Mirando al mar desde mi ventanal y escuchando el inmenso oleaje que no cesa pienso en mi vuelta a casa. Las vacaciones se terminan pero no es solo el descanso estival el que finaliza, es una parte de nosotros la que se queda ahí donde hemos disfrutado de semanas de asueto intentando encontrarnos con nosotros mismos.

Solo veo un enorme mar frente a mí mientras el viento mece las olas y las hace rugir anunciando un nuevo tiempo. Las nubes se esparcen arriba y algunas se oscurecen anunciando lluvias. Agotamos las últimas horas de un mes que creíamos infinito o al menos con un final lejano.

Las obligaciones nunca desaparecieron pero sí se apartaron en cierta forma algunas de ellas pues de lo contrario nuestro retiro hubiese sido interrumpido constantemente. Hoy sábado viajaré durante todo el día pero el domingo me levantaré muy temprano para recorrer al amanecer las calles más bonitas de Sevilla tras cruzar el río Guadalquivir y dirigirme por la calle San Fernando a los Jardines de Murillo para caminar por el Barrio de Santa Cruz y sus estrechas calles pasando por delante de la iglesia de San José del Carmen, Mateos Gago y después en dirección a la Alfalfa y más tarde por Doña María Coronel.

Iré pensando en mi verano y las cosas que han cambiado, mis perspectivas para el nuevo año, los nuevos casos y en aplicar nuevas ideas al día a día. Porque nosotros mismos nos sorprendemos con nuestros propósitos de enmienda para cuidarnos más a nosotros y a los demás. Debemos mejorar porque siempre se puede ser mejor.

Hemos descansado y parado un poco pero ya sabíamos que no podríamos apartarnos del todo ni aislarnos del mundo. Otro verano viajaremos a esa isla lejana soñada sin cobertura para los teléfonos ni para el ordenador. O a la montaña perdida con una casita rodeada de bosque en la que solo oiremos el ruido de las ramas y las hojas al moverlas el viento y a los pájaros y las cigarras; de noche, a los grillos.

Tantos libros que nos llevamos y sólo algunos hemos leído. Salimos con buenos amigos pero no hemos visto a otros. Ni dedicamos el tiempo que queríamos a esos familiares. Muchas llamadas se quedaron sin hacer.

Pero debemos ser indulgentes con nosotros mismos porque hemos cuidado a los nuestros y hemos caminado, disfrutado del mar, del sol, de la noche, su olor y sus sonidos. Hemos imaginado qué hubiera ocurrido si en aquel cruce de caminos hubiéramos optado por la otra vereda y no la que elegimos seguir. Pero hemos parado, hemos desconectado aunque hayan sido solo algunos minutos.

El mundo sigue igual pero este septiembre será distinto, otro año más para vivir, disfrutar y hacer felices a los que nos rodean ¿Qué sorpresas nos deparará el nuevo curso? ¡Anhelamos que ocurran cosas nuevas y buenas noticias! ¡Seamos optimistas porque un nuevo mes nos espera!

Los días más frescos nos anunciarán la proximidad del otoño y estaremos más tiempo en casa. Los días serán más cortos. Y haremos grandes cosas aplicando esas nuevas ideas y cumpliendo con nuestros buenos propósitos.

Pero no quiero volver del descanso a los días repletos de trabajo, deseo tener más tiempo libre y disfrutar de los fines de semana. Nos merecemos cuidarnos y aprender de las últimas vacaciones. No olvidemos eso que íbamos pensando en nuestras largas caminatas o cuando disfrutábamos del baño en el mar o en la piscina, en el río o en el lago.

Los días se acortan, la temperatura baja y el trabajo nos espera. Pero el rugir del mar me anuncia que no deje de pensar en él y en la inmensa naturaleza. Debemos seguir nuestro día a día sin perder la perspectiva del sosiego, la tranquilidad y la calma.