Claro que debe pesar la celebración en España del Mundial masculino de Fútbol de 2030 para agilizar el convenio con el club para terminar de una vez el Nuevo Mestalla. Que Valencia sea o no sede de un evento de tal magnitud ha de ser un asunto nuclear para el Ayuntamiento y la Generalitat Valenciana.

¿De verdad se imaginan a esta ciudad, que ha pugnado por atraer grandes eventos deportivos como la Copa América de vela o la Fórmula 1, como mera espectadora de un acontecimiento de ese calibre celebrado en España?

Lograrlo sería un éxito económico, tanto en 2030 como en años posteriores, por el turismo asociado a los partidos que se disputen y la difusión internacional de la ciudad. Y existe además un componente emocional que los dirigentes no pueden orillar.

¿Están dispuestos a que los valencianos recuerden el segundo Mundial de España como aquel el que no participó Valencia, mientras sí lo hacían ciudades más pequeñas como Sevilla, Málaga o Bilbao? ¿No les incomoda el penoso éxodo de futboleros valencianos a otras ciudades españolas que se produciría en esas fechas?

El Mundial que acogió España es un recuerdo imborrable hasta para los que nacimos después. La generación de nuestros padres y abuelos presumen de haber visto en Mestalla jugar a la España de los valencianos Enrique Saura y Miguel Tendillo en la cita de 1982. Les recomiendo este vídeo que difundió el Valencia CF no hace mucho con ambos protagonistas.

Sí, España jugó en Mestalla aquel Mundial. Jugó fatal, pero lo hizo en Valencia, una ciudad que igual no acoge ningún partido en la cita de 2030. Si esto ocurre. El primer culpable será el infame de Peter Lim, un máximo accionista que compró sus acciones hace nueve años con la promesa incumplida de acabar el estadio.

Pero ni los políticos ni los ciudadanos deben contribuir a empequeñecer más el Valencia CF. Todo lo contrario. Porque Lim se marchará algún día, pero la ausencia de Valencia en el Mundial de 2030 perduraría para siempre.

Como la única solución deseable para el Nuevo Mestalla es que el club acabe las obras, la Administración debe trabajar para que así sea. Y debe hacerlo con celeridad tras la adjudicación a España del evento. Así lo está haciendo, con diligencia, el concejal José Marí Olano.

Repudiar a Peter Lim no autoriza un 'vale todo' contra él. La reflexión es una obviedad, pero conviene subrayarla, habida cuenta de los despropósitos -ahora capitaneados por Vox- sugeridos para abordar la cuestión del nuevo estadio. Proponer que el Ayuntamiento de Valencia rompa la negociación con el club para provocarle un quebranto es ilegal, imposible y absurdo.

Es ilegal, porque un consistorio no puede otorgar o rechazar un proyecto en función de cómo le caiga de bien o mal quien lo propone. Es imposible, porque se concederá o no la licencia por criterios técnicos, no políticos. Y es absurdo, porque nada garantiza que el empresario se vaya a marchar de la ciudad por el quebranto que pueda causarle perder el pelotazo urbanístico que se concedió al club en su día.

Favor urbanístico

Fue, sin duda, un favor urbanístico, como el también brindado a otros clubes en esta tierra. Claro que lo fue. Se le dio un solar público a un club de fútbol con la posibilidad de permanecer en su antiguo estadio, y se le incrementó la edificabilidad del terreno del viejo Mestalla para que pueda venderlo más caro algún día.

Todo ello a cambio de construir un par de prestaciones públicas asequibles y de reservar al Ayuntamiento dos de los futuros edificios de viviendas. Que vaya cualquier vecino a pedir un trato similar, a ver si lo consigue.

Pero el mal ya está hecho. Ya hay un estadio a mitad construir en un solar que era público, pero que ya está a nombre del Valencia CF. Revertir todo el proyecto es mucho más complejo que culminarlo, más ahora que el club cuenta con 80 millones del fondo CVC que solo puede destinar a infraestructuras.

¿Significa esto que el Ayuntamiento deba brindar un nuevo trato de favor al club para renovar el convenio? En absoluto. Los graves incumplimientos del pasado deben servir para fijar muy bien las exigencias y procurar que la entidad se comprometa con garantías.

El nivel de exigencia no debe menguar por la llegada a España del Mundial, como dijo la alcaldesa María José Catalá. Pero la elección del país sí debe intensificar la negociación, porque Valencia debe ser una de las sedes. No es cualquier acontecimiento. Como exclamó Jero Freixas en su célebre parodia ante la cita de 2018 "¡Es el Mundial!".