No es la primera vez que hablo de esto, de esos deportes que no son fútbol y en los que las personas que los practican no ganan millones. Y alguien me podría decir pesada, pero tendría una respuesta irrefutable. Y toda la razón, además. Porque hay gente que escribe, habla o comenta sobre fútbol varias veces al día, incluso cuando no se ha jugado ningún partido. Y a nadie le parece raro.
En estos días hemos conocido de, al menos dos éxitos increíbles de nuestro deporte. De una parte, el equipo español de gimnasia rítmica se alzaba con tres medallas de oro en el campeonato de Europa, una hazaña nunca vista.
Nuestras chicas se proclamaban campeonas en el concurso general, y en las finales por aparatos de cintas, y de aros y pelotas. Y, pese a que hacía 33 años que no llegábamos a lo más alto, y que nunca habíamos conseguido tanto, no había ninguna cámara de la televisión pública que nos lo retransmitiera para España.
Ni privada, tampoco. Nadie consideró el campeonato de suficiente interés para seguirlo, aunque fuera en un canal secundario, y nos quedamos sin disfrutar del éxito, no solo de ellas, sino también del conjunto junior, que quedó subcampeón.
Y ellas, sin compartirlo. De hecho, apenas un minutillo raspado en la información de deportes, si es que lo mencionaban, que algunos medios ni eso. Para hacérselo mirar.
Pero, no es un caso único. Casi coincidiendo en el tiempo, nuestro equipo de natación artística lo ganaba todo. Varios oros, pódium en todas las categorías y por fin la eclosión de los chicos tanto en las modalidades individual y por parejas como formando parte del conjunto.
Y no una, sino dos veces. Ocho medallas en la Copa del Mundo, y once en el Europeo. Ahí es nada. Y aunque en este caso sí pude pillar al vuelo alguna retransmisión, aunque fuera en uno de los canales segundones y en diferido, tampoco pareció importar mucho a quienes editan la información de deportes. Porque, tras las ocho medallas, no les dedicaron ni un minuto. O sea, ni diez segundos por medalla conseguida.
Y ahora, echemos un vistazo a lo que pasa con el fútbol. El hecho de ganar una sola medalla hace que, además de retransmitir el partido en prime time, se dediquen horas y horas de programa a los preparativos, y una tarde entera a la celebración. Porque ellos -y ellas, en los últimos tiempos, por suerte- lo valen.
La verdad es que ignoro cuánto tiempo dedican los futbolistas a entrenar, pero, en el mejor de los casos, estoy segura de que no supera las ocho horas de entrenamiento de las chicas de rítmica y las chicas y chicos de natación artística. Y, además, la mayoría siguen con sus estudios y los sacan adelante. Un trabajo ímprobo que merecería más atención.
Hay quien dice, cuando se habla de estas cosas, que lo que ocurre es que el fútbol vende y otros deportes no. Pero es la pescadilla que se muerde la cola.
¿Cómo va a interesar algo que no se enseña, ni siquiera cuando somos las campeonas de España? Si las niñas y niños solo ven fútbol, es difícil que quieran hacer otra cosa, máxime cuando los jugadores son tratados como dioses y les pagan cantidades obscenas.
Todavía recuerdo el tiempo en el que la hoy seleccionadora del equipo de gimnasia rítmica se quejaba amargamente en redes sociales de que, a pesar de ser campeonas, nadie fue al aeropuerto a recibirlas.
Ahora, años después, se repite la historia. Y es igual de injusta hoy que entonces. A ver si aprendemos de una vez que no todo el deporte es fútbol. Y que esas medallas de las que sacamos pecho en cada olimpiada vienen de esfuerzos como estos, que merecerían mucho mayor reconocimiento.