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Los Ravacholitos de 'Stromboli': conquistando Pontevedra con mini-croissants y helado

Pequeños dulces cubiertos de chocolate, azúcar o almendras: nadie puede resistirse a estos "Manolitos" pontevedreses
Rubén Rodríguez en su establecimiento
Rubén Rodríguez en su establecimiento
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En el corazón del casco antiguo de Pontevedra abrió sus puertas en mitad de la pandemia una pequeña heladería artesanal llamada Stromboli, a manos de un valiente pontevedrés. Rubén Rodríguez había fijado la fecha de apertura para el 19 de marzo de 2020, pero el coronavirus y el estado de alarma retrasaron la inauguración hasta mediados de mayo.

El helado artesano, elaborado con ingredientes frescos y leche ecológica de granjas de Lugo, es el principal reclamo de este pequeño establecimiento. Pero desde principios de diciembre, el artesano decidió darle un giro a su negocio y creó los Ravacholitos: deliciosos mini-croissants cubiertos de azúcar, chocolate o almendras. "Copiando" la idea madrileña de los Manolitos, Rubén ha sabido ganarse los corazones más golosos de la ciudad.

De la oficina a la heladería

Enamorado del mundo de la hostelería, este emprendedor pontevedrés soñaba con poder abrir una heladería en su ciudad. "Hay grandes chefs y grandes maestros pasteleros, pero pocos conocen a los grandes heladeros y hacen un trabajo verdaderamente increíble", confiesa. Por ello decidió crear Stromboli, un pequeño local en el que elabora él mismo todos sus helados.

Helado de yogur con mandarina (foto de Alberto Rivas)

"Creo que en el mundo del helado hay muchas posibilidades de crecer, existen infinidad de sabores y técnicas, siempre puedes ir ampliando conocimientos y oferta", dice Rubén. "Además, el helado es pura química: el proceso es laborioso y detallista, un gramo de azúcar arriba o abajo puede hacer que el helado no tenga consistencia o que se congele". Por eso él se ha especializado en la Universidad de Alicante para hacer auténtico helado artesano italiano, a base de leche ecológica de una granja de Monforte.

Desde los sabores más clásicos a los más innovadores, Rubén asegura que él disfruta preparando cualquier helado y que "no sabría elegir mi favorito, pero tampoco sé cuál es el que más pide la gente porque todos gustan". Los de fruta, reconoce, puede que sean los que más disfruta porque "requieren más trabajo, la fruta no siempre sabe igual y coger el punto de azúcar es difícil: una vez que lo consigues el sabor es espectacular", dice orgulloso.

"Descaradamente buenos"

El nombre de estos dulces no está escogido de forma aleatoria, porque la pequeña heladería de Rubén ocupa el lugar en el que antes estaba la farmacia de Perfecto Feijóo. Como muchos pontevedreses saben, el boticario tenía un loro llamado Ravachol, conocido por irreverente y malhablado. "Mi vecino se merece el nombre y qué mejor homenaje que dedicarle estos dulces al loro, que vivió en este mismo establecimiento", dice Rubén, cuya heladería se encuentra junto a la estatua del conocido animal.

https://www.instagram.com/p/CILJdY8D30i/

Desde 1891, "el loro más famoso del mundo" insultó a todo aquel que pasaba frente a la botica y aceptó caramelos a cambio de dejar de insultar al que se los proporcionase. Murió en los carnavales de 1913 y su entierro se convirtió en un evento multitudinario que se repite cada año en el entroido que se celebra en la ciudad de Pontevedra, como particular homenaje al más desdeñoso símbolo de la ciudad.

Ahora, el heladero honra también al descarado loro creando unos dulces "descaradamente buenos": sus Ravacholitos. "Son croissants de mantequilla, están muy buenos ellos solos, pero lo que los hace únicos es mi almíbar", afirma el heladero. Eso sí, la receta de este almíbar que recubre sus particulares croissants es secreta, "elaborada en el obrador con ingredientes naturales y mucho mimo". También los cubre con chocolates de varios tipos, frutos secos o simplemente los deja "al natural" con su almíbar secreto.

Ravacholitos (foto de Alberto Rivas)

Están "descaradamente buenos" porque lo dicen los pontevedreses, no él: "la primera hornada me duró media hora, aunque fuese una hornada pequeña, yo no había avisado a nadie de que los haría y volaron". Rubén dice que quiso hacerlos a finales de noviembre pero, como trabaja él solo en el local, no le dio tiempo a terminar de hornearlos antes de las ocho de la tarde, "así que las dos cajitas que conseguí sacar se las llevaron dos amigas. Al día siguiente la gente había visto fotos en redes sociales y vino en el momento de la apertura preguntando por los Ravacholitos".

Ahora dice que los prepara por cientos, concretamente dice que en estos días de mal tiempo ha llegado a vender 500 o 600 diarios. "Lógicamente cuando el tiempo está peor viene menos gente, pero en un día de sol en fin de semana he llegado a agotar 800 a las seis de la tarde". Normalmente, reconoce, los dulces se agotan diariamente a media tarde.

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