Frank Underwood está muerto; Kevin Spacey, fuera del show, despedido por la riada de acusaciones de abusos sexuales que le han empujado al ostracismo. Pero su aura, su rastro, sigue presente en la sexta y última temporada de House of Cards, que se estrena en Movistar Series este sábado. El #MeToo derribó al actor y también al personaje, al presidente de Estados Unidos sin escrúpulos, corrompido por el poder. Ahora la figura femenina es la gran protagonista, y la serie gira en torno al personaje de Clarie, la esposa de Underwood, interpretada por Robin Wright, la nueva ocupante del Despacho Oval.

Pero aunque Spacey se encuentre bajo tierra en la ficción y su presente como actor aguarde en el purgatorio a la espera de una improbable absolución de sus pecados, es imposible que la serie se desprenda de esa simbólica (y oscura) carga. El carácter del presidente Underwood, sus argucias políticas, sus trampas y manipulaciones en ese ajedrez real, han sido tan imponentes que House of Cards no puede abrir simplemente un nuevo capítulo en el que no existan menciones ni recuerdos sobre el personaje. Más aun teniendo en cuenta las similitudes en cuanto al carisma político y el todo vale para conseguir los objetivos que presentan ambos personajes.

De la implacable pareja -"nosotros no nos sometemos al terror. Nosotros creamos el terror", decían al final de la cuarta temporada- ya solo queda ella. Tras ser la primera dama y luego la vicepresidenta, su turno ha llegado; y junto a Claire desembarca en la Casa Blanca todo un universo de políticas femeninas que van a tomar las riendas de Estados Unidos. El rastro físico de Francis J. Underwood hay que buscarlo en una lápida de piedra, fallecido a causas naturales (¿o no?) tras dimitir y traspasar la presidencia a su mujer.

Trailer de la sexta temporada de 'House of Cards'.

Lo cierto es que ese paso al lado de Underwood y el escándalo que se generó en torno a los comportamientos sexuales de Kevin Spacey, Oscar al mejor actor por su papel en American Beauty, a punto estuvieron de significar el punto y final de House of Cards. Solo empeño de Robin Wright y el resto del equipo de producción lograron engrasar nuevamente el mecanismo de una de las series más aclamadas de los últimos años para desprenderse del temor a un abrupto fin.

El barco no se ha hundido y ahora lo capitanean las mujeres -regresan las actrices Patricia Clarkson y Constance Zimmer y se incorpora al reparto Diane Lane-. Haciendo honor al poema de Salvador Espriu que reza que "todo un pueblo nunca ha de morir por un hombre", el equipo de House of Cards ha querido ser fiel a su legado, rendir homenaje a sus fans, y no ser arrastrado las deplorables prácticas de Spacey.

Esta última temporada se compone de tan solo ocho episodios y no trece como las anteriores, incluso el primero de ellos ha sido dirigido por la propia Robin Wright, que se ha subido a la ola del movimiento feminista y ha querido plasmar en la ficción una situación todavía harto difícil de presenciar en la realidad: un gabinete formado por más mujeres que hombres. Francis Underwood está muerto pero su espíritu podrá sentirse en la Casa Blanca de Claire, de la misma forma que la serie tendrá que lidiar con el fantasma de Kevin Spacey.

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