Un voluntario con uno de los niños que se alojan en la Casa Ronald McDonald.
Así viven Lucía y su familia en la Casa Ronald McDonald, "un hogar fuera del hogar" para familias con niños enfermos
La Fundación Infantil Ronald McDonald lleva 26 años en España y apenas año y medio en Sevilla junto al Virgen del Rocío. Han asistido a más de 200 familias.
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Desde el ventanal del Hospital Virgen del Rocío, Alfonso busca cuando puede la mirada de su nieta. No puede entrar a verla, pero saber que está cerca le basta.
La pequeña Lucía, de tres años, se encuentra en aislamiento tras haber sido sometida a un autotrasplante de médula como parte de su tratamiento contra un neuroblastoma de alto riesgo.
Su madre permanece con ella dentro de la cámara hospitalaria las 24 horas del día. El padre, José, solo puede entrar dos horas al día. Mientras tanto, el abuelo materno espera en un lugar que ha aprendido a llamar hogar: la Casa Ronald McDonald de Sevilla.
"Yo he venido solo a apoyar", dice Alfonso. "No puedo entrar al hospital, pero aquí en las instalaciones sí puedo estar de forma permanente. Hay una habitación para los cuatro, estamos bien. Solo con verla por la ventana, me compensa".
La Fundación Infantil Ronald McDonald lleva 26 años en España y apenas año y medio en Sevilla. Su propósito es claro: ofrecer un hogar fuera del hogar a aquellas familias que se ven obligadas a trasladarse por la enfermedad grave de un hijo o hija menor de 21 años.
En este caso, la familia de Lucía, procedente de Córdoba, cumple todos los requisitos. "Con la enfermedad llevamos desde agosto de 2024", explica su padre.
"En enero de 2025 vinimos a Sevilla porque aquí había un tratamiento más adecuado para ella. Al principio alternábamos: veníamos para la quimio, las pruebas, los ingresos. Pero este mes, con el autotrasplante, ha sido el periodo más largo fuera de casa".
Las instalaciones de la Casa Ronald McDonald de Sevilla, ubicadas a apenas cuatro minutos del hospital, en la calle Dr. Rafael Martínez Domínguez, permiten que las familias puedan mantener cierta normalidad durante las largas y complejas estancias.
Jardín interior de la Fundación Ronald McDonald en Sevilla.
Una zona de confort
José lo resume con una frase que repite varias veces: "Es nuestra zona de confort". En su voz hay cansancio, pero también gratitud.
"Cuando mi hija estaba en tratamientos, una noche se quedaba mi mujer y otra yo. Así descansábamos los dos. Pero ahora, como está en la cámara, solo puede estar ella. Yo vengo un rato por la mañana y otro por la tarde", explica.
Después, regresa a las instalaciones de la Casa Ronald McDonald. "Aquí puedo dormir, comer tranquilo, desconectar un poco. Es el descanso que no tenemos la posibilidad de tener en nuestra propia casa".
La Fundación ofrece alojamiento gratuito en habitaciones familiares con baño propio, zona de lavandería, cocina, alacenas individuales y espacios comunes diseñados para facilitar la convivencia.
En total, hay capacidad para 20 familias. En poco más de un año han acogido ya a más de 200. La única condición para entrar es tener una vinculación hospitalaria en curso, que el domicilio habitual esté a más de 50 kilómetros y que el menor afectado no supere los 21 años.
La solicitud se gestiona fácilmente a través del trabajo social del hospital. "En menos de una hora puedes estar aquí", aseguran desde la Fundación.
Un vecindario
La convivencia entre familias se asemeja, según José, a la de cualquier vecindario. "Tenemos relación, claro, pero cada uno lleva su ritmo. Es como los vecinos del bloque. Nos cruzamos, nos saludamos, y cuando se puede, se charla un rato".
En ese vecindario singular, Lucía también ha dejado su huella. Aunque ahora está aislada, ha pasado largas temporadas allí. "Para ella es su segunda casa", cuenta su padre.
"Recuerdo una vez, recién operada de los tumores, que vinimos y lo primero que hizo fue subirse al columpio. Fue espectacular. Nos dio un susto tremendo verla corretear así, pero ella era feliz".
La felicidad, de hecho, se ha convertido en una forma de resistencia para esta familia. "A nosotros nos dijeron que ser feliz ayuda a luchar contra el cáncer", dice José.
"En casa la tristeza se queda fuera. Si Lucía es feliz, tiene más fuerza para luchar. Ella no es consciente de lo que tiene, solo sabe que está con sus padres, que jugamos, que nos reímos. Y eso es lo que vale".
Alfonso, jubilado recientemente, no se plantea estar en otro sitio. "Yo me jubilé para estar con mi nieta, y mira la situación", expone con resignación.
"Pero no me voy a ir. No me importa no verla tanto. Saber que estoy a cinco minutos ya me basta", se sincera. A veces la llama por teléfono, otras la ve por la ventana. "Acompaño a José a comprar, a desayunar, a veces al hospital", desarrolla, explicando que su rutina es de completo apoyo a su hija, yerno y nieta.
La familia de Lucía. De derecha a izquierda: José, la madre y Lucía en brazos y Alfonso.
Habitaciones apadrinadas
Una parte esencial del día a día en la Casa Ronald McDonald es la relación con el personal. "Son como parte de la familia", dice José. "Si necesitas algo, están. Son tu apoyo. Aquí no eres un usuario. Eres uno más".
En la rutina de estas instalaciones también hay una gran cantidad de sonrisas y actos de personas voluntarias que ofrecen su tiempo para hacer el de los demás más ameno. Los voluntarios aportan lo que saben hacer, desde arreglar electrodomésticos hasta hacer talleres de jardinería.
Las habitaciones están apadrinadas por entidades, promociones de estudiantes o figuras públicas. Apadrinar cuesta 10.000 euros al año. Sin embargo, lo simbólicamente más relevante es que, al finalizar ese periodo, la placa con el nombre del padrino o madrina no se retira, sino que pasa al interior, como parte de la memoria de esa habitación.
En otras estancias también hay detalles especiales. El cantante Antoñito Molina ha dedicado una sala musical a los niños, a la que ha llamado 'El club de los soñadores', en honor a una de sus canciones. Guitarras, instrumentos y decoración personalizada dan vida a un espacio donde la música alivia y acompaña.
La vida en la Casa Ronald McDonald transcurre entre rutinas, visitas breves al hospital y pequeños momentos de respiro. Pero sobre todo, transcurre entre personas que no se rinden.
José lo dice con una entereza serena: "Esto tiene picos duros, porque subes un escalón y bajas dos, pero siempre vamos hacia adelante. Siempre con positividad. Siempre con alegría. Porque si Lucía sonríe, nosotros también".