A principios de los sesenta, el arquitecto Ricardo Bofill empezó a moldear su nuevo proyecto en el que mezclaba la geometría, la arquitectura popular mediterránea y árabe, y la tipología de la cruz griega. Años después, en 1973, se inauguraba la Muralla Roja, un edificio innovador que forma parte de la urbanización La Manzanera en Calpe (Alicante) y que no deja de atraer a los turistas por su sorprendente composición.

Varios patios se comunican entre sí para conducir a las zonas comunes de los residentes, que pueden disfrutar de terraza cubierta, soláriums, piscina y sauna. Todo ello, enclavado en plena costa, frente al mar Mediterráneo. Una imponente construcción pintada de diversas gamas de rojo que supone un caramelito muy apetecible para los instagramers que están dispuestos a hacer todo lo posible por un like.

Y este es, precisamente, el problema con el que están teniendo que lidiar los vecinos, una falta de intimidad de la que dicen estar “hartos”. Uno de los propietarios, Ángel Campillo, lo explicaba al Diario Información: “Es de locos la invasión que sufrimos. De repente, te encuentras a 20 personas subiendo y bajando por dentro de la Muralla Roja”, critica.

"Aquí entra todo el mundo"

Los curiosos siempre se acercaban a sus casas, pero con las redes sociales en auge, hoy por hoy son como una especie de plaga con la que no están dispuestos a convivir. Por eso han decidido poner una valla para intentar establecer un perímetro seguro, pero los vecinos de alrededor se han quejado ante el Ayuntamiento de Calpe porque el cierre implica que no pueden acceder a la zona verde. Así que la edil de Urbanismo, Ana Sala, les ha instado a eliminar el vallado.

No obstante, Campillo asegura que, con los planos catastrales en la mano, esa zona verde pertenece a la edificación. Con todo, no se resigna y quieren ponerle freno a estas jornadas de puertas abiertas sin autorización. Comprenden que se trata de un lugar de interés, pero “aquí entra todo el mundo”, afirma. “Es esperpéntico que la gente se meta en tu casa para hacerse un selfie o tomar fotos para subirlas a Instagram”.

Además, no solo son personas, también denuncia en el mismo medio que avistaron tres drones sobrevolando sus casas en una sola tarde:

El vecino cree que el propio Ayuntamiento es, en parte, culpable de esta invasión por escoger una foto de la Muralla Roja para protagonizar su calendario municipal. “La consecuencia es que nos están invadiendo. Ya estamos perdiendo un poco los nervios”, advierte.

Turismo controlado

Aunque el edificio está catalogado con el nivel de Protección Integral desde 2012, el Consistorio quiere que se declare Bien de Interés Cultural (BIC), un extremo al que no se oponen los propietarios porque establecería un horario ordenado de visitas para los turistas. Eso sí, piden que, a cambio, ellos reciban algún beneficio como una rebaja en las tasas municipales o subvenciones para el mantenimiento.

De hecho, afirma Campillo que mantener la Muralla Roja cuesta “un dineral” e incluso se han tenido que asesorar con el Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill para escoger las tonalidades y no meter la pata a la hora de pintar el edificio. También han alquilado sus espacios a diversas firmas de moda para sus campañas publicitarias y así poder sufragar los gastos, “que son muy elevados”.

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