Cuando el verano se aproxima y las temperaturas empiezan a aumentar en buena parte de nuestro país se suceden los dilemas: ¿Guardaré en el desván la ropa de abrigo hasta octubre? ¿Me atrevo ya a ponerme sandalias? ¿Cambiaré el nórdico por la colcha? Cuando la decisión es individual todo suele ser más fácil y rápido; pero el verdadero problema surge cuando en la ecuación entra más de una opinión al respecto. 

Y es que las necesidades de uno pueden entrar en conflicto con las del otro:

Puede parecer algo banal, pero quien ha pasado por esto sabe que no lo es. Mientras uno está asado como un pollo y duerme buena parte de la noche destapado, el otro sigue cubriéndose hasta las cejas. ¿Cómo solucionamos esto? IKEA ya había lanzado un edredón dividido en dos partes para que ninguno dejase al otro con el culo al aire, esa podría ser también una buena opción eligiendo grosores distintos; pero lo cierto es que conviene consultar con los expertos y adentrarnos en el fabuloso mundo de los nórdicos para saber quién tiene la razón. Se admiten apuestas.

Cuatro tipos de nórdico y solo dos recomendables

Llamamos a la puerta de José Manuel Prieto, de Nattex, una empresa que se ha especializado en la venta de artículos de descanso. Lo cierto es que, a priori, no imaginábamos la cantidad de variables que entran en juego en algo tan aparentemente sencillo como un edredón nórdico, pero nos sentimos como oyentes en una clase magistral. Depende del que tengas, tendrás que sacarlo en una determinada época o en otra.

Prieto explica a EL ESPAÑOL que, en líneas generales, hay cuatro tipo de nórdicos si atendemos al producto que llevan en su interior, al relleno. Después, también influye el textil que va por fuera, no todos valen para los distintos climas que se dan en nuestro país. "En primer lugar está la fibra, como la que tenían antes los sacos de dormir, que necesitas mucho gramaje para estar abrigado. Es el típico barato y muy gordo, pesa entre 400 y 500 gramos", señala. 

El experto apunta que "estos tienen un ciclo término muy corto. Te abriga desde los 5 a los 15 grados, pero si la temperatura baja de ahí te congelas y, si sube, te cueces. Lo recomendable es no tener nórdicos de este tipo pero, si se tienen, hay que sacarlos pronto en cuanto suban las temperaturas. Al no transpirar bien te va a hacer sudar con un mínimo de calor y actuará como una esponja acumulando sudor y olores.

Otro tipo de edredones que no recomienda son los de pluma. "Se ha dejado de trabajar en la mayoría de Europa tras conocerse varios estudios de universidades de todo el mundo que advertían sobre la incidencia negativa de este material para las personas con patologías pulmonares", advierte. Las plumas de las aves que se usan conservan la caña, una parte donde acumulan mielina que se va liberando con los lavados y el paso del tiempo aumentando alergias y otras enfermedades.

El nórdico más caro del mundo

Si queremos usar nuestro nórdico la mayor parte del año tenemos dos alternativas o tres, si somos millonarios. La primera y más asequible son los compuestos por fibra hueca siliconada, dos tipos de fibras que no se aglutinan y van formando cámaras de aire en su interior. "Su zona de confort es mayor yendo de algunos grados bajo cero a 25 o más. Pesan sobre 250 o 300 gramos y podemos dormir con ellos a una temperatura óptima en primavera, invierno y otoño".

Después está el duvet o plumón que son las plumas del pecho de la oca. Un tipo de plumaje que no tiene caña y, por eso, no es peligrosa para la salud. "Son nórdicos muy finitos, de unos 150 gramos. No te aplasta, transpira muchísimo y hace que conserves siempre tu temperatura corporal, no deja que suba ni que baje", asegura Prieto confirmando que con este tipo de edredones las discusiones de pareja irían a menos.

"Normalmente se vende un kit de dos. Uno fino de 100 u 80 gramos y otro de 200 o 175 que vienen unidos con botones. Se usan los dos juntos en otoño e invierno, el más pesado en primavera y el finito en verano. Lo tienes todo el año", incide. Además, nos explica que hay un material que está en lo más alto del podio: el plumón eider.

"Hay unos patos que hacen el nido en las mesetas del norte de Europa, en Noruega, Suecia, Islandia... En el nido, además de hierbas y ramas, van poniendo parte de su pluma para calentar a sus crías. Cuando nacen y cambian de plumaje, una vez que abandonan el lugar, ese plumón se recoge y se comercializa, también en España. Es el mejor del mundo".

Nos enseña una tabla de precios y, la verdad, afirmamos sin miedo a equivocarnos que estos edredones se nos van de presupuesto: de los 5.500 euros de uno de 90 centímetros a los 10.750 euros de uno de 280 por 240. "Yo lo vendí una sola vez, es eterno, como para dejarlo de herencia", ironiza.

Una excusa perfecta para no hacer la cama

Prieto sigue contándonos las intimidades de nuestros edredones parándose ahora en la tela que recubre el relleno. Explica que en el norte de España, por ejemplo, siempre suelen venderse los que son mezcla o sintéticos, pero nunca de algodón como en el resto del país "por la humedad, la sensación de frío al meterte en la cama".

Aprovechamos también la coyuntura y le preguntamos, para salir de dudas, cómo es eso de cambiar el colchón de lado en invierno y primavera. Y, ojo, que también tiene su truco. "Los de látex, cada dos meses, conviene moverlos de pies a cabeza y de arriba abajo, alternando. Los de carcasa de muelles, por ejemplo, una vez en primavera y otra en otoño como mínimo. Y, si llevan mucha visco, una vez cada dos meses".

Nos anima, no obstante, a fiarnos de lo que nos recomienden cuando los vayamos a comprar y nos da un dato final que nos ha alegrado el día. "Una vez por semana, los domingos, por ejemplo, conviene no hacer la cama y dejarla deshecha todo el día para que el colchón transpire, le dé el aire y la luz. Los productos buenos tienen antifungos y antibacterianos que necesitan luz y aire para actuar".

Así que zanjamos dos debates en uno: el nórdico se quita o se cambia cuando las temperaturas se salgan del margen de confort señalado por el fabricante y los domingos no se vuelve a hacer la cama nunca más.

[Más información: IKEA quiere que dejes de discutir con tu pareja en la cama]

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