
Victorio y Lucchino en su atelier de la plaza de Cristo de Burgos.
Victorio y Lucchino: "Está de moda ser diseñador, pero no todo el mundo vale; es un don con el que se nace"
Los diseñadores reconocen que tenían "la espinita" de no haber recibido la Medalla de la Ciudad de Sevilla pese a haber llevado la ciudad "a gala".
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El atelier de Victorio y Lucchino, ubicado en la misma plaza del Cristo de Burgos, se asemeja en su entrada a un espacio museístico. "Antes estábamos en la casa de Velázquez", comenta José Luis Medina (Lucchino) con cierto pesar, "pero era tan antigua que prácticamente se caía a trozos".
José Víctor Rodríguez (Victorio) atiende a una clienta a la que recibe con cariño y se disculpa por no poder participar en la entrevista. Desde el espacio interior del establecimiento, que queda oculto tras un largo pasillo, se oyen las sugerencias que este experto en moda le hace a la mujer.
Durante la conversación, José Luis Medina se muestra cercano y entusiasmado, y habla en todo momento en nombre de los dos. Sevillano hasta la médula, lleva la ciudad por bandera hasta el punto de proyectarla en sus diseños. La moda, definitivamente, es su forma de expresar lo que lleva dentro, y reconoce que, aunque a día de hoy existe una gran cantidad de marcas, "no hay calidad" en ellas.
Van a recibir la Medalla de Sevilla como embajadores de la ciudad. ¿Lo esperaban?
Hombre, apartando la humildad, sí, porque hemos sido embajadores de Sevilla desde que empezamos; hemos ido siempre llevando Sevilla a gala y por todos los sitios, tanto en pasarelas nacionales como internacionales. Hemos tenido reconocimiento desde España con la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que creo que es lo máximo que se te puede reconocer en el mundo del arte, y hemos tenido la medalla de Andalucía, así como premios en Nueva York. Y de Sevilla teníamos la espinita de que no nos habían reconocido. Y entonces, pues, para nosotros este momento ha sido muy satisfactorio porque esa espinita sí estaba ahí.
Si dependiera de ustedes conceder este mérito, ¿a quién se lo darían?
No podría decir un nombre en concreto, pero sí alguien que hubiese hecho cosas importantes por la ciudad y que se haya sentido siempre muy sevillano; que haya llevado la ciudad siempre a gala y haya beneficiado con su trabajo, tanto económicamente como por imagen, a nuestra ciudad. Yo creo que en eso tendríamos que ser siempre muy generosos y reconocer a esas personas. Nosotros, por ejemplo, siempre hemos recibido el reconocimiento y el cariño del pueblo, pero a nivel oficial no se nos ha dado nada hasta ahora.
Llevan desde finales de los años 70 en acción. ¿Cómo se sostiene un negocio tan exitoso durante tanto tiempo?
Con muchas ganas de trabajar, con mucha inquietud, siendo humilde, no creyéndote nada. Esas son las claves. Por supuesto, trabajando siempre con ilusión. Y, bueno, el destino también forma parte de este viaje de forma innegable.
¿Y la ilusión, cómo se mantiene?
Pues la ilusión se mantiene porque Dios quiere que la tengamos -ríe-. A veces me miro en el espejo y creo que sigo teniendo 20 años, porque me siento con la misma ilusión. Y si se trata de José Victor, tiene una fuerza bárbara y una vitalidad bárbara. Mientras que Dios quiera seguir dándonos creatividad y esa necesidad de expresar todo lo que sentimos dentro para materializarlo después en nuestro trabajo y en nuestras colecciones, seguirá perdurando esa ilusión.
¿Qué cualidades admiran el uno del otro?
Yo admiro de José Víctor su positividad, su alegría, lo cariñoso que es con todo el mundo. Es una persona muy extrovertida y muy cariñosa. También admiro su gran generosidad. Es una persona que me complementa. Él dice de mí que yo soy muy cauto, mucho más pausado, que pienso más las cosas, que tengo una enorme sensibilidad, que tengo un gusto exquisito.
Comenzasteis en la industria de la moda muy jóvenes, en la veintena. Si tuvierais que volver a empezar con esa edad pero en estos tiempos, ¿creéis que habríais conseguido lo mismo?
Yo creo que hoy en día lo tendríamos más fácil. Hay una competencia feroz, más que la de antes, pero también es más fácil, porque antes darte a conocer era mucho más difícil. Cuando nosotros empezamos no había pasarela en España, por eso nos fuimos a Nueva York. Ahora hay pasarelas para que los nuevos diseñadores puedan mostrar sus obras, por no hablar de las redes sociales, que ayudan muchísimo.
Nosotros empezamos con un escaparate en la calle Sierpes. Esa era nuestra única forma de poder mostrar nuestros diseños, y fue ahí donde empezaron a salir los clientes.
Pensaba que, por la proliferación de marcas, sería más complicado.
En absoluto, hoy hay mucha cantidad, pero no calidad. Ahora mismo está de moda ser diseñador, pero no todo el mundo vale para esto. Creo que es una profesión que lleva una connotación bastante importante de creatividad artística, y eso es un don con el que se nace. Después, sí, se puede estudiar, se puede perfeccionar, la experiencia también hace mucho, todo eso te va sumando, pero tú tienes que tener ese input, ese halo, esa cosa interior que Dios te bendice con ello y tú naces así.
Después de tantos años y de tantos reconocimientos ¿qué emociona todavía a Victorio & Lucchino?
Todo. Nos emociona presentar una colección, nos ponemos nerviosísimos. Nos entra el gusanillo ese por la barbilla. Nos pone fatal cualquier cosa, como, por ejemplo, recibir el reconocimiento de nuestra Sevilla, nuestra querida Sevilla. Yo creo que la vida todos los días te levanta para empezar de nuevo, porque es una bendición que Dios te regale un día más de vida, y lo bueno y lo positivo que te venga te tiene que seguir emocionando igual por muchas cosas que te hayan venido, porque esas ya han pasado. Tú tienes que pensar en el hoy y en lo que te vaya a venir.
Han vestido hasta una imagen de Semana Santa, ¿qué reto les queda por conquistar?
Siempre decimos que nos encantaría hacer una ópera, porque hemos tocado el tema del cine, del teatro, del baile, pero ópera no hemos hecho nunca, y si fuera una Carmen nos encantaría.
¿Cómo influye la ciudad de Sevilla a sus creaciones?
Influye muchísimo, porque de ella respiramos todos los días su luz, su color, su algo que no es tangible, que pulula en el ambiente y en el aire. Solo los sevillanos nos pueden entender -ríe-. Aquí hay una dulzura de vivir, hay una alegría, hay un algo como especial. Y eso, quiera o no, nos impregna y nos marca. Yo creo que un diseñador que trabaje en Berlín verá el concepto del color o de las formas o del todo diferente, porque es otro entorno. No digo que sea peor ni mejor, sino diferente.