Indecencias y ruinidades

Juanjo Martín/EFE

Juanjo Martín/EFE

Por Mario Martín Lucas

A seis días para las elecciones del 20-D se produjo el esperado “cara a cara” entre el presidente del Gobierno en ejercicio, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición parlamentaria, Pedro Sánchez, representantes ambos de los dos partidos que han monopolizado el poder político en España en los últimos decenios: PP y PSOE.

Para el Sr. Rajoy fue su primer debate en esta campaña, más allá de sus apariciones televisivas en programas de entretenimiento; para Pedro Sánchez era su tercero, tras los mantenidos con Rivera e Iglesias, en el segundo de los cuales participó también Sáenz de Santamaría en representación “popular”.

La tormenta de encuestas y sondeos, encadenados unos a otros, condicionaron la posición de partida de ambos comparecientes, en un formato con aires del pasado, algo rígido. Por un lado, Rajoy con la mirada puesta en no cometer grandes errores, buscando un cierto combate nulo que preservase la exigua ventaja que se le otorgaba; por otro lado Sánchez, buscando una bocanada de aire fresco que le permitiera marcar distancias con su oponente y evitar los bocados electorales que, por derecha e izquierda, sufre el PSOE por parte de ‘Ciudadanos’ y ‘Podemos’. De alguna manera este debate rememoraba un combate de boxeo, en el que el “campeón” en ejercicio evitaba la pelea y el cuerpo a cuerpo, sabiendo que el combate nulo le permitía retener su título vigente, mientras que el aspirante buscaba, con desesperación, un golpe mágico, en forma de “crochet”, que tumbara en la lona a su contrincante, al tiempo que el juez árbitro permitía un intercambio de golpes más allá de las normas.

En el comienzo del debate pareció más sólido Rajoy, amparado en una neutralidad gestualidad casi pétrea, mientras que Sánchez, algo nervioso en esa fase, enumeró atropelladamente varias cuestiones en su intervención inicial; pero las referencias a Bankia, el rescate bancario y la puntualización sobre las pensiones, desvelando el argumento empleado por Rajoy en Bruselas, de que el límite de las mismas se mantendrá en el 11% del presupuesto, aunque el número de beneficiarios de las mismas se duplique en los próximos años, lograron sacar al candidato popular de su registro inicial, dejando atrás su calma.

Sánchez no se extendió en presentar propuestas concretas y optó por enfrentar a Mariano Rajoy ante millones de espectadores, sobre las consecuencias de la legislatura que ahora termina, marcada por la corrupción y los recortes: “…usted, lo que ha hecho es recortar todo menos la corrupción en su partido”, poniendo encima de la mesa los nombres, malditos para su interlocutor, de Rato, Bárcenas, Granados, etc... hasta llegar al momento culmen del debate: “…usted, debería haber dimitido, porque el presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente, y usted no lo es”.

Rajoy se tomó unos mínimos segundos y tras ellos, entró de lleno en el juego elegido por su contrincante: “¡hasta aquí hemos llegado!, …es usted ruin, mezquino y miserable”. A partir de ahí se sucedieron algo más de diez minutos en los que Sánchez pudo abusar de un afectado Rajoy, que oyó lo que querría que fuera terreno del olvido: “sobresueldos en sobres en B”, Gürtel, Púnica, amnistía fiscal, SMS, destrucción a martillazos de los ordenadores de Bárcenas, finiquito en diferido, etc… hasta que el actual presidente se empezó a recuperar a través del ¡Y tú más!, mientras Sánchez le preguntaba por el dinero robado por Bárcenas, el respondía …¿Y los ERE’s?, todo bastante poco ejemplarizante, en un combate en el puro barro.

Rajoy presumió de llevar más de 30 años subido en el coche oficial, sin que nadie le haya denunciado ante los Tribunales, pero debería recordar que la política, como servicio público, también exige ejemplaridad, y todo lo sucedido alrededor de la formación que él dirige, no puede ser ajeno a su responsabilidad, al menos política.

Con todo, quienes protagonizaron el debate de este 14 de diciembre, es previsible que a partir del próximo 20-D representen escasamente al 50% del electorado español y esa es la gran transformación que marca este momento: se acabaron las mayorías absolutas; la negociación y el consenso se harán imprescindibles.

El tono de este debate, amargo, rudo y hasta maleducado, puso el broche a esta legislatura, seguramente la más dura e injusta, conocida desde la restauración de la democracia, donde no se ha gobernado para la mayoría social, sino para imponer los intereses de los menos a los más, incrementando la desigualdad, eso sí, a través de una mayoría absoluta parlamentaria cocida en los errores cometidos por Zapatero; Rajoy y su mayoría absoluta, son consecuencia de aquello.

Es posible que los grandes triunfadores de la noche hayan sido quienes no estaban, es decir los llamados partidos emergentes o representantes de la nueva política, y que este debate haya sido el último de lo que se ha conocido como el “bipartidismo”, si es así habrá sido entre indecencias y ruindades, toda una alegoría de su final.