Llegar media hora antes de la hora convenida al patio del Alfonso XIII te permite disfrutar de la tranquilidad del lugar sentado en una mesa elegantemente vestida.

Me sirvieron un segundo zumo de naranja muy frío mientras esperaba a mis dos colegas en una mañana más en el mejor hotel de Sevilla.

Los pájaros y su canto junto al sonido del agua brotando y cayendo de la fuente amenizaban mi espera. En la mayoría de las mesas se hablaba en un tono moderado y solo se oía alguna conversación en español de unos mexicanos sentados cerca de donde yo estaba.

Desde ahí ves la fachada interior del hotel y una parte del cielo escondido sobre los toldos blancos que nos protegen de los rayos de sol en este final de verano en Sevilla.

Prefiero no levantarme aún para ir al buffet y servirme alguno de los suculentos alimentos que esperan expuestos en las bandejas en el hall junto a los ventanales del patio y en la salita que da directamente a la cocina.

Las abogadas de mi bufete suelen ser puntuales pero aún queda tiempo para las nueve y media. Tomo un poco de agua helada con limón y observo cómo los pajaritos se posan en una mesa donde aún hay platos con restos de comida que aprovechan las aves. Esta mañana no hace mucho calor, estamos a unos veinte grados.

El hotel Alfonso XIII es esa isla dentro de Sevilla que siempre te espera para estar como en casa. Yo aún recuerdo esos días en los que venía a tomarme aquí un café para despejarme de las horas de estudio en la Facultad de Derecho.

Y aquellas tardes en la piscina y jardines oyendo a los pájaros y las cigarras en la tranquilidad de la primavera, dándome un chapuzón de vez en cuando, nadando, tomando el sol y sobre todo, leyendo libros en cuya lectura podía concentrarme gracias a estar allí casi solo o con algunos pocos huéspedes tendidos en sus hamacas.

También he celebrado importantes acontecimientos en esta sede como mi boda y la comunión de mi hijo. Propuse como presidente del Rotary Club Sevilla Corporate que el Alfonso XIII fuera la sede permanente para nuestras reuniones y almuerzos.

Nuestros invitados se sorprendían mucho por la elegancia de sus salones, la altura de sus techos, la luz que se filtra por sus grandes ventanales, la rica decoración y la atención exquisita de su personal.

Suelo encontrarme con mi compañero y director de Cremades y Calvo Sotelo sentado tranquilamente en una de las mesitas del patio degustando su café y la última vez también me crucé al salir con el socio director de Gaona Roca Junyent acompañado de dos socios de su despacho.

Al llegar mis dos compañeras del bufete nos saludamos y recordamos aquellos primeros desayunos en este acogedor hotel y cómo hablábamos de la profesión y las cosas que suelen ocurrir en los tribunales de justicia mientras degustábamos fruta cortada que nos habíamos servido en un bol o una caracola de pasas a la vez que el olor de un buen café nos provocaba para saborearlo antes de que se enfriase del todo.

Sobre el mantel blanco, una camarera rellena mi copa con zumo de naranja muy frío y disfruto del sonido de la fuente que tengo delante de mí, que es la mejor música ambiental que podemos disfrutar aquí.

Pienso que podremos quedarnos más allá de las once, cuando finaliza el servicio del desayuno buffet, porque podremos seguir hablando sobre algunos asuntos del bufete y ciertos clientes en esta reunión improvisada.

Me fijo en la gente que hay en la salita pequeña junto al mostrador de la cocina esperando a que sus rebanadas de pan se tuesten, otros toman unas lonchas de jamón y caña de lomo, mientras algunos agradecen al cocinero que les haya servido los huevos a su gusto.

Al salir al hall para tomar algo de sus repletas bandejas, recuerdo nuestros almuerzos de Navidad ahí mismo junto a un patio vacío en el que el viento era protagonista haciendo rodar algunas de las macetas.

Y aquí al lado, el salón real que conseguimos llenar de asistentes en aquellos dos actos con Mario Conde y Macarena Olona con tanta repercusión en la prensa.

Este lugar me trae gratos recuerdos que volveremos a rememorar en esas noches de jazz en el bar americano y las tardes de los viernes en su terraza viendo al fondo cómo pasea la gente por la Puerta de Jerez, cruzándonos en cualquier momento con Carlos Suffredini, su amable director.