Cuando me pongo con el teclado, acabo de saber de un nuevo asesinato por violencia de género,
cometido esta vez en Andalucía. Con este, si se confirma lo que parece, ascenderían a catorce las víctimas mortales en lo que va de año 2025. Una noticia terrible que, no obstante, habrá quien quiera hacer pasar por buena, y quien quiera seguir obstinándose en ignorar.

Si los datos no me fallan, el año 2024 acabó con 47 mujeres asesinadas, una cifra espantosa que confirmaba un aumento insoportable en los asesinatos de género. En este año, sin embargo, parece que la cosa no es tan alarmante.

De seguir esta progresión, a finales de año, el número de mujeres asesinadas habrá descendido. Y eso, como decía, podría ser interpretado como una buena noticia sino fuera porque es mala, malísima.

¿Y por qué digo eso? ¿Acaso estoy haciendo leer entre líneas que no me alegro de que maten a menos mujeres? Pues sí y no, que cualquier respuesta en este tema corre peligro de ser malinterpretada.

Pero, sea como fuere, el asesinato de una mujer a manos de quien es o fue su pareja no puede ser
considerado una buena noticia. Nunca. Sea una o sean cien, aunque siempre sea menos malo lo primero que lo segundo.

Y es que, a la hora de analizar los números, demasiado fríos, en esta materia, siempre hay interpretaciones interesadas. Y manipuladas, por qué no decirlo. Como la de quienes se obstinan en
afirmar que el número de denuncias falsas en violencia de género es elevadísimo, por más que no haya ninguna estadística que lo avale, sino todo lo contrario.

Pero vayamos a los asesinatos. No podemos negar que cada víctima mortal es un fracaso. Un fracaso del sistema y de la sociedad que debería hacer que todo el mundo estuviera concienciado y que las alarmas permanecieran activadas. Sin embargo, no es así.

Hace ya mucho tiempo que se perdió el consenso político y social y que la violencia de género se ha convertido en un arma arrojadiza de conflictos la hora de elaborar programas electorales y cocinar posibles pactos. Y eso no deberíamos consentirlo.

Con una cifra menor de las que venían manejándose otros años, me temo que haya quienes se pongan la medalla de que las cosas mejoran, y también quien la utilice para quitar hierro al problema y mantener que no son necesarias más medidas ni más inversión.

En el ámbito judicial, estamos en un momento crucial en lo que a la violencia de género se refiere. En el mes de octubre, si nada lo impide, serán competencia de los juzgados de violencia sobre la mujer un montón de asuntos que hasta ahora se llevaban en los juzgados de instrucción, con el consiguiente incremento de trabajo.

Se trata de delitos tan cualitativa y cuantitativamente importantes como los delitos contra la libertad sexual, entre otros. Sin duda había que hacerlo, porque así lo preveía la denominada “ley del solo sí es sí”, y, también desde mucho antes el Convenio de Estambul.

Pero hay que hacerlo con unos medios que garanticen el buen servicio, y eso me plantea serias dudas, porque el incremento de jueces y fiscales de violencia de género no me parece proporcional al incremento de trabajo. Ojalá me equivoque.

La cuestión, insisto, es que debería ser un clamor. Deberíamos gritar que catorce mujeres asesinadas son, exactamente, catorce más de las que deberíamos soportar y por eso las cosas deberían mejorar seriamente, y no solo en los juzgados.

En una época en la que la juventud cada día es más escéptica, cuando no directamente negacionista, respecto a la violencia machista, está claro que algo estamos haciendo mal. Y eso no se soluciona únicamente a golpe de BOE.

No quiero ser agorera, pero tenemos el verano encima. Y ya hemos vivido demasiados "veranos
negros” para la violencia de género como para que nos pille desprevenidos. Ojalá también en esto me equivoque. Tiempo al tiempo.