Esta frase no es mía, debiendo eludir posibles acusaciones de plagio, es necesario reseñar que la cita se la debemos al presidente de Gobierno, pronunciada en reiteradas ocasiones, y a la hemeroteca podemos remitirnos para localizarla entre sus inicios como militante del Partido Socialista y anteayer.

Después de grandes debates, mucho diálogo y consenso, parece ser que la nueva norma fiscal verá, por fin, la luz, para gravar a las grandes fortunas, y obtener el ansiado estado de excelencia tributaria en la que los que más tienen contribuyan en mayor medida a las arcas del Estado con sus aportaciones en forma de impuestos.

A pesar de una extraña impresión, que no ha estado fuera de las grandes encuestas que arrojan un resultado mayoritario de, llamémosle sensación, que esta proporción no resulta equitativa, y que la inmensa mayoría de españoles, lejos de amasar cantidades ingentes de capitales, pagan religiosamente sus impuestos para contribuir a cubrir todos los servicios públicos con atribuciones donde la distribución de la carga impositiva no parece ser demasiado ecuánime, sí, desde esta misma semana, los que más tienen más pagan.

Bueno, todo ello si entendemos que, con la subida del salario mínimo interprofesional, de cincuenta euros mensuales, se consiguen alcanzar los caudales propios de las riquezas más deseadas.

Con todos los respetos que se merecen aquellos que se dedican, con gran esfuerzo y dedicación, al mundo del espectáculo, en cualquiera de sus variantes, lo visto y oído en la rueda de prensa para anunciar este hito histórico de la subida del salario mínimo interprofesional ha sido más propio de un circo que de política al más alto nivel administrativo, como es el Gobierno de España.

Si se tratara de una lucha entre púgiles en medio del cuadrilátero no sabemos quién besaría la lona, si la ministra Yolanda Díaz, que, sin tapujos ni vergüenza, agradece a la prensa que se le informe de lo que en el Consejo de Ministros, del que también forma parte, se decide.

O la portavoz, Pilar Alegría, tajante con el “eso no es así”, pero, aunque titubeante, no está falta en esmeros para dirigirse al pobre contribuyente trasladándole la tranquilidad de saber que con su dinero se harán más carreteras y trenes, para que pueda desplazarse hasta su lugar de trabajo donde podrá percibir su salario mínimo interprofesional, ahora aumentado.

Una subida salarial, eso sí, previo pago del impuesto sobre la renta, como marcan los cánones, con el fin común y social de contribuir, de una manera equilibrada, al reparto de riqueza.

La coalición Partido Socialista y Sumar muestra sus grietas, de nuevo, ante las incongruencias para mantener políticas salariales y fiscales acordes con la demanda social.