
El profesor Francisco Arquillo junto a una imagen de la Macarena ya restaurada.
El polémico Arquillo, el catedrático de 85 años del "estropicio" a la Macarena: ya restauró un Picasso y un Goya
Aunque fue él quien firmó el proyecto, lo que ejecutó fue su hijo, David Arquillo. Este no cuenta con la pericia de su padre, según el sector.
Un sobrino ha alimentado la polémica: "Las restauraciones siempre las realizó mi padre, Joaquín Arquillo. Mi tío solo aparece para firmar y figurar".
Más información: La hermandad de la Macarena pide "perdón" y anuncia dos dimisiones tras la polémica intervención a la Virgen
El profesor Francisco Arquillo Torres (Sevilla, 1940) es muy conocido dentro y fuera del mundo del arte como el 'médico' de la Virgen Macarena y por su extenso currículum.
Ahora también por la mancha en el mismo que ha supuesto la última restauración de una de las imágenes más icónicas de la imaginería española. Algunos expertos la tildan de "estropicio".
Además de ser su restaurador por excelencia, por sus manos han pasado obras de arte de todo tipo: el cuadro conocido como Negro Danger de Picasso a principios de los años 80; el Autorretrato de Vázquez Díaz, a finales de esa década, o el Autorretato de Goya a principios de la siguiente.
Además de un sinfín de conocidas tallas como el Señor de la Sentencia de la misma hermandad macarena, el Cristo del Silencio, el Crucificado de la Vera Cruz, la Virgen de la Candelaria, La Paz, la Soledad de San Lorenzo o la Virgen de los Desamparados, entre otros.
Catedrático jubilado de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, su trayectoria le ha granjeado respeto dentro y fuera del ámbito eclesiástico, pero sin estar exento de polémica.
De hecho, según la hemeroteca de ABC, sus primeras intervenciones en los años 1978 y 1992 ya causaron controversia: "No está igual del todo", exclamó más de un devoto cuando vio a la Virgen tras pasar por sus manos.
Ahora, a sus 85 años, el nombre de Arquillo ha vuelto a la conversación pública no por su currículum, sino por una sucesión de silencios, decisiones internas y rumores que han alimentado una de las controversias más intensas que ha vivido la hermandad de la Macarena en tiempos recientes. No solo por la restauración en sí, sino por las formas.
Aún no existe (o no ha salido a la luz) el informe técnico oficial sobre lo realizado en su rostro y manos, pero un experto en la materia consultado por este periódico lo resume en unas líneas.
"Lo que iba a ser una simple limpieza se les ha ido de las manos y se ha llevado por delante las sombras de su cara, los matices de la pintura, que son las que les daba vida. Es que parece que está muerta".
Las formas tampoco han sido las adecuadas. De hecho, esta polémica restauración ha provocado dimisiones en el seno de la hermandad. En concreto, la del mayordomo y la del prioste, al ser los responsables de imágenes y enseres.
Y no han sido las adecuadas porque ante una restauración a una imagen Bien de Interés Cultural (BIC) la hermandad debería haber pedido permiso al Palacio Arzobispal y a la Junta de Andalucía.
De hecho, ahora sí la Junta de Gobierno se ha puesto en manos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) para que realice la supervisión técnica en las futuras actuaciones.
En cualquier caso, este periódico ha contrastado que ni el hermano mayor de la hermandad, José Antonio Fernández Cabrero, ni el propio restaurador son partidarios de crear las comisiones de expertos para que supervisen sus trabajos.
Participación de su hijo
Según ha podido confirmar este periódico, el 15 de junio la imagen fue trasladada discretamente a unas instalaciones en la Isla de la Cartuja para ser sometida a un TAC.
De este traslado, que pasó desapercibido para todo aquel que no perteneciera de forma explícitamente interna a la hermandad, resultaron una serie de intervenciones para su mantenimiento.
De manera igualmente discreta, entre los días 15 y el 20 se sometió a una intervención que oficialmente fue catalogada como una actuación de conservación, pero que, a juzgar por los polémicos resultados, los fieles sospechan que fue algo más.
Aunque fue él quien firmó el proyecto, numerosas fuentes sostienen que quien ejecutó en realidad la intervención fue su hijo, David Arquillo Avilés, restaurador formado también en Bellas Artes. Este, becado como su padre, estudió en el prestigioso Istituto Centrale per il Restauro de Roma.
Pese a su formación, su profesionalidad ha sido cuestionada por parte del entorno cofrade, que considera que no cuenta con la pericia ni el reconocimiento que acompañaron a su padre durante décadas.
Polémica familiar
La polémica, sin embargo, no se ha limitado a lo profesional. También ha habido fisuras en el plano familiar. Joaquín Arquillo Torres, hermano de Francisco y restaurador fallecido en 2021, compartió con él muchas de las intervenciones más relevantes del taller.
Tras su muerte, y a colación de la polémica suscitada por la intervención de la Macarena su hijo, Juan Arquillo Moya, ha echado más leña al fuego a través de redes sociales: “Las restauraciones siempre las ha realizado mi padre, Joaquín Arquillo, en paz descanse".
"Mi tío solo aparece para firmar y figurar. Tengo pruebas de mi infancia y de más de 30 años. Desde la primera restauración de la Macarena”.
La afirmación, de enorme carga emocional, ha movido aún más el cotarro en un contexto en el que la desconfianza ya se extendía entre gran parte de los devotos. Estos acabaron manifestándose hace unos días en la puerta de la Basílica.
Y es que en el universo simbólico de la Macarena, cualquier intervención sobre la imagen no es un simple acto técnico, sino una cuestión sagrada. Francisco Arquillo lo sabe.
Hace unos años, en una entrevista concedida al programa Testigos Hoy, emitido por Canal Sur, distinguía entre conservación y restauración: “La conservación permite neutralizar un problema sin adulterar la obra. En cambio, la restauración ya implica intervenir, añadir, pero siempre respetando la autenticidad".
"Hay que ser muy respetuoso. La obra exige que tú respetes la autenticidad, que no modifiques, que no cambies”, ratificaba en 2021.
Arquillo, que ha restaurado desde obras murales entre Roma y Costa Rica, sostuvo en aquella entrevista que “la pintura es una vocación y la restauración, una profesión”.
Con esa filosofía abordó también sus trabajos con imágenes devocionales, en las que lo técnico y lo espiritual van entrelazados. Y sin embargo, ni su sólida trayectoria ni su discurso académico han logrado contener la sospecha que ahora le rodea.
La teoría de "la otra Macarena"
Porque hay algo más. Una teoría que circula cada vez más fuerte entre algunos hermanos y devotos de la Macarena y que algunos lanzaban públicamente en la concentración convocada hace unos días: la posibilidad de que la imagen original haya sido sustituida.
No sería del todo inverosímil. El catedrático de Historia del Arte Andrés Luque ha confirmado que el escultor Antonio Castillo Lastrucci, prioste de la Hermandad en su día, realizó una réplica "muy, muy exacta" de la Virgen.
Lo hizo, según explicó Luque en un programa especializado, "por miedo a una pérdida irreparable" de la talla original en una época en la que era común que las juntas de gobierno mantuvieran secretos absolutos.
Aquella copia, de la que no se habló públicamente durante años, permaneció oculta, aunque el catedrático insiste en que la ha visto junto con otros hermanos de la hermandad.
“No sabemos si es una réplica o una copia", admite Luque basándose en cuestiones puramente técnicas, aunque teoriza sobre que, al tratarse de una imagen "muy, muy exacta", podría ser una copia -que, por sus singularidades, mantiene la mayor semejanza con la original-.
Este rumor, sumado al secretismo con el que se ha manejado la última actuación sobre la imagen, ha hecho crecer una sombra de duda: ¿Es la que vemos en el camarín la misma Virgen que vieron nuestros abuelos? ¿Dónde termina la verdad técnica y dónde empieza la especulación?
Francisco Arquillo, por ahora, guarda silencio. Puede que su forma de entender la restauración de forma respetuosa, prudente y científica no haya cambiado, pero el contexto sí lo ha hecho.
Hoy la intervención de una imagen ya no se analiza solo con criterios académicos, sino bajo el escrutinio de una comunidad que ve en cada gesto una señal. Y durante estos días los gestos no han sido nada halagüeños.