Año del señor 1975. Era una época extraña, en la que los seres humanos que querían ver un programa de televisión no tenían otra opción más que sentarse en el sofá y verlo a la hora que ponía en el periódico. No había otra forma: no había televisión a la carta, ni forma de descargarlo de extranjis de una red informática.

Pero todo eso estaba a punto de cambiar de forma radical. El 10 de mayo Sony presentó el sistema Betamax, que llegaría a las tiendas el 7 de junio, una máquina que permitían la locura de grabar en unas cintas un programa para verlo más tarde. Una máquina del tiempo. El futuro. Un fracaso.

Cuatro décadas después, el sistema se ha convertido en un chiste. En la serie Good Omens (Buenos Presagios), el libro de las profecías acertadas indica para 1975 “no compres Betamax”. Y es que a pesar de que el sistema era superior a sus rivales en calidad de imagen -principalmente al VHS de JVC, que llegó al mercado un año después, en 1976- una serie de limitaciones hicieron que acabase siendo un fiasco.

Un fiasco parcial, porque a nivel profesional se siguió usando hasta que Sony cesó su fabricación en 2016. Aunque el recuerdo que haya quedado de Betamax sea más o menos el de los franceses en la II Guerra Mundial, en aquella época se vivió como una salvaje guerra.

¿Fracasó Betamax por culpa del porno?

Una de las grandes leyendas urbanas sobre el fiasco del sistema es que se debió a que Sony no permitió que se distribuyera pornografía en formato Betamax mientras que VHS lo recibió con brazos abiertos. Pero eso es falso, en parte. Y es que es cierto que no fue ni mucho menos algo definitivo.

En efecto, Sony no permitió que las grandes distribuidoras comercializasen pornografía con su sistema, mientras que JVC sí. Pero eso realmente no implica que no hubiera porno. Al fin y al cabo la magia del vídeo es que cualquier podía grabar las cintas. Haberlo, lo había.

VHS y Betamax llegaron al mundo en la llamada Edad de Oro del porno o la época del porno chic. Era una época -entre 1969 y 1984- en la que la pornografía estaba mejor vista que en los años anteriores y que llegó de la mano del éxito de películas eróticas como Último tango en París.

También coincidió con la caída del Código Hays en Hollywood, que limitaba la violencia y el sexo en las películas. Se abandonó gracias a películas que nada tenían de eróticas, como Grupo Salvaje de Sam PeckimpahBonnie & Clyde de Arthur Penn. Esto contribuyó a que el porno se popularizase fuera de las salas X y pudiese ser consumido en la privacidad del hogar. 

En este momento nacen esos rincones de los videoclubs, escondidos tras una cortina, llenas de películas eróticas. Cuando a finales de los 80 Sony capituló y comenzó a fabricar vídeos y cintas VHS, sumado a lo mucho que nos gusta a los humanos atribuir éxitos y fracasos al porno, se creó esta leyenda urbana que incluso se enseña en algunas facultades de comunicación.

Reproductor Beta.

Sony vs el mundo

El lanzamiento de Betamax no fue todo lo fluido que Sony habría querido. Se encontró con un escenario que a muchos le resultará familiar: a la industria audiovisual no le hacía mucha gracia que todo el mundo pudiera grabar lo que se emitía por televisión. 

Universal interpuso en la Corte de Justicia de California una denuncia contra la compañía, alegando que Sony estaba fabricando una máquina de infringir las leyes de Copyright. El proceso duró dos años y finalmente el juez falló a favor de Sony, permitiendo a los usuarios grabar lo que les diera la gana. Universal trató de recurrir varias veces y siempre fue rechazada, hasta que en 1984 se rindió.

Pero la resistencia de las productoras no era el único enemigo. Sony se quedó con la exclusiva del sistema y licenció su uso a unos pocos socios, pensando que la superioridad de Betamax sería suficiente para imponerse a sus rivales. Además del VHS, Philips y Grundig se aliaron para lanzar un tercer sistema en 1979, el Video 2000, que estuvo en el mercado hasta 1988.

JVC, por contra, tomó la decisión opuesta: licenciar su uso a todo quisqui. El resultado es que en poco tiempo el mercado estaba repleto de aparatos VHS de todo tipo de precios mientras que Betamax únicamente ofrecía alternativas caras.

Pese a la clara superioridad de Betamax en lo que a calidad de imagen se refiere, tenía un gran defecto: la duración de sus cintas. Cuando se lanzó, apenas soportaba una hora, insuficiente para muchos programas de televisión, no hablemos ya de una película.

Más adelante, Sony logró que las cintas llegasen a durar dos horas reduciendo algo la calidad de la imagen. Este cambio llegó tarde y mal: primero porque estas nuevas cintas no eran compatibles con los reproductores antiguos y, segundo, porque para entonces JVC ya había logrado que sus grabaciones pudieran alcanzar hasta la cuatro horas. ¿Se veía como si tuvieras cataratas? Sí, pero podías grabar lo que quisieras con tiempo de sobras.

A principio de los 80, Beta ya estaba muy tocado, aguantando el tirón únicamente en el mercado japonés y por los pelos: VHS controlaba el 60% del mercado. En 1984, viendo la guerra perdida, Sony lanzó otro formato, el Video8, esperando poder competir con VHS-C en el incipiente mercado de las cámaras caseras. Ese formato tuvo más éxito, aguantando hasta 2009 cuando el auge de los smartphones y las cámaras digitales se llevaron por delante los formatos analógicos.

La muerte oficial de Betamax como formato doméstico llegó en 1988, cuando la propia Sony lo abandonó para fabricar vídeos VHS. El último aparato presentado por Sony para este mercado fue en 1990, sin embargo, Betamax perduró entre los profesionales del vídeo y la televisión, siendo el formato preferido por muchos hasta bien entrado 2015, cuando el 10 de noviembre Sony anunció que dejaría de fabricar cintas.  

La primera gran guerra de formatos

iPhone o Android, PlayStation o Xbox, Blu-ray o HD-DVD, Super Nintendo y Mega Drive… estas guerras del formato han dado muchas pequeñas batallas en las comidas de Navidad, dividiendo familias, enfrentando a hermanos y terminando con matrimonios. Todas estas batallas tienen como gran antecesor a la del VHS y el Betamax.

No es ni mucho menos la primera: ya en el siglo XIX, cuando el ferrocarril comenzó a dominar el mundo, hubo una guerra entre quienes defendían las vías con un ancho de 5 pies y las de  4 pies -hoy conocido como ancho estándar. El advenimiento de la electricidad supuso el enfrentamiento entre la corriente directa y la corriente alterna. Pero la diferencia es que Betamax y VHS obligaron al consumidor a tomar partido en la guerra.

La decisión no era fácil. Cada formato con sus virtudes y sus defectos, y comprar uno u otr  implicaba una inversión que tenías que justificar. No solo ante conocidos que podían optar por el sistema rival, también para tí mismo, dudoso de haber apostado su dinero al caballo correcto. Y qué grandes discusiones han dado -y más que darán- estas guerras comerciales.

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