Corría el año 1238 cuando Jaume I hizo su entrada triunfal en la ciudad de Valencia. Ahora, llegados a nuestros días, es incontestable reconocer que nos encontramos delante del padre del autogobierno valenciano.

Solo a modo de breves referencias, y, por supuesto, no de forma taxativa, al conquistador le debemos: Els Furs, carta magna suprema que otorga carácter legislativo a los usos y costumbres de un territorio ya diferenciado a petición expresa del propio monarca.

Les Corts, la voz asamblearia de la representación del territorio, y cuya denominación perdura hasta nuestros tiempos, como el nombre atribuido al gobierno valenciano, Consell; Tribunales de Justicia; Instituciones municipales, económicas y comerciales.

A esto se le llama autogobierno, impulsado por una figura que simboliza unión y respeto por unas señas de identidad propias y diferenciadas que nos fusionan como pueblo.

El próximo 2026 será un año para enmarcar en torno a Jaume I, por la conmemoración del aniversario de su fallecimiento, y 750 años después envolvernos, desde el recuerdo, pero no la añoranza, de los valores de transversalidad y vertebración para, desde todos los estamentos y desde todos los rincones de nuestro territorio, recordar su legado que todavía perdura.

Un día de festejo, el 9 de octubre, que el Poble Valencià, celebra con orgullo de pertenencia, y, que, además, coincide con Sant Donís, el día de los enamorados valencianos.

Qué mayor signo de distinción que conmemorar con diferenciación al patrón del amor, donde incluso el detalle nos distingue, esa singular Mocadorà, el pañuelo que envuelve los mazapanes que simulan frutas y hortalizas, sin dejarnos la piuleta y el tronador, resistencia dulce frente a la abolición de Els Furs por los Decretos de Nueva Planta.

Concordia y respeto frente a la polarización, el ruido, la crispación y la agitación son las banderas que junto a la Real Senyera deberían desplegarse en el día grande del Poble Valencià.

Lo contrario bien podría tacharse de ataque al propio autogobierno valenciano, una falta de respeto a las señas de identidad que nos identifican, nos define y nos diferencian. Nos otorgan singularidad.

Jaume I, padre del autogobierno valenciano, nos entregó el legado a sus descendientes, al Poble Valencià en su conjunto, para que nos cubriéramos de una denominación propia, una lengua propia, una cultura propia, una tradición propia, unas costumbres propias. Con total intención de caer en la reiteración del propio como obligación de continuidad en la distinción de nuestro territorio, nuestras leyes, usos y costumbres.

Resistir, persistir y nunca desistir frente a las reivindicaciones del reconocimiento del Poble Valencià y su singular diferenciación.