánchez, Francisco Cebrían Cabez, José Luís Jiménez Vargas, Víctor Puerta, Arturo Angueras, Manuel Broseta, Enrique Martínez Hernández, Antonio José Martos, Virgilio Más Navarro, Juan Querol Queralt, Eugene Kenneth Brown.

Recuerdo con mucho dolor aquellas imágenes, todas y cada una de ellas. Estaba con mis padres viendo las noticias ese día cuando retransmitieron las imágenes de la cámara de seguridad del banco. Mi madre se estremecía; mi padre y yo, con algo más de aplomo, también sentimos profundamente el hecho. Se veían las caras de los dos asesinos, ausentes de sentimientos, carentes de cariño hacia la propia especie humana.
Hoy, como persona, adjetivada por la condición de víctima de un atentado terrorista, he vuelto a ver esa mirada hosca; esta mañana he desayunado una entrevista a un asesino que no ha cumplido su condena por cada uno de los asesinatos, actos terroristas y de estragos a la sociedad.

Sí he leído las preguntas, sus respuestas y las vanas excusas que trataban de argumentar el por qué de sus acciones asesinas. La farmacología me ayuda a mantenerme en pie, a intentar frenar las lágrimas de mis ojos, tras recordar a esos chicos asesinados, a sus familias y amigos.

Después de leer y ver a Otegi, sus explicaciones, ahora, desgraciadamente, toca Urrusolo. Ese malnacido que ha causado y ocasiona dolor con solo ver su cara... y leer sus respuestas...

He buscado por muchos periódicos digitales, rastreado internet, visionado y oído otros medios de comunicación, para ver qué han dicho las víctimas del terrorismo; ésas que él hizo de tal condición. Y, confiado de mí, no he encontrado ninguna... ¿Saben por qué?
Porque ellos, sus víctimas, siguen en el cementerio; no tienen la libertad para reprochar sus afirmaciones; no pueden reunirse con sus seres queridos y amigos; no pueden opinar ni responder.

Este sistema democrático, que ahora navega por un mar de contradicciones, donde el viento es más favorable a los terroristas que para sus víctimas, está huérfano de poder decir no. Deberíamos de poder inculcar a los cuatro poderes del Estado la facultad de continuar diciendo no a los terroristas en todos los ámbitos.

Ellos, queridos españoles, nos están ganando su guerra, que nosotros ya dimos nuestra vida por ustedes o, simplemente... nos jodieron el futuro.