Según sus cálculos, entre combustible, revisiones y neumáticos se le van unos 250 euros al mes fácilmente.

Según sus cálculos, entre combustible, revisiones y neumáticos se le van "unos 250 euros al mes fácilmente".

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Héctor, repartidor, sobre la precariedad en su trabajo: "Para ganar 1.400 euros tengo que hacer casi 40 entregas al día"

"Hay meses que llego a los 1.600 euros y otros que me quedo en 1.200. Nunca sabes", lamenta.

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La imagen del repartidor que circula contrarreloj por la ciudad se ha convertido en una postal cotidiana. Pero detrás del casco y la mochila hay historias de jornadas interminables, ingresos inestables y una presión que rara vez aparece en la superficie.

Héctor, de 28 años, lleva dos años trabajando como repartidor para varias plataformas digitales. Su testimonio retrata una realidad que comparten cientos de trabajadores vinculados a la economía de los envíos rápidos.

"Para ganar 1.500 euros tengo que hacer casi 40 entregas al día", resume. No exagera. Su jornada arranca a las once de la mañana y, salvo pausas breves para comer "algo rápido", continúa hasta pasadas las diez de la noche. "Si te tomas una hora para comer, ya vas perdiendo dinero. Aquí el tiempo es dinero de forma literal", explica.

El principal problema, asegura Héctor, es la volatilidad de los ingresos. "Un día bueno quizá hago 90 euros. Un día malo, con poca demanda o lluvia, me quedo en 30. Y de ahí hay que descontar gasolina, mantenimiento de la moto y la cuota de autónomos", detalla.

Según sus cálculos, entre combustible, revisiones y neumáticos se le van "unos 250 euros al mes fácilmente".

El reparto nocturno puede aumentar las ganancias, pero a costa de la seguridad. "Las franjas de noche pagan algo más, pero también te expones más: tráfico más agresivo, calles oscuras, clientes impacientes porque todo cierra antes... No es tan sencillo como aceptar un pedido más".

Carrera contrarreloj

La otra cara de la precariedad es el tiempo. "Si te entretienes cinco minutos esperando en un restaurante que tarda, adiós al siguiente pedido. Y si rechazas muchos, la plataforma te penaliza y te da menos trabajo", cuenta.

La presión no viene de un jefe físico, sino del algoritmo. "Es como si te vigilara algo que no ves, pero que decide cuántos pedidos vas a hacer mañana".

La cifra de las 40 entregas diarias no siempre se alcanza, admite, pero es su referencia para llegar a un sueldo que considera "digno dentro de lo que cabe". Para lograrlo tiene que encadenar pedidos sin descanso. "El problema es que no puedes parar. Ni diez minutos. Si paras, pierdes la racha".

Más de 10 horas

La media real de horas que trabaja Héctor ronda las diez diarias. "Hay semanas que paso de las 60 horas. Y no tengo vacaciones pagadas ni festivos. Si no trabajo, no gano". Su objetivo es ahorrar algo cada mes, pero la inestabilidad se lo impide: "Hay meses que llego a los 1.600 euros y otros que me quedo en 1.200. Nunca sabes", lamenta.

El desgaste físico también está presente. "Tengo dolores en la espalda y las muñecas. Y cuando llueve es peor. Pero si en un día de lluvia no sales, te quedas sin ingresos justo cuando más demanda hay", sopesa.

Preguntado por cómo ve el futuro, Héctor se encoge de hombros. "No sé si seguiré en esto muchos años. Es un trabajo rápido de entrar y rápido de quemarte". Aun así, reconoce que muchos compañeros siguen porque no encuentran alternativas laborales estables.

Mientras las plataformas siguen creciendo, los repartidores como él continúan ajustando sus cuentas a diario para lograr un sueldo que, aunque parece razonable a simple vista, implica un nivel de esfuerzo que pocos conocen. "La gente ve la cifra de 1.500 euros y piensa que está bien. Pero no ve las horas, el cansancio ni la incertidumbre. Eso no aparece en la app".