Pertenecer a la Generación X, intercalada entre los baby boomers y los milénicos, nos da una panorámica, desde un punto medio, algo privilegiada, y, tal vez, menos colmada de etiquetas. Igual porque nos quedamos un poco en tierra de nadie, que también puede ser, nos cautiva lo vintage y nos apasiona la tecnología, abrazando los generalismos, claro está, que después cada cual ya va desarrollando sus propias taras como buenamente puede.
Pero sí nos permite recordar aquellos sellos discotequeros que, para bien o para mal, eran la prueba evidente de que habías estado, eso ya era imborrable, por unos días.
Con el tiempo descubrimos que los cuños, más que para exhibir la rebelión juvenil, eran la única prueba que acreditaba que habías presentado los impuestos en tiempo y forma.
Cuños que, como todo, han ido evolucionando, primero reduciendo el número, porque, a Dios gracias, atrás dejamos ese arsenal del funcionario del registro que disponía, cuanto menos, de uno que representaba a la administración correspondiente, otro el de la fecha, y uno más de "presentado"; y, después, digitalizando, que gran dicha pudimos experimentar cuando descubrimos que era verdad que, desde la oficina, a golpe de click, la presentación era formal.
Digital o analógico, hasta nueva invención, el cuño es el único que demuestra, a ojos de todos los incrédulos tomasianos, día y hora en la que el Gobierno de España solicita a la Comisión Europea el Fondo de Solidaridad para la DANA, que no es hasta este mismo lunes, apurando plazos, como se suele decir, ya que el último día para presentar la solicitud vencía en horas.
Mientras tanto, y, a raíz de la incursión de la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, en Bruselas, cuando algunos pensaban que ya no se podía alcanzar mayor nivel de antipatía política, llega la semana de la búsqueda del cuño con los ya conocidos sistemas del 'miento y desmiento', sin considerar, ni por un momento, la fuerza de la verdad, que solo hay una, y la da el sello de entrada.
Pero aquí no termina la inconcebible situación de la que parece ser la secuela del "si quieren ayuda, que la pidan", o para ser más pulcros, la frase literal reza: "si necesitan más recursos, que los pidan", por aquello de no ser tachados de expandir bulos, sino que, al parecer, y según manifiesta el propio Consell, no ha habido ni coordinación ni transparencia en la petición, porque ni tan solo se conoce el desglose de los conceptos peticionados.
Igual llegados a este punto cabría preguntarse cuáles son las funciones del comisionado del Gobierno para la reconstrucción tras la DANA, y todo su organigrama, si ni siquiera hay coordinación en la valoración del alcance económico para formular peticiones de ayuda.
En definitiva, y como dicen las nuevas generaciones, esto es un "todo mal".