Claudia trabaja como camarera y denuncia que la empresa en la que es empleada solo la tiene contratada por 30 horas mientras realiza 45 cada semana.
La joven afirma que esta situación se repite incluso en los periodos más tranquilos, y asegura que resulta imposible conciliar su vida personal con ese ritmo. Explica que muchos días sale del bar pasada la medianoche y al día siguiente debe volver para abrir el local.
Según detalla, las horas extra no se pagan pese a que la dirección promete compensarlas más adelante. Claudia sostiene que esa compensación "nunca llega" y que termina cobrando lo mismo independientemente del número de horas que trabaje.
Asegura que esta práctica se ha normalizado en la hostelería y que muchos empleados la asumen porque temen perder su puesto.
Claudia describe un escenario de tensión diaria. Comenta que los clientes ven el local lleno y creen que funciona bien, pero la realidad es distinta.
Trabajan al límite
Relata que la plantilla suele trabajar al límite porque no hay personal suficiente y eso provoca una presión continua. En muchas ocasiones apenas puede detenerse unos minutos para comer antes de seguir con el servicio.
La camarera lamenta también la actitud de algunos empresarios que justifican esa dinámica. Cuenta que muchos jefes repiten que estas condiciones son "lo normal en hostelería" y que, si alguien no está conforme, hay decenas de candidatos esperando.
Claudia cree que este mensaje genera miedo y evita que los trabajadores denuncien por temor a ser reemplazados con facilidad.
La joven asegura que no pide privilegios, solo que le paguen las horas que trabaja y que la empresa respete lo que figura en su contrato.
Considera que esa petición no debería ser un problema en ningún sector. Sin embargo, explica que la realidad es distinta y que la falta de control sobre las jornadas provoca que muchos empleados vivan en una situación de precariedad constante.
Claudia afirma que la carga laboral afecta a su bienestar. Comenta que llega a casa agotada y sin energía para hacer planes.
Sin tiempo para el ocio
Para ella, organizar su tiempo libre es casi imposible porque nunca sabe a qué hora terminará. Describe su vida como una rutina en la que solo trabaja y duerme, lo que incluso le impide plantearse tener una relación estable por falta de tiempo.
La joven insiste en que no se trata de un caso aislado. Asegura que muchas personas en la hostelería atraviesan situaciones parecidas y que comparten la misma sensación de cansancio y frustración.
Claudia confiesa que le gusta su oficio y quiere seguir en él, pero considera que las condiciones actuales lo hacen insostenible. Pide un cambio real que vaya más allá de las promesas y que permita a los trabajadores desarrollar su empleo con dignidad.
