
Antoñito Molina en su actuación en el Icónica Santalucía Sevilla Fest.
El gaditano Antoñito Molina se rinde ante Sevilla, "el lugar más bonito del mundo", en una noche difícil de olvidar
'Me subo por las paredes' fue la gran revelación de la noche: un nuevo sencillo que el cantante nacido en Rota compartió en primicia sobre el escenario sevillano.
Más información: Antoñito Molina, el cantante gaditano que ve a "Sevilla como la madre de toda Andalucía: "Me faltaba hacerle esa canción"
Sevilla es una de las ciudades que más ha acompañado la carrera del gaditano Antoñito Molina, y así lo expresó en varias ocasiones a lo largo de su actuación en Icónica Santalucía Sevilla Fest. "Llevo todo el día intentando ser consciente de lo afortunado que soy al poder cantar en el lugar más bonito del mundo", afirmó.
La Plaza de España, llena hasta donde alcanzaba la vista, coreaba, brazos en alto, "y supongo que me toca ahora a mí empezar de nuevo". Con la alegría del momento, el roteño no fue capaz de borrar su sonrisa ni siquiera al entonar una de sus canciones más tristes.
"Esto es demasiado bonito para ser verdad", sostenía mientras comenzaba a sonar Te comes por dentro. Con una pieza más movidita, Antoñito Molina comenzó a marcarse unos pasos de baile que hicieron gritar al auditorio.
Pese a su corta trayectoria en los grandes escenarios, el gaditano se movía como pez en el agua. Subía, bajaba, bailaba, se acercaba a sus músicos para hacerlos aún más partícipes del espectáculo y orientaba el micrófono hacia el público, que no enmudeció en un solo minuto de la noche y conocía el repertorio al completo.
Acompañado solo por su voz y su guitarra, este enamorado del Carnaval de Cádiz —que confesó en su cita con Sevilla que su mayor sueño era cantar con su chirigota en el Gran Teatro Falla— emocionó al público interpretando No le digas más a nadie.
Tras una canción cargada de sentimiento, llegó otra que encendió todos los flashes del público. Comenzó a sonar Suéltate el pelo y, en la pantalla que hasta hacía un instante enfocaba al artista, empezaron a proyectarse fotos de madres de fans. Entre ellas, la de la sevillana Pastora Soler y, como cierre, la madre del propio Antoñito Molina.
Me subo por las paredes fue la gran revelación de la noche en el sentido más estricto de la palabra, ya que se trata del nuevo sencillo del que fue pregonero en los últimos Carnavales de Cádiz.
Para interpretar El club de los soñadores, el cantante se reunió en corro con sus músicos y explicó al auditorio que, cuando era joven, él y sus amigos frecuentaban un banco en el que contaban qué querían ser de mayor, situación de la que surgió el nombre de la canción.
Y, como ya es un clásico en cantantes de la talla de Manuel Carrasco, Antoñito Molina dedicó una canción inédita a Sevilla que hizo erizar el vello. "Quiero morir en Sevilla para vivir para siempre". Y, el público, estalló en aplausos.
Después, sonó Yo soy pa ti, canción que mantuvo en vilo a un público tan partícipe de la experiencia como el propio cantante.
Por supuesto, sus temas más aclamados quedaron para ponerle el broche final a una noche que los fans del cantante tardarán mucho tiempo en olvidar.
Y te voy a querer encabezó la lista de éxitos que el cantante dejó para el final. Con su ya reconocidísima sonrisa y sus hoyuelos en las mejillas, Antoñito Molina orientaba el micrófono una y otra vez hacia el auditorio que, fiel, coreaba la letra a la perfección.
Ya no me muero por nadie, otro de sus grandes sencillos, fue la antesala de Me prometo, probablemente el tema que más pudo llegar a tocar el corazón de los presentes.
Y, como colofón final, Laberinto y Por si mañana, dos temas que combinó para entonar un "hasta pronto" a Sevilla. Aunque, lejos de abandonar el escenario, el gaditano, ya mientras sonaba la música que hacía desalojar el público, seguía lanzando besos al aire para todos los presentes.
El espectáculo terminó con Antoñito Molina bailando por La Macarena —en su versión 5.0—. Ya sí, después de unos bailes y más sonrisas, las luces del escenario se apagaron.
El espectáculo había terminado y el público se fue con el cuerpo encendido y la sensación de haber vivido algo más que un concierto: una fiesta compartida.