Cuando Kalil se percató del titileo de su teléfono móvil, no se podía creer lo que estaban viendo sus ojos. El mensaje, al otro lado de la pantalla, a cargo de un amigo, no dejaba lugar a dudas. Por fin, tras muchos meses asfixiantes, difíciles, la noticia que tanto ansiaba: la apuesta decidida del Gobierno por las becas y, especialmente, la eliminación del requisito académico.

Porque Kalil, valenciana, veinteañera, estudiante del grado de Humanidades y Estudios Interculturales de la Universidad Jaume I de Castellón, estaba al borde del abismo: con una situación familiar límite, trabajando fuera del horario lectivo para poder sufragarse sus estudios, la obligatoriedad de tener una nota media superior al 6’5 la dejó sin beca.

Ella, que sustentaba económicamente a su familia con su empleo precario parcial -antes de la crisis del coronavirus, claro-, tenía un 6’47.

No es el único caso. EL ESPAÑOL reúne a estudiantes universitarios de diferentes puntos del país que, pese a necesitar estas medidas para poder permitirse los estudios superiores, se quedaron en el anterior curso a las puertas.

Hasta ahora. Ningún estudiante, por su renta, se va a quedar fuera del sistema educativo si aprueba. Ya no.

Enmienda a la Ley Wert

Así lo han acordado este martes los Ministerios de Educación y FP y el de Universidades. A partir del nuevo curso, se incrementa un 22% el presupuesto de becas, por lo que la cuantía por cada una de ellas aumentará en 100 euros, tanto para enseñanzas postobligatorias no universitarias como para las de grado y máster. 

También pasan a depender, única y exclusivamente, de un criterio de renta y necesidad económica. Así, sólo se necesitará un 5 de nota de acceso a la universidad en el primer curso para obtener la ayuda íntegra y nada de mantener una media superior al 6’5 durante el resto de años académicos.

En total, se destinan 1.856 millones de euros, 386 millones más que en la convocatoria actual.

Javier (nombre ficticio), estudiante de Ingeniería de la Energía, depende de la beca para poder estudiar. Prefiere mantenerse en el anonimato. Cedida

Educación arguye que con esta medida se revierte el criterio introducido en 2012, con la polémica Ley Wert, "que endureció los requisitos académicos y dejó fuera del sistema de becas a muchos estudiantes que carecen de medios económicos para continuar sus estudios", en palabras de la titular de la cartera, Isabel Celaá.

Igualmente, las medidas de esta reforma se plasmarán en un real decreto de umbrales que ambos ministerios presentarán en las próximas semanas al Observatorio Universitario de Becas y Ayudas al Estudio. Se ha calculado que, en total, se beneficiarán directamente 252.274 universitarios de grado y máster, estudiantes que o bien se les sube una cuantía o bien empiezan a recibir beca por eliminar requisitos o aumentar umbral de pobreza.

Situación límite pre y post covid

“En mi unidad familiar somos 5 personas. Somos de Picassent, un pueblo de Valencia. Mi padre es autónomo y mi madre está en el paro y tengo dos hermanos pequeños”, explica Kalil en conversación con este periódico. “Si de normal ya estábamos justos, cuando pasó todo lo del covid fue mucho peor”, suspira.

La situación era complicada de por sí. En el mundo precovid, Kalil podía estudiar gracias a que el Ministerio de Educación sí que le cubría la matrícula universitaria y, mientras, trabajaba: primero como profesora particular, después como camarera.

De esos dos sueldos tenía que salir no sólo el alquiler del piso en Castellón. “Aparte, además de mis gastos, transportes, fotocopias… también le tenía que dar a mi familia para ayudarles”.

Por eso, por no tener suficientes horas al día para dedicarse en cuerpo y alma al estudio, las notas de Kalil no eran homogéneas. “En su mayoría 7 y 8, pero suspendí una y en otra asignatura tengo un 5, y me ha bajado mucho la media”, desliza. “No es que no me apeteciera estudiar, al contrario, pero no tenían en cuenta otros factores. Era muy injusto que sólo se fijen en el requisito académico y que no vieran mi umbral, mi situación, cercana a la exclusión social”.

Y, claro, con el covid-19 todo fue a peor. “Mi padre, informático, recibió una ayuda, pero aun así no es suficiente para vivir en casa. En mi caso, me hicieron un ERTE en el bar pero aún no he cobrado nada. Estoy esperando ese pago. Tenemos que acudir a un banco de alimentos como muchos españoles. Ha tocado muchas casas”, admite Kalil.

“Mi vida es la beca. Dependo de ella. Es la historia de mi vida”, sintetiza esta joven valenciana. “Siempre me ha parecido muy injusto el tema de la nota, porque muchos trabajamos y nos ocupamos no solo de nosotros mismos, sino de otras personas dependientes. Yo me he quedado a las puertas de la beca este año. Ojalá estos cambios se puedan mantener”, desea.

ERTE de su trabajo parcial y sin beca

Al almeriense Javier (nombre ficticio), estudiante de tercero del grado de Ingeniería de las Energías en la Universidad de Málaga, el anuncio también le da un vuelco a su vida. Este año no tenía beca “precisamente por no tener el número mínimo de aprobados (al tener la matrícula reducida me pedían aprobar el 100% de los créditos)”, indica a este diario.

Su caso es algo particular, porque no cursa todas las materias. “Aprobé 6 de las 8. Lo que pasa es que, como para poder estudiar necesito trabajar mientras que estudio, pues no podía llevar 10 asignaturas como un estudiante normal. Entonces tengo una matrícula más pequeña de 8 asignaturas cada año y así puedo compaginarlo todo”, ahonda.

Él también trabaja en un bar. Con su sueldo, y una pequeña ayuda de sus padres, consigue pagar la matrícula, gastos, alquiler y manutención. Hasta que, como en el caso de Kalil, tuvo que hacer frente a la pandemia.

Cogió las maletas, se volvió a su lugar de residencia y el trabajo lo perdió. “Ha estado todo cerrado y Málaga hasta este lunes no abrió. Se realizó una reducción de personal y me tocó a mí”, cuenta. A su padre, además, le han reducido la jornada a la mitad dentro de un ERTE.

Sus planes de futuro han cambiado “al completo”. “He vuelto a la casa de mis padres y, como la mayoría de estudiantes, me dejé mucho material en mi piso. Por ahora estoy un poco a la espera. Las universidades todavía no han comunicado cómo va a ser el curso que viene”, relata. “Si puedo trabajar a la vuelta, podré seguir estudiando. Si no, me tendré que buscar algo por Almería”.

Creo en la educación pública, en que para las becas no tendría que existir ningún requisito más allá de los económicos, pero entiendo que sin Presupuestos Generales del Estado pues es complicado que se siga avanzando en este tema”, manifiesta. “Ojalá que dentro de 4 años no tengamos ningún requisito (y que yo tenga la carrera terminada para entonces)”, ríe.

De momento, Javier podrá seguir estudiando un año más. “Depende de si cuando tenga los exámenes no se me cae internet, pero yo creo que sí. Del primer cuatrimestre aprobé 3 de 4 y ahora en este estoy más o menos bien, teniendo en cuenta la situación”, sonríe.

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